Un Amor De Chocolate

Regreso A Casa

ANTHONY

Al fin mi amado Gabriel había regresado, por suerte pudo recapacitar y actuar de forma racional. Dios, cuanto lo amo pero mi padre está primero. Al menos hasta que se encuentre mentalmente estable, o hasta poder convencer a Orfen sobre Gabriel y su gran bondad.

Tras sumergirme en la tina, pude notar cómo mi cuerpo iba recuperando las fuerzas. Lentamente me sentía más vivo y despierto. Gabriel quiso irse pero lo sujeté del brazos. No quería que se marche, no quería separarme de él.

Lo miré a esos hermosos ojos verdes suplicante, él estaba triste. Podía notar su gran angustia y me culpé a mí mismo por ello. Acaricié su negra cabellera con intenso amor.

— Gabriel, me equivoqué mi amor. Jamás debí alejarme de tí. Jamás.

— Anthony — él colocó su mano sobre la mía acariciandomela — ¿Hablas en serio mi vida?
— Si, yo...te lastimé y lo lamento. Lastimé a mi padre también...soy una mala persona. Lo siento tanto.

Gabriel me besó con tanta ternura que sentí no solo su amor sino su angustia. Cuando nos separamos para respirar, él me dijo:

— Anthony tú no eres una mala persona. Solo que estás atrapado entre dos fuerzas opuestas. No eres una mala persona ya que no solo me amas sino que deseas hacer feliz a tu padre. Eso no te hace una mala persona mi vida.

Lo abracé con intensidad ya que tenía un mal presentimiento que me asustaba bastante. Acariciaba sus humedos cabellos mirandolo a esos hermosos ojos verdes.

— Gabriel no voy a dejarte mi amor. Fue lo peor que pude hacer, escribir esa maldita carta. Tirala porque no voy a dejarte.

— ¿Hablas en serio?
— Totalmente 
— Pero ¿qué sucederá con tu padre?

— Convenceré a Orfen, siento que él sí entenderá lo nuestro. 
— Orfen es una gran persona

— Así es, por eso te suplico Gabriel por favor no hagas ninguna locura.
— ¿Qué?

— Gabriel por dios, no me dejes. ¿No te das cuenta que sin tí no puedo vivir? ¿Acaso no te diste cuenta que estos días sin tí yo...me sentí morir?

Empecé a llorar de la desesperación y si debo ser sincero hasta yo mismo me asombré ¿qué demonios me estaba sucediendo? ¿Por qué estaba actuando así?

Él me abrazó mientras lloraba también. Cuando nos separamos para vernos a los ojos con amor intenso, el se quitó las lágrimas.

— Tenía planeado suicidarme luego de llevarte con tu padre. 
—No dios mío, no me dejes Gabriel. Por dios.

— Es que siento que te fallé mi vida, me volví como ellos....
—¿Ellos?
— Fausto y Mefis

Lo besé con tanta desesperación que sentí su inmediata respuesta al rodearme con sus hermosos brazos presionandome contra su cuerpo.

No dejaría que se quite la vida, no permitiría que se arruine así la vida cuando su único pecado fue amarme por dios.

— Gabriel, mi amor, escuchame. Tú jamás pero jamás fuiste ni serás como ellos. Tú eres un ángel....mi ángel guardian. Y yo no supe valorarte...

El me besó nuevamente logrando hacer que pueda tocar el cielo con las manos. Fue el baño más hermoso que tuve. Salimos de la tina renovados los dos. Nos secamos mutuamente y nos vestimos.

Cuando salimos, fuera estaba nevando. Me coloqué la capucha para cubrirme. Subimos al carruaje y regresamos a la ciudad.

Durante el trayecto nos abrazamos y besamos intensamente. Cuando nos ibamos acercando pude ver su infinita tristeza.

Me aferré a su cuerpo y mientras acariciaba su mejilla le dije mirandolo a los ojos:

— Pase lo que pase, confía otra vez en mí. Jurame que lo harás Gabriel. Por dios.

Él nada dijo y yo me desesperé ya que no quería que lleve a cabo aquella locura que tenía planeado hacer.

— Gabriel por favor te lo pido.
— Ahora estás dispuesto a luchar por lo nuestro, pero no bien veas otra vez a tu padre tú...tú volverás a dejar que él gane.

— Por eso te dije que confiaras en mí otra vez. Por favor, por favor te lo pido. Por favor.

Gabriel me miró con amor intenso para besarme luego. Cuando se apartó el carruaje se detuvo. Habíamos llegado pero yo no quería bajarme sin su promesa.

— Te lo prometo Anthony. Soportaré todo lo que pueda sin atentar contra mi vida.

— Te amo, sabes que jamás dejaré de amarte.
— Tú eres mi luz Anthony
— Y tu eres mi dulce luna, Gabriel.

Cuando quise llorar él me dijo:
— Mi vida no, no llores. Te prometo no volver a causarte tales tristezas amado mío. Nos vemos pronto ¿cierto?
— Si — lo abracé una vez más.

Luego baje del carruaje y me dirigí a la mansión de mi padre. Entré e inmediatamente mi padre corrió a mí abrazandome. Estaba más delgado y muy pálido. Eso no me gustó nada.

— Padre, tranquilo. Estoy bien
— Hijo al fin eres libre
— Gabriel nunca me haría daño papá. No debiste preocuparte así

—¿Cómo no voy a preocuparme? Ya perdí un hijo, no perderé otro por nada del mundo.

Lo abracé intentando calmarlo. Orfen se acercó a mí cuando mi padre me soltó. 
— Orfen....
— Lo sé Anthony, lo sé.
—¿Eh?

— Descuida, sé que Gabriel no es una mala persona. Pude comprobarlo estos días en que estuviste en sus brazos. Pero tu padre tardará en aceptarlo.

— Entiendo.
— Contigo de regreso volverá a comer por sí mismo y a dormir sin tener que tomar pastillas.

Aquello no me gustaba ya que mi padre no podía ser del todo felíz. No aún, pese a estar junto a quien tanto amaba. Suspiré hondo y le dije:

— Padre tengo hambre 
— Ven, la cena está lista hijo. 
— Comerás conmigo ¿verdad?
— Por supuesto que sí. Comeremos los tres.

Orfen lo abrazó con infinita ternura e intenso amor. La forma en que miraba a mi padre, era la misma que Gabriel usa al mirarme. Sonreí felíz mientras nos dirigimos al comedor los tres.


 




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