ANTHONY
La oscuridad iba adueñandose de mí poco a poco al sentir las duras y continuas embestidas de Mefis. Ya había perdido la cuenta de las tantas veces que me había violado, y a decir verdad no me importaba en lo absoluto.
Entre las violaciones, las drogas que me inyectaba y sus venenosas palabras empezaba a aceptar aquello que me estaba sucediendo como un castigo. Exacto, era un castigo por ser el fruto de una violación.
Mi madre abusó de mi padre, provocandole intensos dolores tanto morales como físicos.
Alice y yo fuimos los productos de esos dolores que mi papá tanto padeció. Ella y yo estabamos malditos desde que nacimos. Por tal razón ella murió tan pronto y de la peor de las maneras.
Y por esa misma razón yo estoy padeciendo lo mismo que mi papá sufrió en el pasado. Desear tener una vida normal junto a quien tanto amo es solo eso para mí, un simple e incalcansable deseo que jamás se haría realidad. Jamás.
Alguien como yo que está maldito no se merece ser feliz, mucho menos disfrutar del amor junto a aquel que tanto deseaba.
Cuando al fin pude comprender esto, dejé de forcejear y de luchar. Más bien fuí aceptando mi destino y lo que sea que Mefis me quiera hacer.
¿Qué más podía pretender ya? Ni siquiera Mefis mismo fue capaz de poder tener una vida feliz a mi lado.
Mucho menos Gabriel ya que los frutos de una violación solo existimos para pagar las consecuencias de nuestros progenitores violados.
A pesar de ser conciente de todo y de observar a Mefis desnudo y sobre de mí la mayor parte del tiempo, caminar por la habitación a veces, sentado frente a la chimenea contemplando a las llamas del fuego danzar, nada decía ni me movía.
Era inútil hacer aquello, mientras me encuentre encadenado a esa cama de nada servía forcejear. Mefis me observó por primera vez al parecer ya que no le gustó mi cambio anímico.
Por más que intentó hacer que sea el de antes fue inútil, no grité ni lloré ni forceje ni intenté esquivar sus besos pero tampoco le respondí. Sabía que aquello lo enervaba y no me importaba. Ya no sentía nada de nada.
Hasta yo mismo me sorprendí de éste cambio ocurrido en mí, pero sabía el por qué me sucedió ésto. O cambiaba para protegerme o moría por dentro.
— Gabriel se olvidó de tí Anthony — me decía Mefis para provocarme, en verdad podía notar sus intensiones. Pero no lo logró, ya nada de eso tenía efecto en mí. Nada — Está convencido que lo dejaste y te fuiste de su vida.
Me limité a contemplar su asquerosa sonrisa al decirme menudas mentiras, porque sabía perfectamente que me estaba mintiendo alevosamente.
Cuando supo que ya no cedería a sus provocaciones empezó a golpearme pero tampoco funcionó. Me limité a cerrar los ojos y respirar entrecortado soportando cada uno de sus golpes.
Llegó un punto en el que pude ver su desesperación al comprobar que nada de lo que me diga o haga tendría efecto alguno en mí. Repirando entrecortado me dijo:
— ¿Qué sucede contigo Anthony? ¿Por qué no reaccionas?
— Porque lograste tu verdadero objetivo Mefis. Destruir mi alma.
—¿Qué?
— Mataste mi alma Mefis. Felicidades. Te aseguraste de que sepa que no tengo derecho a nada porque estoy maldito.
Mefis solo se apartó dr mi cuerpo y de mi cama para irse de la habitación donde me tenía prisionero.
Me limité a mirar el techo sin vida alguna, ni siquera podía llorar ya. Inmóvil allí solo existí. Cada tanto miraba a la ventana. Fuera era de noche y al parecer nevaba.
Las horas fueron pasando y Mefis no regresaba. Caí en un estado de sopor total. No se cuánto tiempo estuve así, pero desperté cuando una voz fue traspasando las capas del sueño hasta llegar a mí.
Abrí los ojos y ví a la última persona que creí volver a ver, mucho menos en una situación como la mía. Se trataba de Rafael, aquel pelirojo que conocí en Recreación cuando aún creía que era una persona.
Él estaba angustiado y desesperado. Podía notarse a simple vista. Irónico esto, el prisionero era yo sin embargo el angustiado era él.
— Anthony por dios, despierta amigo. Despierta.
—¿Rafael? ¿Eres tú?
— Si — él me había liberado de las odiosas cadenas que me aprisionaban a la cama y ahora me ayudaba a incorporarme — Vamos amigo, levantate.
Cuando me senté en la cama todo me dió vueltas y me agarré de Rafael para no caer al suelo. Él me ayudó a vestirme y a incorporarme.
—¿Por qué me ayudas? No somos amigos precisamente Rafael
— Porque Gabriel me lo pidió — contestó él
—¿Qué? ¿Gabriel?
— Estaba convencido que te encontrabas aquí, pero Mefis lo tiene estrictamente vigilado y si llegase a hacer un solo paso en falso lo enviará a la cárcel. Después de todo Mefis es un Von Fisher mientras que Gabriel no.
La desolación me asfixiaba, pero era consciente que no me merecía ser felíz ya que era tan solo un producto de una violación. Sin embargo tenía que escapar de este infierno.
—¿Cuánto tiempo pasó desde que...desaparecí?
— Siete meses — contestó Rafael ayudandome a caminar.
Mefis en verdad había empezado a matarme pero lentamente. Sin embargo Gabriel volvía a salvarme. Dios cuanto lo amaba pero me sentía indigno.
Con ayuda de Rafael salimos de la habitación y nos dirigimos a la cocina por donde saldríamos por la puerta de atrás.
Todos estaban dormidos al parecer. Pero luego supe que había sido Rafael quien se ocupó de hecharles un somnifero a la cena por tal razón nadie despertaría.
Salimos a la calle y vi un carruaje de alquiler que nos aguardaba. Rafael me ayudó a subir y luego se fue al sitio del jinete. Él mismo conducía dicho carruaje que se puso en marcha.
En el interior estaba él, mi amado Gabriel quien me rodeó con sus reconfortantes brazos. Yo me aferré a él pero no derramé una sola lágrima a diferencia de las veces anteriores.
—Anthony mi amor, al fin pude salvarte — ví en sus muñecas marcas de haber intentado quitarse la vida.