ANTHONY
Habían pasado varios días que se volvieron meses. Gabriel me había demostrado su intenso amor con su accionar al protegerme y ayudarme a sanar mis intensas heridas del alma.
Ahora, seis meses después, podía volver a estar en habitaciones con otras personas además de Gabriel sin problemas. Incluso podía salir sin temblar mientras que mi amado esté a mi lado.
Confiaba ciegamente en ese pelinegro de mis sueños sintiendome feliz, pero no quería ni podía ver a mi padre mucho menos a Orfen. La traición de ambos me seguía doliendo ya que estaba marcada a fuego en mi alma misma.
Por tal razón no me acerqué a ellos ni les permití acerse a mí en todo este tiempo. No podía perdonarlos, en especial a mi papá ya que sentía que él por todo lo vivido era quien mejor pudo haberme entendido y ayudado.
Otra cosa que me tenía en extremo preocupado era Mefis, ya que seguía libre haciendo de las suyas sin problemas.
Nadie le dijo nada en definitiva, la justicia se negó a castigarlo como era debido por tratarse no solo de un aritócrata sino de un Von Fisher. Su padre había muerto hacía un mes y él heredó todos sus bienes y contactos, volviendolo mucho más poderoso de lo que fue hasta el momento.
Sabía que su odio hacia mi persona era tan intenso que se aseguraría de seguir haciendome pagar bien caro mi error de abandonarlo para siempre.
Gabriel me aseguraba que ya no podría acercarse a mí, pero yo seguía con miedo. Debía esforzarme en ese tema ya que era consciente de que no podía vivir con miedo.
Esa tarde Gabriel me contaba que nuestro amigo Rafael había decidido viajar al otro lado del océano a empezar una nueva vida. Lejos de donde sufrió tanto. Me alegré por él ya que se merecía ser feliz.
El fuego de la chimenea ardía envolviendonos con su calor. Orfen me había quitado su apellido finalmente, por lo que ya no pude seguir conservando mi habitación VIP en recreación. Volvía a ser Anthony Duncan.
En verdad me gustaba recreación, pero había dejado de ir debido a esto. Ahora ese lugar me hacía recordar a mi papá y sus falsas promesas de protección. Aquello colmaba mi alma de intenso pesar.
Había muchas cosas de mi pasado que había dejado atrás por obvias razones. Pero mientras tenga a Gabriel a mi lado todo estaría bien para mí.
Cuando comenzaba a olvidarme de los traumaticos momentos que Mefis me hizo vivir, cuando al fin empezaba a recuperar la confianza en mí mismo y mi autoestima nuevamente el maldito de mi ex tuvo que aparecer nuevamente en escena despedazando todo lo que había logrado.
Todo comenzó cuando recibí la noticia de que Orfen me había quitado su apellido volviendo a ser solo Duncan. Otra vez dependía de mi abuelo y su herencia.
A pesar de que él ya estaba muerto revivía los oscuros momentos que viví en su mansión a su lado. Él solía desear que despierte en mí el odio hacia mi papá, solo para cumplir su venganza.
Pero al no conseguirlo se volvió monstruoso conmigo. Como Mefis. Al parecer debo obedecer las órdenes de los demás o acabaría pagando las consecuencias.
De no ser por Gabriel, me vería forzado a tener que vivir en la oscura mansión de mi abuelo donde padecí horrorosas situaciones ya que Orfen me quitó el departamento que me había dejado. En verdad ya no me sorprendía.
Tenía, esa tarde, los documentos en mis manos sobre mi nueva identidad y actuales propiedades. No podía sentirme peor.
Debía presentarme en el registro civil para firmar los documentos con urgencia. Por tal razón, me coloqué mi tapado negro y salí. Fuera llovía y el viento calaba los huesos. Subí al carruaje de los Sensi y me fuí.
El tiempo se volvió más lento de lo que llegué a creer. Cuando salí era de noche y la lluvia se había convertido en nieve. Subí al carruaje y me dirigí a casa.
Pero al llegar un extraño y mal presentimiento se adueño de mí. Cuando el carruaje se detuvo sentí un ligero escalosfrío recorrer mi espalda angustiandome. Suspiré hondo y bajé.
Pero no llegué a dar dos pasos que ví a mi amado Gabriel salir de la mansión con siniestra expresión dirigiendose a mí. Cuando estuvo frente de mí pude notar su dura mirada y sentir su intensa oscuridad que me asustó.
No pude evitar temblar pese a ser mi amado quien se encontraba frente mío. Gabriel se veía muchisimo más amenazante y siniestro que el mismo Mefis.
Dos personas aparecieron a su lado. Una joven y una chica, ambos estaban pálidos y sus miradas eran sombrías. Pude notar la sed de sangre que ambos sentían.
Gabriel me miraba con...¿odio? No podía ser cierto, pero así lo sentía yo. Sin poder evitarlo retrocedí dos pasos.
- ¿G-Gabriel? - pregunté con un hilo de voz a lo que él elevó una ceja a modo de interrogación.
- Con que tú eres el ladrón que robó uno de mis carruajes -aquello me cayó como agua helada debido a la sorpresa que sentí.
¿Qué fue lo que me dijo Gabriel? Me había llamado ladrón pero ¿por qué? ¿Qué le pasaba?
- Al menos tuviste la descencia de devolverlo, aunque eso no quita el delito que cometiste - me decía Gabriel mostrandose en verdad amenazante.
-¿Qué estás diciendo Gabriel? No entiendo nada mi amor...me estás asustando.
-¿Mi amor? ¿Quién demonios eres para llamarme así? Extraño.
-¿Qué? ¿Cómo que quién soy? ¿Qué clase de pregunta es esa?
- Una muy lógica debido a que es la primera vez que te veo.
Jamás, repito, jamás me habría imaginado oír a Gabriel decirme eso. Ni em mis peores pesadillas.
-¿Hablas en serio....Gabriel?
- Mira, por haberme devuelto mi carruaje te dejaré ir. Pero solo será por ésta vez. ¿Entiendes?
Las lágrimas humedecieron mi rostro sintiendo que en serio empezaba a enloquecer.
- Ya oíste a Gabriel - me dijo la chica de rubios cabellos - Vete de aquí.
- Y procura no volver jamás - finalizó el joven de negra cabellera y oscura mirada.
Ví cómo Gabriel volteaba dandome la espalda y se alejaba de mi para adentrarse a su mansión.
-¡Gabriel! ¡Aguarda por favor!