Ella se giró y la miró con el ceño fruncido durante unos instantes. Su mirada era penetrante e indescifrable.
-¿Ellos te lo ha pedidos? Preguntó ella visiblemente integrada.
-No, esto es idea mía.
Shay se quedó e silencio por unos segundos y después se acercó a ella.
-Así que mi madre sufre por mi –dijo ella armando una sonrisa en los atractivos labios –y supongo que tu estará muy contenta o ¿acaso viene a rogarme que me la lleve para que pueda tener a tu padre para ti sola?
De nuevo el dolor atizó su pecho. Pero si Shay pensaba así, era porque con sus acciones la había llevado a ella, era su culpa, solamente su culpa.
-Te equivocas… yo… he cambiado… y aunque no lo creas me llevo muy bien con Lucy. La aprecio mucho –aclaro ella.
Shay tomó otro sorbo de su trago.
-Es muy difícil de creer –dijo ella –pero supongamos que es cierto. Supongamos que quieres que vaya a ver a mi madre esta navidad para que sepa que estoy bien. ¿Qué ganará tú con eso? ¿Qué pretendes?
Emily ahogó un suspiro.
-Ya te lo dije. Quiero que Lucy sea feliz, quiero… enmendar mis errores del pasado –dijo ella bajando el rostro.
Shay río con una sonora carcajada mientras se alejaba de ella. Aunque esa risa buscaba ser ofensiva, a Emily le pareció musical. ¿Cómo sería oírla reírse de verdad?
-¿Y para qué? –Preguntó ella - ¿quizás quiere el mérito y ganar peldaños en tu escala hacia el cielo?
Emily sintió que su corazón se quebraba. No podía soportarlo más. Mitchelle no iba a ceder. Todo su esfuerzo había sido en vano.
-Cometí un error al venir aquí, siento mucho haberte molestado –dijo ante de girarse y dirigirse rápidamente hacia la puerta.
-¡Espera! –dijo ella.
La mujer no había dado tres pasos cuando sintió que una mano la tomaba por un brazo y la retenía girándola abruptamente hacia ella.
De repente se encontró con su rostro estaba a escaso centímetro del cuello de Shay. Levantó la cara y ahora era su boca sensual la que estaba enfrente a sus ojos. A su nariz llegó el olor de Shay mezclado con el de la cara loción. Su mano calidad aún estaba sobre su brazo y aunque no ejercía presión, ella era muy consciente del contacto de la cercanía de ese fuerte y tibio cuerpo que estaba casi pegado al suyo.
Los ojos miel se encontraron con los ojos azules durante unos segundos. Emily no pudo alejar su mirada de la de Shay, aunque sentía que de repente podría perderse en su profundidad. Repentinamente ella la soltó y se alejó dos pasos.
-Tiene razón. Es mejor que te marches –dijo ella sin mirarla.
Sin decir una palabra, ella salió de la salita rápidamente, sin mirar así atrás. Sus ojos estaban anegados cuando llego a su auto y lo puso en marcha. Se alejó rápidamente del lugar mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.
Había sido una estúpida. ¿Cómo iba a pensar que Shay iba perdonar y olvidar lo que ella había hecho?
Y lo que más le desconectaba era lo que había sentido desde que la vio. Su magnífica postura la había deslumbrado. No recordaba que fuera así y aunque en las fotografía se notaba su elegancia y poder, no se comparaba con tenerla allí en carne y hueso, frente a ella. Era mucho más guapa de lo que había sido en su juventud, mucho más elegante y su magnetismo sexual era por lo menos mil veces más fuerte.
Un temblor de deleite le había recorrido cuando ella la había tomado del brazo y sus cuerpos se habían quedado casi pegados. También la había atravesado un calor suave que se había extendido rápidamente por su vientre llenándola de un anhelo que nunca ante había experimentado.
Durante año se había negado así misma que en la adolescencia se había sentido atraída hacia Mitchelle. Era una muchacha muy guapa y ella se había sorprendido a si misma al quedarse mirándola fijamente o pensando en ella sin ningún motivo aparente. Se había dicho mil veces que había sido curiosidad de adolescente, de niña que se vuelve mujer. Pero parecía que no era así, en realidad le había llegado a gustar; su estúpido orgullo nunca se lo dejo ver claramente.
Tenía que olvidar toda esa locura, olvidar que había buscado a Mitchelle, olvidar que la había encontrado y por último olvidar lo que había sentido al verla.