Emily también comenzó a vestirse y a despertar de la locura que había cometido. ¡Había hecho el amor con Shay! Lo peor de todo era que le había parecido la experiencia más hermosa de toda su vida. Cuando se terminó de vestir, vio que Shay estaba recorriendo toda la cosa del picnic.
-¿Ya nos vamos? –pregunto ella.
-SI, si nos quedamos aquí volvería a hacerte el amor y por mas fantástico que sea no es el lugar.
Shay se acercó a ella y la beso tierna mente. Si Shay no la hubiera estado abrazándola, seguramente se habría caído al suelo por el placer de ese beso sumado a las ligeras réplicas de su anterior placer.
En poco se subieron en el auto y volvieron a casa sin hablar. Ella tenía miedo de que Shay le digiera que había sido un error… aunque ella plenamente conscientes de que así había sido.
-¿Cómo pudo sucumbir? Había sido una locura. Shay era la hija de su madrastra, la mujer a quien ella tanto daño le había hecho en el pasado. Era sencillamente impensable. Quizás lo mejor era olvidar lo que había pasado, borrarlo de su mente. Agradecía que Shay no le dijera nada, eso solo le haría sentir más vergüenza.
En cuanto llegaron a casa, Lucy le pregunto el motivo del pronto regreso y Shay le dijo estaba haciendo mucho frio. Emily se retiró a su habitación explicando que se sentía cansada y se recostó en su cama a pensar en lo que había pasado.
Los sentimientos que estaba experimentando eran algo nuevo para ella. Jamás se había sentido así, y lo más cercano a aquello era lo que había sentido por Shay en el pasado… su mente volvía una y otra vez a Shay. Nunca ante había conocido a nadie así. No solo era arrebatadoramente guapa, también era amable, tierna, dulce y apasionada. ¿Cómo se había dado cuenta de eso en el pasado? Había desperdiciado su tiempo odiándola absurda mente, ahora se daba cuenta de ello. La forma en la que le hizo el amor la había cautivado por completo y entonces comprendió que se había enamorado de Shay.
La amaba. La amaba y era una completa estupidez, pues sabía que Shay no se enamoraría nunca de la mujer que la había separado de su madre por tantos años, la misma que le había calumniado y la metió en serio problema. Shay se sentía atraída hacia ella, la prueba era lo que había pasado esa tarde. Pero eso no significaba que la amara o que llegara amarla algún día. Y mucho menos con el pasado entre ellas.
Llego la hora de la cena, pero Emily no tenía hambre, así que le dijo a Marta que por favor les comunicara a los demás que estaba cansada y que quería dormir, que no cenaría esa noche. Después de ponerse su pijama se acostó y apago la luz.
A pesar de la oscuridad y el silencio, no conseguía conciliar el sueño. No podía, pues la perseguían sus atormentados sentimientos y lo que había pasado esa tarde. Su cuerpo y su alma anhelaban lo que no podía tener.
De repente, sintió que alguien entraba a su habitación. Era Shay.
-¿Está dormida? –pregunto en susurro llegando hasta la cama.
-No –dijo ella prendiendo la lamparilla del nochero. Se sorprendo al verla llevar solo una bata.
-No bajaste a cenar –comento ella sentándose en la cama junto a ella que se había incorporado -¿te siente bien?
-Si –mintió -estoy un poco cansada y quise acostarme temprano.
-Pensé que te había lastimado –dijo Shay.
Si, así era, pero no del modo en el que Shay pensaba.
-No te preocupe, estoy bien –respondió ella en susurro.
Entonces, la mano de Shay comenzó a acariciar la mejilla de Emily.
-¿Tienes idea de lo hermosa que eres? – Susurro Shay -¿sabe cómo me hace sentir? Esta tarde no pude resistirme.
Enseguida Shay la beso. Y de nuevo todo volvió a comenzar. Era inevitable.
Shay se quitó la bata y Emily pudo ver que estaba desnuda. Ella sabía lo que vendría. Y no se negó. No podía negarse a la mujer que amaba y deseaba con toda su vida. No sabía si iba a ser la última noche de amor de Shay, pero no le importaba porque lo único que quería sentirse amada, aunque fuera una cuantas horas.
Sus cuerpos se volvieron a unirse durante toda la noche, deleitándose en el maravilloso sentimiento que las unía: el amor.