—Tonta, eres muy tonta Lucía Altamirano, cobarde, eso es lo que eres, ¿para qué le dices que no si vas a estar toda triste como estás? ¿Por qué no admites de una vez que te gusta Patrick Brishman?
Estoy en mi casa, molesta, sin dejar de pensar mientras hablo conmigo misma, sentada frente a la chimenea viendo el árbol de navidad que juntos adornamos gracias a su insistencia luego de terminar de decorar toda la entrada para el concurso.
—Dios, si pudiera pedir un deseo sería saber o sentir que estás de acuerdo con que yo me sienta así por otro hombre, prometí amarte para toda la vida Bill, me juré serte fiel y no tuve tiempo de cumplirlo. —me arropé más con la manta del sillón viendo el fuego de la chimenea crepitar mientras pedía, por primera vez, en mucho tiempo, un deseo de navidad. Repitiendo esas palabras en mi cabeza como un mantra sin parar.
Cerré los ojos con ese pensamiento en la mente cuando el haber dormido mal anoche me pasó factura y sin verlo venir me quedé profundamente dormida en el sofá. Sueños hermosos invadieron mi mente, y lo vi. Bill está conmigo, abrazado a mí. Sentirme en sus brazos nuevamente me hace tan feliz.
Luego me veo vestida de novia de nuevo y él está de pie en el altar esperándome, llego a su lado cargada de sonrisas pero cuando se voltea es Patrick quien está en su lugar. De golpe despierto sudada y agitada, con el corazón bombeando duro en mi pecho. Trato de calmarme para volver a mi cuarto y poder dormir nuevamente. Mis emociones me están jugando en contra y me están haciendo soñar cosas locas.
Me pongo de pie y en vez de llegar a mi cuarto camino hasta el desván, mis pasos simplemente se dirigen hasta allá. Todo está lleno de cajas clasificadas y ordenadas porque si algo tenía Bill era su manía por el orden y el control. Tan distinto a Patrick.
Bill era serio, callado y, a veces, un poco frio, pero por dentro era un alma noble, solo que de coraza dura. En cambio Patrick, él es risueño, directo, franco al momento de decir lo que siente y piensa sin mucho filtro.
Comienzo a buscar hasta dar con la caja que deseo ver, desde que todo pasó más nunca la abrí, permaneció cerrada como mi vida y mi corazón.
Cargo con ella y la llevo hasta mi habitación solo ahí la abro y comienzo a desnudar mi alma al soltar el llanto que llevaba conteniendo.
Saco mi vestido de novia, acariciando su tela recordando que con él me juré ser feliz. Lo dejo a un lado y sigo sacando todos los recuerdos que guardé de ese día incluyendo el libro de deseos. Aquel donde cada invitado y los mismos novios escriben sus deseos para el nuevo matrimonio, siempre prometimos que nos sentaríamos a leerlo pero nunca lo hicimos.
Empiezo a leer los mensajes escritos en él y sonrío ante los deseos de mis amigos, consigo el mío donde le prometía hacerlo feliz aunque no supiera cocinar, nostálgica y cansada decido no leer más cuando de repente lo veo.
Su letra está ahí, plasmada frente a mí, logrando agitar mi pecho y mi alma, respiro profundo y con una emoción reflejada en mis ojos comienzo a leer .."lo logré, al fin eres la esposa de Bill Cassidy, siempre te dije que obtengo lo que quiero y desde siempre te quise a ti, no puedo prometerte una vida rosa y de cuento de hadas porque somos humanos y en algún momento tendremos diferencias, pero si puedo prometerte amarte cada día y poner todo de mí para que estemos bien y seamos felices. Te amo Lucía Altamirano de Cassidy, desde hoy soy tuyo, y si algún día no estoy porque solo la muerte podrá alejarte de mí, no dudes ni un segundo en ser feliz, yo siempre te acompañaré y sonreiré al verte dichosa y plena conmigo o sin mí, solo tu importas muñeca, bienvenida a nuestra vida juntos, ¡te amo!
—¡Oh, Bill! Yo también siempre te amaré. —alcé mi vista al cielo y agradecí, agradecí al universo, a Dios, al espíritu de la navidad, a Santa Claus, ¡a todos! por haberle dado respuesta a mi deseo.
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Editado: 13.12.2021