Un amor fuera de servicio

Capítulo 12


—¿Es mejor ser un ser sin nada que hacer a alguien quien trabaja? 

Asintió con convicción —Tienes la elección de hacer lo que quieras cuando quieras pero yo tengo la obligación de trabajar —estuve a punto de protestar cuando alzo un dedo —, no me estoy quejando porque lo hago por ayudar a mis padres sin embargo hay días en los que quiero ser egoísta coger un rumbo sin sentir la presión de que mis decisiones pueden afectar a alguien. 

—¿A quién? —enseguida me arrepiento, me siento como una entrometida. 

—Mi padre tiene esclerosis múltiple —aparta la mirada —, se lo detectaron cuando yo tenía dieciséis y estaba a punto de irme a Francia. 

No necesito ver sus ojos para saber cuán triste se siente, su voz se funde con el sentimiento nostálgico. Y no tengo idea de que decirle. Permanezco en silencio sin saber que responder a ello pareciese como si esas palabras no necesitan de un consuelo o quizá si, de todas formas no sabría cómo dárselo, no soy buena con las palabras y no sabría darle los ánimos necesarios ¿siquiera lo necesita? Amasó mis rodillas sintiéndome torpe y frustrada. 

—¿Cómo te sientes con ello? —preguntó de manera torpe. Veo una sonrisa de lado en sus labios, bien, soy una torpe graciosa. 

—Haría cualquier cosa por mis padres, no hay día en el que desease haber agarrado la beca pero también pienso en los sacrificios que hizo mi padre —mira al cielo unos segundos luego baja a sus manos entrelazadas —, pude tener mucho éxito pero ¿a que costo? ¿Dejar a mi madre con un sueldo mediocre y preocupada por no saber cómo está su marido en casa? ¿Que clase de hijo sería entonces? 

—Creo que eres el mejor hijo, si hubiese sido tú si que me hubiera ido —chasquee la lengua reflexionando en mis palabras —, se que sonó feo pero es que mis padres son un desastre. 

—¿En qué sentido? 

—Bueno —alargue las palabras sonriendo poco después —, mi padre aparece y desaparece cada que quiere, mi madre pasa más tiempo afuera que en casa aunque no la culparía por ello ¿si no trabajará como podría mantener un techo sobre nuestras cabezas? Pero a veces conmigo es tan estricta que me ha llevado hacer creer que me odia. 

—¿Cómo que cosas? —giro su cuerpo dejando una rodilla en el mueble, la otra en el piso y su brazo como un poste para su cabeza. 

También opté casi la misma posición dejando mis pies cruzados, sus ojos azules miraban con detenimiento mi rostro. Se veía genuinamente interesado por mi relato. 

—Mamá siempre es comprensiva con Jasper en cambio yo soy quien se lleva los regaños por todo y por nada —paso una mano por mi cabello queriendo dejar esos sentimientos negativos de lado aún sea imposible porque es algo con lo que he vivido toda mi vida —, jamás he sido la chica inteligente ni mi hermano pero mi mamá siempre se fijaba más en si yo reprobaba año que mi hermano, soy la mayor pero toda mi vida he sentido estar bajo la sombra de alguien más. Queriendo y anhelando ser alguien más. 

—¿Quién quieres ser? 

Desvío la mirada —Gran pregunta, me la he hecho toda la vida y siempre llego a la conclusión que solo soy un parásito cuyo éxito es respirar día a día. No tengo ningún talento. 

Los segundos en silencio son largos lo único que lo logra romper es su chasquido de lengua —Todos tenemos un talento, algunos tardamos en encontrarlo y otros lo encontramos en seguida pero eso no significa que no tengas uno, a lo mejor no has buscado bien. 

—He hecho de todo —reposo mi cabeza en el mueble viendo las estrellas. 

—¿De verdad? —inquirió con curiosidad. 

Ladee la cabeza —Supongo —me encogí de hombros, quizá no lo he intentado nada. 

Pero no es mi culpa, yo busco las formas sin embargo me frustra que las cosas no se den a la velocidad que quiero ¿por qué debería esperar tanto por algo que quiero si de verdad lo deseo para ya? No me parece justo tener que esperar un montón de tiempo por algo que incluso puede no funcionar, no tiene sentido para mí. 

—¿Qué te imaginas haciendo en unos años? 

Un pensamiento tonto pasa por mi cabeza logrando sacar una sonrisa llamando su atención y cuando su mirada indica la súplica de no dejarlo con la duda me veo a mi misma mordiendo mi labio inferior dudando de si contarle aquella bobería pero también me veo abriendo la boca contando mi vergonzosa yo. 

—A los dieciséis juraba que a los dieciocho sería tan famosa como Miley Cirus o artistas así, me veía cantando en enormes escenarios haciendo vibrar a la gente con mi música.


—¿Cantas? —sonrió cubriendo mi cara con vergüenza.


—No, soy pésima cantando —confieso sin dejar de cubrir mi rostro —, si en el diccionario existe la palabra para definir sin talento sería mi nombre, no se porque creí o más bien me convencí de ser una cantante de élite. 


Una sonrisa tierna cubre sus labios cuando abro un poco mis dedos para verle por las ranuras —¿De verdad no cantas nada?  —niego con  la cabeza —, entonces... ¿cómo fue que llegaste a ilusionarte con todo el rollo de ser una cantante?


Me encogi de hombros —En esa época estaba de moda Justin Bieber, Miley Cirus, Demi Lovato, Taylor Swift


—No olvides a la poderosisima Selena Gomez —interrumpió. 


—No lo haré —asegure con una sonrisa tonta —, yo los veía en esos discos de sus conciertos y entre más los veía más quería tener esa vida. 

Deje de cubrir mi rostro observando el suyo con una mueca confundida —¿Vida lujosa?


Negué —Quería ese poder de influir en la alegría de alguien, quería que algo mío removiera en esa otra persona algo por más pequeño que fuese.


Asintió pareciendo comprender mis palabras.


—Parece que estabas conmovida por el llegar a alguien —comentó pensativo —, como si te deslumbrará el poder llegar a masas con un mensaje.


—Algo así —miré a la ciudad alumbrada sintiendo la vergüenza abandonar mis hombros —, siempre he querido ser la líder y dirigir como los grandes artistas lo cual es irónico cuando no puedo ni dirigir mi vida.


—A todos nos cuesta dirigir nuestra vida no te compliques por ello, en este mundo no existe una sola persona que sepa llevar sus decisiones o problemas como lo hacen en las películas —dejo de ver la oscuridad viendo sus ojos brillar con intensidad, me gusta ese brillo —, lo que sucede en esas películas no pasan en la realidad ni los conflictos son tan básicos ni las personas no sienten ahogarse por la presión.


—Pero ¿quién quiere ver algo igual de malo que su vida? —reflexiono para mí —, ¿por qué si quiero distraerme de mi problema vería algo parecido? A menudo algo que vemos no parece estúpido por como reaccionan los personajes o su forma de resolver las cosas, sin embargo estúpido o no es refrescante ver a otra persona sacando su optimismo, fuerzas de donde no las hay y el empoderamiento como ser humano. No quiero sentarme dos o tres horas de mi vida a ver a alguien con una vida igual o peor que la mía, quiero prender mi televisor y ver algo que no tiene porque dejarme el sabor de la realidad porque si me he puesto a verle es por el simple hecho de querer salir de mi realidad.


A este punto estaba sacando las ideas de mi cabeza sin un orden en conexión para hacer concreto mis pensamientos, era una niña balbuceando sobre cómo el cine podría ser un método de entretenimiento más no algo con lo cual a fuerza ser como la terrible realidad, sus ojos parecían perdidos y no lo culpaba había dicho estupideces sin sentido. Pero no podía callar a las voces en mi cabeza gritando todo lo que ya habían pensado con anterioridad.


—Vaya... eres-


—¿Rara?


Negó —¿Quién no tiene algo de rareza? Tú eres diferente —alce las cejas confundida, es palabras parecían tan repetitivas —, por muy cliché que suene.


—Si... es la típica frase de los libros románticos.


—¿Te pareció romántico?


—No —asegure —, es sólo una frase que el protagonista le dice a la protagonista. Así que me suena a algo repetitivo.


Pareció pensativo —Pero yo soy una persona real —creo que trato de dejarlo en claro —, y como persona real puedo asegurar que eres diferente a mí, yo quiero ver el sentido a todo lo que me rodea pero tú pareces dejar llevarte por la marea.


No supe cómo interpretar eso.


—No sé si estoy sonando como un mujeriego, quisiera no ser malinterpretado  —habló ante mi extendido silencio —, simplemente quiero expresar lo equivocado que estaba respecto a ti.


—¿Qué perspectiva tenías de mi? —indagué con curiosidad.


—¿Sin ofenderse? —pareció nervioso.


—El señal que no es ofensa no significa que la otra persona no lo sienta como tal —señale con obviedad.


Puso sus manos en súplica —Realmente lo diré sin ganas de ofenderte.


Suspire —¿Qué tan malo puede ser?


—Pues... depende ti —rasco la parte trasera de su cuello —, es que pensé que solo eras una chica amante de la moda y cosas así.


—Como si fuese una niña pija —trate de darle otra perspectiva sencilla a sus palabras, entendible a todo público —, no es por nada pero mis compañeros en el colegio decían que antes de conocerme daba esa sensación de ser una creída.


Hasta que hablaban conmigo y decían lo contrario, que era el alma de la fiesta donde iba. Hoy en día ya nadie de mis compañeros tenía contacto conmigo, dada mi vergüenza me aleje de ellos quienes han hecho sus vidas casándose o entrando a las universidades y encontrando empleo mientras yo me mantenía en casa sin hacer nada.


—Una chica multifacetica, nice.


—Supongo —me encogi de hombros luego caí en cuenta —, ¿no es algo muy patético creer que a las chicas solo les guste la moda? Nos gusta la política, el deporte, la lectura, la danza, la actuación, el surf y cualquier cosa.


—Lo sé,  lo sé  —aceptó —, quizá solo me he topado con chicas amantes de la moda.


—Yo amo destruir cosas —bromee con una carcajada.


Mi broma no lo logra contagiar —¿Destruir cosas?


Oh mierda —Bueno es que tengo un don de romper todo aquello que toque —ironice.


—¿Cómo el rey Midas?


—Pero al revés —asentí.


—Uh-uhm —empezó a asentir procesando lo que le había dicho al cabo de unos segundos sus labios formaron una sonrisa mostrando sus dientes blancos y unos hoyuelos adorables —, disculpa pero eso ha sido gracioso.


Alcé mis hombros con una mueca en mi rostro —Mamá no diría lo mismo.


Sus ojos brillaron —¿Por qué?


Me reí —Es que mierda las cosas en la casa son muy frágiles —con ello comencé a relatar cada una de las cosas que he roto a lo largo de mi vida.


Me gustó ver esa sonrisa burlona en su rostro mientras yo le contaba mis anécdotas vergonzosas sintiendo lo estúpido que fueron en su tiempo, me causaba molestia cuando mi hermano menor se burlaba de ello pero contandoselas a él me parecían tan tontas, la calidez en mi estómago se extendió a mi pecho.


Él también me contó de cómo no podía evitar reparar lo que sus amigos dañaban, según para él era como una necesidad, lo consideraban raro por ello pero le hice saber cuanto me hubiese gustado ser como él de cuidadoso y él me hizo saber que le hubiese gustado ser un poco más como yo.


—¡Mamá alejaba las cosas de mí por miedo a que las dañara! —conté riendome a más no poder.



—La mía me daba todo lo dañado para que lo reparase.


Nos mantuvimos contando cosas de nuestra infancia y parte de la adolescencia hasta que la salida del día alumbró con otra perspectiva su bello rostro en el momento justo que se hacía para atrás riéndose sobre mi desgracia con los niños, las pestañas eran largas, los labios rosados pomposos, las mejillas gorditas, las cejas eran simétricas con su rostro redondo, sus ojos desaparecieron por el resplandor  del sol y sus hoyuelos se marcaban con sus carcajadas.



No quisimos irnos pero ya había amanecido y era hora de volver a nuestras vidas, el frío de la mañana no tuvo nada que ver cuando nos manos se enredaron en su cintura pero mentí cuando al llegar me quede unos minutos descansando en su espalda.


Si bien no quise bajarme tenia que hacerlo, le tendí su casco con una sonrisa de boca cerrada —Gracias por ayer, hoy. Realmente me divertí.


—Podríamos hacerlo otra día —nos quedamos mirando en silencio. Luego añadió —, si quieres.


Asentí con una sonrisa enorme —Me encantaría.


—¿Nos mantenemos en contacto?


—Seguro.


Puso el casco en un lado y antes de arrancar bajo sus brazos pidiéndome acercar, al estar cerca se sacó su casco y dejó un beso en mi mejilla. Aprovechándose de mi estado estatua volvió a ponerse el casco.


—Quédate con los aguantes y así podré asegurar de que volverás a verme.


Asentí con lentitud viendo como por fin se iba.


A solas el rubor cubrió mis mejillas.



Y no sabia porque de algo tan tonto.















Se despide, 

Bethlimie 🐾✨💙




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