KAIDAN
¡Ese hombre la había besado! Quise golpear al muy hijo de puta y sentí tanta satisfacción cuando ella lo mordió y lo golpeó por ello, luego fue mi turno de sujetarlo del cuello; ahorcándolo.
—Debería matarlo por hacer eso. —amenacé. Sabina intervino, sujetando mi brazo.
—¡Ya déjalo en paz!
—¡Pero…
—¡Estoy muy conmocionada para soportar estas escenitas tuya, Kaidan! —respondió furiosa para acto seguido darse media vuelta para comenzar a caminar lejos de mí.
—Sabina espera. —solté al imbécil y fui detrás de mí pelirroja. —¡Sabina!
ROMINA.
Kaidan soltó a Franz y corrió detrás de mi hermana, como me divertía ver al imbécil de Kaidan correr como perrito faldero detrás de las faldas de Sabina. Mi atención pasó a estar sobre el hombre que había sido víctima del puño destructor de una de las Berfor.
—¿Te parece gracioso? —espetó colérico y me crucé de brazos.
—Te recuerdo que acabas de besar a mi hermana, ¡yo soy la que debería estar furiosa contigo!
—Si quieres sacar eso a discusión para empezar: bruja pelirroja ni siquiera sabía que tenías una hermana, ¡mucho menos que era tu vivo retrato!
—Oh, cierto. —dije divertida —No me dio el tiempo de explicarte mi vida en aquellos cortos y fogosos momentos en los que nos vimos en aquel carnaval.
El hombre invadió mi espacio, sujetándome de la cintura. Era una mujer más alta que la mayoría y agradecía que él fuera lo suficientemente alto para que nuestros ojos quedaran a la misma altura.
—Pero sí que disfrutaste de besarme. —murmuró tan cerca de mis labios
—¿Qué mujer no lo haría? Eres una delicia para los ojos Franz Hatmond. —susurre.
—¿Tu nombre? Nunca llegaste a decírmelo.
—Romina… —logré pronunciar antes de que sus labios se apoderaran de los míos.
KAIDAN
Corrí tras Sabina hasta que logré alcanzarla agarrándola del ante brazo.
—¡Kaidan, maldito cretino suéltame! —la llevé arrastrada del brazo a un rincón apartado.
—¡¿Qué haces aquí Sabina?! ¡Este no es un sitio seguro para ti ni tu reputación!
—Puedo defenderme muy bien sola cómo pudiste ver hace un momento. —tuve el impulso de sonreír al recordar como golpeó al imbécil que la había besado. Sé que ella es perfectamente capaz de defenderse, pero eso no me impedía preocuparme y sentir celos —Alaric seguro estará contento al saber que te escapaste.
—¿Vas amenazarme con acusarme ante mi padre? —preguntó levantando una ceja. —No me asustas con eso Kaidan McDonall, mis hermanas me cubrirán y padre jamás te creará antes que a mí.
—Aun así no dejaré que se te acerque ningún otro hombre esta noche, te sacaré de aquí así sea arrastrándote Sabina Berfor. —sus ojos verdes centellaron de ira.
—Eres un desgraciado, nadie interviene en tu vida de libertinaje, ¡¿por qué yo no puedo divertirme también?! Dejaste a Eliana divertirse cuando la viste en Cambridge, ella me lo contó. A Romina cuando te la encontraste en un club, ¿soy la única a la cual piensas atormentar? No te dejaré, iré y besaré al siguiente caballero que se cruce en mi cami…
—¡Mataré al infeliz que se atreva a besarte porque… porque… —mis palabras quedaron a la mitad, me encontré sin ninguna razón para justificar mi reacción tan desmedida.
SABINA
Me encontraba tan indignada por su actitud. ¡Él no tenía ningún derecho a imponer su voluntad sobre mí!
—No hay ningún “porque”, grandísimo sínico. ¿Cuantas veces estuviste con una mujer y yo fui a ti en un ataque de celos para intervenir? —él no respondió, sonreí con tristeza. —Ni una vez Kaidan.
—Sabina...
—No, déjame en paz. —él me sostenía de los antebrazos, acercándome a su cuerpo.
—Perdóname —suplicó y en el momento que nuestros ojos se encontraron sus labios se fundieron con los míos en un beso tan abrasador, un jadeo escapó de mis labios al sentirlo aferrarse a mi profundizando el beso.
Hace días hubiera adorado ser besada por él, hubiera enredado mis brazos alrededor de su cuello para atraerlo a mí y en lugar de eso lo empuje, sintiéndome tan asqueada de mi misma por haberme caído en su juego.
“¿Por qué debo ser yo quien caiga? No. El que debería caer es Kaidan McDonall”.
El corazón me dolía y era tan profundo mi desosiego. Debía terminar con esto, ya no podía más. Si seguía así terminaría por perder una parte de mi misma.
—Me cansé de esto. —sentencié con lágrimas en los ojos.
—¿D-de que hablas? —habló con un tono nervioso.
—De esto, nosotros. De tener que perseguirte, de rogarte. Me cansé.
—Sabina… —él intentó tocarme pero me aparté, mirándole con tanta la frialdad y eso lo sorprendió.
—Al final conseguiste lo que tanto querías Kaidan. Me alejaste de ti. —vi como el dolor se reflejó en sus ojos oscuros, pero no me importó. —Se feliz Kaidan, no volveré a buscarte nunca más. No puedo estar con un hombre que es de todas
—¡No es así!
—Por años Kaidan demostré tener sentimientos por ti. Sabías que yo te amaba y me tiraste ese amor a la cara. Si en realidad me aprecias aunque sea un poco, déjame ir porque no soporto verte. —su agarre se aflojo y cuando al fin me soltó no dudé en alejarme de quien más daño me había hecho.
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KAIDAN.
Tuve que dejarla ir. Ella tenía razón en todo, fui un imbécil de principio a fin con la mujer que amaba.
—Es cierto lo que dijo, cada una de sus palabras. Ignoré su amor y jugué con sus sentimientos.
—¿Y ahora qué harás? —preguntó Adam.
—En primera estanca, dejar de ser un completo imbécil.
—¿En segunda? —replico Robert.
—¡Lograr el perdón de Sabina Berfor!
—¿Ya no buscarás su amor?
—Me conformaré con su perdón, por ahora...
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Editado: 02.04.2022