SABINA
Nuestro padre no era un hombre convencional en lo que se refería a la crianza de sus hijas, en vez de querer que nos centráramos en actividades que eran consideradas solo para mujeres como la costura, reuniones, etiqueta y baile; nos hacía involucrarnos en sus negocios. Pedía nuestra opinión cuando un contrato para una nueva empresa se le presentaba y teníamos una actividad favorita de padre e hijas, la cual era el boxeo, un ejercicio bastante útil para nuestra defensa personal.
Había un salón especial de la casa que estaba ambientado para ello, teníamos nuestro propio cuadrilátero. Mis hermanas y yo nos vestíamos con pantalones, camisas sueltas y andábamos descalzas para poder entrenar.
—Mantén la defensa en alto hija, no bajes los hombros. —le pidió papá mientras peleaba contra Romina.
De nosotras tres, Romina era la única que había logrado vencer a nuestro padre tres veces ya, hoy parecía ser la cuarta vez consecutiva, sin que padre se lo esperaba Romina se agacho para esquivar su gancho derecho, dándole un golpe contra el estómago y con un duro puñetazo mandar al piso a nuestro padre .
—¡Eso es Romina! —exclamé aplaudiéndole a nuestra hermana.
Papá aceptó su derrota con una sonrisa, se levantó del suelo; luego fue mi turno. Me tocó a mí verlo frente a frente, le sonríe.
—¿Lista mi niña? —preguntó mi padre con seriedad.
—Siempre.
A pesar de que éramos más alta que la mayoría de las mujeres, nuestro padre seguía siendo un hombre más pesado, alto y musculoso por lo cual había que ser ingeniosa para llegar hacerlo caer. Papá no avisaba, solo atacaba y mientras peleábamos señalaba lo que estaba en mal mi postura, mi defensa, la manera en que intentaba darle un golpe. No era tan dada a la violencia, tampoco tan rápida como Romina por lo cual padre pudo dominarme inmovilizándome contra el piso. Pasaron tres horas cuando por fin terminamos de entrenar, el reloj ya había marcado las dos de la tarde y era la hora del almuerzo. Todas estábamos sudadas y asquerosas. Después de lavarnos y vestirnos para el almuerzo, notaba como Eliana había estado más callada.
“Debe ser por todo ese asunto de Adam, la debe tener distraída”.
—Ese beso con Adam te tuvo que dejar por las nubes para que estés así. —bromee con ella, mientras bajábamos las escaleras.
—¡Cállate, no es por él!
—¿En serio? ¿Entonces por qué? —preguntó Romina con una ceja levantada. Nos detuvimos al final de las escaleras.
—Porque... porque...
—No hayas que excusa inventar Eliana —dije riéndome.
—¡No puedo con ustedes fastidiándome! —espetó caminando en dirección al comedor sin siquiera voltear a mirarnos. Miré a Romina y las dos nos reímos.
—Está tan afectada por Adam, primera vez que la veo así. Es hasta preocupante viniendo de ella. —comenté.
—Si te soy sincera siempre pensé que ella estaba un poco enamorada de Adam cuando éramos niñas, pero él siempre la repelió y sabes cómo es nuestra hermanita cuando se siente rechazada.
—Correspondió los malos tratos de la misma forma, insulto por insulto. —respondí divertida —Ahora mírala, sin saber que hacer por un mugriento beso
—Según sus palabras no fue un “mugriento beso”.
—Eliana se ha vuelto las más interesante de las tres…
///////////////////////////
Luego de algunos días, en una de las reuniones sociales donde toda nuestra familia tuvo que asistir volvimos a encontrarnos con los Bonet, había una clara incomodidad entre Eliana y Adam que no lograban disimular. Cualquiera se daría cuenta que ese par de tarados no podían ni mirarse a los ojos. Si querían pasar desapercibidos, no lo estaban logrando, además también se encontraba en el salón la pequeña viborita de lady Felicity.
Ignoré a la rubia, romina actuó de distracción haciendo que Robert la sacara a bailar en la primera pieza, mientras yo tuve que llevar lo más apartado de la pista a la pareja de tontos que no sabían disimular.
—Par de tarados deberían disimular un poco si no quieren que Robert note que algo pasó entre ustedes —dije haciéndolos sonrojar.
—¡Se lo contaste Eliana! —replicó Adam, dirigiendo su mirada furiosa hacia mi hermana.
—Por supuesto que sí. Son mis hermanas, ¿qué esperabas? Nos decimos todo lo emocionante que nos pasa en la vida —Adam parecía querer matarla.
“No sé si era solo yo, pero esto dos se comportaban de tal manera que producían muchísima risa”.
Adam se enfadó y se alejó de nosotras.
—En serio, es tan infantil algunas veces —se burló mi hermana sin dejar de mirarlo hasta que se perdió de su vista y una persona familiar se acercó a nosotras en su lugar.
—Que sorpresa verlas aquí, señoritas Berfor. Lady Sabina sigue igual de bella.
—Y usted encantador como siempre lord Lombrad. —no fue un sorpresa ver a Nicolas aquí cuando ya había hablado con anterioridad con él sobre su asistencia esta noche.
Eliana nos miró con una sonrisa y se fue para dejarme hablar con él. Me sujeté del brazo de Nicolas para llevarlo fuera del salón, hacia la puerta que conectaba con el jardín de la residencia. Los invitados no prestaban mucha atención en nosotros, nos detuvimos en el umbral de la puerta para que la brisa fría me refrescara un poco. El calor de adentro lo sentía sofocante.
—Tu hombre volvió a amenazarme. —enfatizó Nicolas.
—¿Disculpa?
—Kaidan McDonall.
—Ah, ese… —reí —Él no es mi hombre.
—Pues se comporta como tal.
—Es solo un imbécil.
—Que se muere de amor por ti.
—Dudo que lo que sienta por mi sea amor. Busqué por años que me lo demostrara, no tienes idea de cómo lo perseguí hasta el cansancio, Nicolas. Ahora las cosas se han invertido y aunque me llena de satisfacción verlo arrastrarse por mí… en el fondo no creo en su amor.
—Pero sigues amándolo. —traté de contenerme al sentir que mis ojos picaban. No iba a llorar frente al francés.
#837 en Otros
#164 en Novela histórica
#275 en Humor
celos amor peleas enemigos, amor desilusion encuentros inesperados
Editado: 02.04.2022