Cuatro años antes...
Luke Kennedy, alcalde de Manhattan, se quedó mirando a la hermosa joven de ojos verdes con la cual había chocado, parecía desesperada y un deseo de ir por ella se le instaló en la mente, aunque rápidamente descartó aquella idea tan absurda.
No podía ir por la vida deteniendo a cualquier extraño. Volvió a mirar una vez más por dónde se había ido la hermosa mujer de pelo rubio, sintiendo nostalgia.
Esa mañana había ido a cerrar unos negocios con unos socios italianos, pero sus propuestas no lo habían complacido, así que los rechazó.
— Señor Kennedy— le llamó su asistente mientras iban en el auto de camino a la oficina.
— Dígame— contestó mientras seguía escribiendo en su portátil.
— Alcalde, me temo que tenemos una emergencia, su esposa está en el hospital, dicen que es muy grave— le informó.
¿Gabriela en el hospital?
Se suponía que su esposa andaba de vacaciones en alguna isla caribeña derrochando su dinero con sus frivolidades.
— Vamos a ese hospital, de inmediato — exigió a su chófer.
Veinte minutos más tarde, el poderoso empresario y político entraba por las puertas del hospital, seguido por un grupo de hombres de seguridad.
Fue recibido por el Doctor Robles, quién le informó sobre el grave estado de su esposa.
— La señora Kennedy, llegó con una herida en la parte occipital del cráneo de alta gravedad, además de fuertes golpes en todo el cuerpo, producto del accidente automovilístico — le empezó a explicar el galeno.
— ¿Accidente automovilístico?
— Sí, tal parece que su esposa manejaba a una alta velocidad, además de que llevaba una fuerte cantidad de alcohol en su organismo. Hemos hecho lo humanamente posible por establecerla. Gracias a Dios pudimos salvar al bebé, aunque tendrá que permanecer en el hospital por varios días hasta que su pronóstico mejore.
— ¿Bebé? ¿De qué diablos usted habla?
El médico miró al político extrañado, se suponía que aquel hombre debía saber el estado de su mujer.
— La señora Gabriela Kennedy, ingresó a la emergencia de este hospital, con un embarazo de ocho meses, tuvimos que practicarle una cesárea de emergencia para poder salvar al niño.
¿Gabriela estaba embarazada?
— Jamal — gritó a su asistente, quien permanecía detrás de él.
— Sí, señor Kennedy— respondió apurada, abriendo la libreta.
— Necesito una fuerte investigación de lo que estuvo haciendo mi esposa en los últimos ocho meses— demandó.
— Ahora mismo me comunico con el investigador señor.
El doctor Robles estaba pasmado mirando la escena.
— Doctor Robles, necesito hacerle una prueba de ADN a ese niño — requirió.
— Podemos hacerlo hoy mismo, el resultado estará disponible mañana mismo — le dejó saber.
— Dirá que soy un hombre irresponsable, tal vez me cree un mal hombre, pero la realidad es que mi mujer ha estado desaparecida por ocho meses — confesó.
— Mi mujer me abandonó hace ocho meses, para vivir su libertad...
Observaba a través del vidrio la habitación donde estaba aquel bebé que había nacido antes de tiempo. No había querido tocarlo, tal vez ese niño no fuera suyo. No era la primera vez que su mujer desaparecía y se iba con amantes.
No había querido informarle a su familia, ni a nadie acerca de lo acontecido, aunque era cuestión de horas para que los medios de comunicación explotarán con la noticia.
— Luke— le saludó el doctor Robles a la mañana siguiente, dándole una carpeta azul —. Estos son los resultados de las pruebas de ADN.
— Muchas gracias por su diligencia, doctor, estaré agradecido con usted siempre — dijo abriendo los resultados.
Leyó los resultados y su corazón se puso de piedra al leer que aquel niño y él, tenían un noventa y nueve por ciento de compatibilidad en su ADN.
Era padre.
Y su esposa no le había informado de aquello.
Dios mío, era padre y no estaba preparado para eso.
— Luke, debo informarte algo — dijo con voz sería, el médico.
— ¿Qué pasa doctor?
— Siento mucho darte esta noticia...tu esposa acaba de fallecer. Su cuerpo no resistió la gravedad de las heridas. Mi más sentido pésame.
Luke cayó de rodillas en el piso.
No amaba a Gabriela, hacía mucho tiempo que ella se había encargado de destruir todo lo bueno que tuvieron juntos, pero su muerte dolía y dolía mucho.
Y él, llevado por el rencor, no se había dignado ni siquiera a ir a verla.
Observó a través del vidrio al pequeñito que movía sus manos en la incubadora, sintiendo su alma partiste en pedazos.
En un mismo día, Luke Kennedy, uno de los políticos más importantes de la gran manzana y futuro presidente del país, se había convertido en padre y viudo.
Todo en un mismo día.
Vio su cuerpo inerte sobre la camilla, su cabellera negra aún lucía brillosa. Si extendiera la mano y tocara las hebras, estaba seguro de que se sentirían suaves como el terciopelo.
Su piel de porcelana, aún tenía un tinte rojizo, pese a los golpes en el rostro, se podía observar de lejos que Gabriela Kennedy, había sido en vida una de las mujeres más hermosas del mundo.
La mujer que él había amado más en el mundo después de su madre.
— ¿Por qué, Gabriela? ¿Por qué me hiciste esto? — farfulló destruido tocando una de sus manos, se sentía fría.
El alcalde quiso llorar, pero las lágrimas no salieron en ese momento.
Ella se fue y lo abandonó, ¿Por qué llorarla?
«Por los recuerdos, por todo lo vivido» se dijo a sí mismo.
— ¿Tan mal marido fui?, te lo di todo y más — hablaba a su piel inerte, la que pronto se pudriría, porque su alma ya lo estaba ahí.
—Alcalde— le llamó su asistente—. Su familia y la prensa esperan por sus palabras.
Maldijo mientras se giraba para enfrentarse a su equipo de seguridad.
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Editado: 09.01.2024