Me encuentro sola en el pasillo. Probablemente ya haya sido efectuado el cambio de materia mientras me encontraba en la enfermería, pero no me he enterado de nada. Miro mi relej, temiendo haber dejado plantada a Dalia, pero en cuanto veo la hora me tranquilizo. Todavía faltan un par de minutos.
No sabiendo si Demián realmente decía la verdad y alguien me espera en la oficina de la rectora, o solo quería verme la cara de estúpida, me acerco a la puerta con cautela, cuando del otro lado escucho la voz animada de mi padre. No dudo ni un segundo en abrirla.
—Enya, ¿Cómo estás, mój mały rudzielec?
Dejo que papá me abrace fuertemente antes de separarme y regalarle una sonrisa de boca cerrada, intentando tranquilizarlo.
—¿Estas bien, preciosa? —él pregunta en cuanto ve la venda.
—Si, si, solo me golpeó un balón —digo, separándome de él—. No fue nada grave.
—Pero te desmayaste —me recuerda.
Suelto un suspiro, pero por más que lo sepa no le puedo decir a mi padre que la razón por la cual ahora no aguanto ni un pelotazo es por mi nueva "dieta".
—Habrá sido porque salí de casa sin desayunar —miento fácilmente, pues teóricamente no desayuné.
—¿Saliste de casa sin desayunar?
—Es que...
—Nada de excusas. Debes comer bien.
—Lo sé —murmuro por lo bajo.
Mi padre y yo salimos de la oficina de la rectora —luego de haber recibido el visto bueno de la misma para irme y volver al día siguiente, pero esta vez desayunada—, y cuando nos encontramos dentro del vehículo, él me mira, sonriente. Yo conozco esa sonrisa. Es la misma sonrisa que me dio cuando me dijo la noticia de que podía ir al club de lectura los sábados cuando iba a la secundaria.
—De nada te sirve saberlo si no lo haces, así que mientras no comas bien, no te permitiré ver a Dalia ni ir al programa de Eleonor Huston.
—Lo siento, papá, ya te dije que... Espera, ¿el programa de Eleonor Huston?
—Si, hablé con tu madre y llegamos a la conclusión de que sería bueno que fueras a promocionar una prenda exclusiva que llevará tu nombre.
—¿Enserio? ¡Ah! Dalia morirá de felicidad cuando lo sepa... Oh, ¡Dalia, papá! Quedamos en comer juntas.
—Pues llámala y explícale que debes irte.
—No quiero dejarla sola —murmuro. Sé muy bien que, a pesar de ser muy alegre, Dalia no suele hacer amigos fácilmente.
—No te preocupes, solo será por hoy. Además, conseguimos dos entradas. Una para ti y otra para ella.
Me pongo una mano en el pecho dramáticamente.
—Ya puedo morir en paz.
Mi padre ríe, y a partir de eso seguimos el camino a casa entre risas y chistes.
Puede que a mi jamás me haya interesado tanto ir a ese programa —es más bien un evento en el que las celebridades invitadas toman un turno para ser entrevistadas por la gran presentadora del programa Nuevas estrellas, Eleonor Huston—, pero a Dalia siempre le ha hecho ilusión ir, así que estoy segura de que le encantará estar ahí.
Para el programa todavía faltan cuatro días, así que tengo bastante tiempo para prepararme física y mentalmente, pues he visto un par de entrevistas de ella, y si bien jamás pregunta nada de manera vulgar, siempre encuentra la manera de sacar tus más sucios secretos por tu propia boca. Y eso me da miedo.
Salgo de mis pensamientos cuando el auto de papá entra al parqueo y oigo los fuertes aullidos de Blue. Me desmonto, y luego de que Jennifer me entregue una bolsa de hielo para el golpe, subo a la segunda planta con Blue siguiéndome. Últimamente está muy apegada a mí, cosa que pasará factura el día que me vaya por las ocho horas completas de clases a la universidad.
Me quito los zapatos y me siento en la silla que hay en mi balcón. Balcón que hace poco me enteré da justo frente al balcón de Demián.
Todavía se me hace extraño saber que él siempre estuvo viéndome, aunque yo no podía hacerlo.
Aparto la imagen de Demián y ese momento extraño con él de mi mente, y luego de desmaquillarme tomo el libro que estoy leyendo ahora mismo y me dispongo a perderme en él, cuando oigo a Blue desgarrar algo dentro de la habitación.
Suspiro y la ignoro.
¿Para qué ir, si probablemente ya destrozó mis zapatos?
· · ·
Me despierto por el sonido de un cortacésped. —¿Cuándo me dormí?—. Froto mi ojo lo más delicadamente que puedo, y estoy por quitar el libro de encima de mí, cuando noto que tiene un par de hojas dobladas en la esquina superior.
Suelto un pequeño bufido de fastidio. Odio que eso pase.
Luego de evaluar el daño con la vista, intento desdoblarlas, cuando algo llama la atención delante de mí. Es Demián. Está en la zona fronteriza de su jardín con el mío, lleno de césped verde regado por todo su cuerpo y con una camiseta muy ajustada.
Me pregunto si después de cortar el césped se tira en el suelo, porque de otro modo no entiendo por qué siempre termina así de sucio.
Sabiendo que, ya que él está en un lugar visible a Nessa no le hará gracia también verme afuera o cerca de donde él se vea, por lo que empiezo a calzarme mis sandalias, cuando de la nada Demián se saca la camiseta que lleva puesta y empieza a aflojarse el jogger, dejando a la vista la goma elástica de su ropa interior.
Por todas las vírgenes... Digo, ¿qué?
Intento salir corriendo de aquí y terminar con este momento incómodo, pero cuando me dispongo a cruzar la puerta corrediza de mi habitación, choco con ella con tal fuerza que me mareo un poco.
¡Estaba abierta cuando me dormí!
—¿Todo bien, Callahan?
Miro hacia abajo, dispuesta a agredirlo verbalmente sin razón alguna, cuando me topo con su torso desnudo y su mano en el elástico de su jogger negro.
—S-si.. —digo, sobándome la frente—. Solo no vi la puerta.
En vez de preguntarme si me siento bien o al menos si me hice daño, como haría todo buen vecino, Demián empieza a reírse con fuerza.