Muevo la solapa del libro de un lado a otro, aburrida de tanto esperar.
—Moriré de aburrimiento antes de que el pequeño Jefferson tenga su propio libro —me quejo en voz alta, dejando la solapa tranquila.
Dalia se tapa la cara con un libro y suelta un bufido, mientras se tira de espaldas a mi cama.
—Moriremos, Enya. Moriremos.
Miro la hora y hago una mueca. Casi dos horas tarde, eso debe ser un récord de tardanza.
Bueno, dudo mucho que lo gane ella. Conozco a alguien que tarda más en todo y no les voy a decir quién soy.
Ahora mismo Dalia y yo nos encontramos esperando a una compañera de laboratorio con la que deberíamos estar haciendo un proyecto. Deberíamos... Creo que entendieron nuestra cuestión. Ella no da señales de vida.
—¿Le diste la dirección bien? —vuelvo a preguntar lo mismo de hace quince minutos.
—Sí.
—¿Y la hora?
—Ella la eligió. Sabe a qué hora quedamos.
—¿Y por qué no está aquí?
—El peinado es por vaga, no por bruja, Enya.
Me siento en la cama y en lo que llega la chica me quedo jugando con Blue un rato. No tengo más opción, no moriré a temprana edad por desesperación y/o aburrimiento. Luego de quince minutos, por fin la chica le habla a Dalia por mensaje.
—Ya me escribió. Dice que está abajo. Iré abajo ella —murmura Dalia, mal humorada.
Si hay algo que le moleste a Dalia al punto de que pierda las ganas hasta de respirar, es que las personas no sean puntuales y que jueguen con su valioso tiempo. No pasa mucho tiempo antes de que la puerta se abra suavemente, dándole paso a una Dalia ya más tranquila.
—Ya está aquí. Shadasi, ella es Enya.
—Realmente mi nombre es Sadashi —le corrige la chica antes de verme. En cuanto lo hace, la cara de la chica cambia completamente. Parece más tranquila de alguna forma, lo que me hace pensar que le tranquiliza por fin ver una cara conocida en un país que no conoce—. Vaya. Así que aquí estuviste todo este tiempo. A propósito, me quedé esperando tu llamada.
—Discúlpame, Sadashi —me excuso—. Me chocó un auto —murmuro con vergüenza.
Ella hace una mueca mientras se sienta donde Dalia le indica.
—Lo lamento mucho. No lo sabía.
Le quito importancia mientras me río.
—No importa. Es agua pasado. Oh, y quiero presentarte a mi mejor amiga. Dalia, Sadashi. Sadashi, Dalia.
Dalia la saluda fríamente.
Creo que le costará un poco más bajarle el mal humor a Dalia.
—Vinimos a hacer algo, así que empecemos —Dalia detiene a Sadashi antes de que pueda decir algo—. Enya, háblanos sobre qué debe tratar nuestro proyecto.
· · ·
Al terminar nuestro proyecto, lo divido en tres pendrives. Cada una tiene su respectivo trabajo allí para que podamos repasarlo en la semana y que nuestra presentación sea impecable. Me despido de Sadashi, y luego de recordarle mil veces que memorice su trabajo, la dejo irse, pero antes de marcharse, ella me detiene.
—Lo siento mucho por lo de llegar tarde.
—No te preocupes. Seguro te habrá surgido algo.
Sadashi se carcajea, pero algo en su risa me da escalofríos.
—Yo...no tengo muchas amigas, ¿recuerdas? —asiento en silencio—. Quiero una segunda oportunidad, pensé que la tendría mañana, pero terminamos el trabajo en tiempo récord, así que ¿qué tal si vengo mañana y traigo galletas caseras? Me encantaría conocerte más. Y a Dalia también, claro.
Dudo, pero conociendo ese sentimiento de sentirte excluida entre una multitud de personas, termino por aceptar.
—Está bien.
—¿Entonces mañana a las seis?
—En la noche no puedo, pero ¿qué tal a las tres de la tarde?
Sadashi niega. —A las tres es muy temprano. Hay mucha luz.
—¿Y para qué quieres que esté oscuro?
Ella vuelve a reír, y pronto entiendo que está incómoda.
—Yo...no importa. Pensaba escaparme de casa, eso es todo. Pero mejor a las tres, si así te sientes mejor.
Nos terminamos de despedir en un extraño ambiente tenso. No sé si estar más preocupada por su comportamiento reciente o por la presentación del trabajo. Y no es que no confíe en que es inteligente, pero su actitud despreocupada me tiene nerviosa. No quiero otra sorpresita como con la presentación con Demián.
Y hablando de Demián...
En cuanto cierro la puerta completamente, subo las escaleras lo más rápido que me permite mi yeso solo para poder hablarle a Dalia de las tonterías que me han estado pasando las últimas horas por la cabeza. Y de las tonterías que hice esta mañana por hacer por primera vez lo que siento hacer.
—Dalia, Dalia... —entro a mi habitación, llamándola. Ella se encuentra en el baño, y cuando me oye llamándola, me grita que puede oírme—. No me vas a creer. Hice algo muy loco.
—No me digas —grita—. ¿Saliste embarazada de un desconocido cuando fuiste a una fiesta en Las Vegas?
Frunzo el ceño.
—Creí que nunca diría esto, pero mucho Booknet por hoy.
Dalia abre la puerta solo para echarme un poco de agua con su mano. Después de eso, la cierra y sigue con lo suyo.
—Sigue contándome el chismecito, Pelirroja. Te estoy oyendo.
Suelto una carcajada ante la necesidad constante de Dalia de un chisme recién salido del horno, o una buena taza de café fuerte con observaciones y críticas sobre todo lo que nos pasa en el día.
—Es sobre algo que pasó hoy...en la mañana, para ser más precisos.
—¿En la mañana? No me llega nada a la cabeza... Oye, no estarás hablando de que tuviste un sueño hume...
—¡No! —la corto. ¿Por qué siempre dice eso? ¿Tan podrida estoy ante sus ojos?—. Es sobre, Demián.
—¿Qué pasó? Oh, espera... ¿Estás enamorada? ¡Sí, sí, lo sabía!
—No —niego—. Espera... ¿O sí lo estoy? ¡Carajo! Sabía que tenía que hacerle caso a Jace. Él muy bien dijo que amar es destruir y ser amado es ser destruido —murmuro rápidamente sentándome en la cama.