Solange, sentía aquella dulce esencia pero su elegido estaba muy lejos, así que no podía descifrar que aquel olor, era el característico de su elegido. Aún así, sentía una angustia en su pecho y una desesperación que la frustraba.
—Me debo ir, mañana nos vemos en el consejo —se despidió de Daniel con el que pasó demasiado tiempo hablando.
Salió del hospital y recorrió la manzana para ver si aquel olor se intensifica, ya que no era tonta y tenía la idea de que podría tratarse de su elegido, pero la esencia desapareció, así que se fue hasta donde vivía su padre para avisar que el Ángel estaría con ellos al día siguiente.
—Pensé que no vendrías —dijo Alma, ella estaba sentada en el sillón, leyendo una novela mientras tomaba café.
—Yo igual —rió nervioso, sin siquiera saber la razón de por qué se sentía así—. Salí del hospital y me senté en una banca, a ver pasar autos, no sé, me sentía triste pero al mismo tiempo, quedarme ahí, me dio paz; creo que se debe a lo difícil del trabajo.
—Si, entiendo. Hice filete de res y ensalada, espero te guste —dijo, Alma mientras sonreía pensando en que quiso pero jamás se imaginó cocinando para alguien que no fuera ella misma.
—Gracias, mañana hago yo el desayuno —ella dio un sentimiento de cabeza y siguió con su novela.
Parecían una relación de ancianos que solo se hacían compañía porque ya no sentían aquella pasión de fuego que quemaba. Ellos no estaban viviendo una relación fogosa como se suponía que debía ser cuando uno estaba recién viviendo juntos y joven, pero ambos no querían darse cuenta de que por más que se quisieran y gustaran, sus sentimientos estaban hechos un revoltijo. Se llevaban bien, se sentían bien, les gustaba estar haciéndose compañía pero a la hora de querer tener intimidades, no era como si se desearan de manera apasionada.
—Me llamo Valeria —informó Alma, dejando su novela a un lado, Alan estaba comiendo pero le ponía atención—. Me ha dicho que este domingo, va a venir con una amiga, me dijo que invitara a Daniel pero también invitaremos a Sabrina. Espero que puedas apoyarme con los preparativos; quiero que cocinemos algo y compremos algo de licor.
—Si, me parece genial, cuenta conmigo.
Al día siguiente, Alma estaba en el hospital, trabajando arduamente junto con Sabrina. Pero en toda la mañana el cirujano no se había aparecido y la joven humana moría de ganas por saber la razón de su falta al trabajo pero por orgullo y dignidad no le preguntaba a Sabrina.
—Mira, necesito una copia de este ultrasonido y ahí no más, ve al laboratorio y pide unos resultados a nombre mío.
—Pero, ¿será que me los den? —pregunto porque los resultados solo se los daban a los enfermeros del médico o médica encargada del paciente.
—Si, son míos, los lleve yo misma, no he ido con ningún médico —sonrió Sabrina algo nerviosa pero aparentando estar bien.
Después de un asentimiento, la joven se fue a hacer todo lo que la mujer le mandaba. Fue a sacar las copias y luego pasó por el laboratorio, a como Sabrina había dicho, se las dieron sin problemas.
El papel decía "positivo" y por instinto, Alma sintió miedo de que fuera algo grave porque aunque Sabrina lo disimulaba, la joven llegó a descifrar el nerviosismo. Quería entender de qué se trataba aquel resultado de examen que tenía letras en mayúsculas que eran el nombre del examen pero ella no sabía nada de medicina, tampoco era parecido a los que ella se había realizado, se fijó para ver si era de VIH pero no, esos los conocía porque se hacía uno cada año, porque era donante de sangre, así que sintiendo miedo y preocupación por su amiga, le entregó el papel algo nerviosa.
—¿Qué tienes? Ahí dice "positivo" dime que no es algo grave, dime que tiene cura.
Al ver aquella preocupación, Sabrina sintió ternura de saber que tenía a una amiga, una jovencita que estaba casi llorando por ella, eso era hermoso de ver.
—No, no me voy a morir, tranquila —sonrió, Sabrina—. No pasa nada. Luego te hablo de esto, ahora, vamos a ordenar esto.
—El domingo vamos a reunirnos, ¿vienes?
—Claro, claro que sí.
—También pensaba invitar a Daniel pero ni lo he visto —dijo con intenciones de saber dónde estaba, ya que para invitarlo solo debía escribirle pero no podía llamarlo para preguntarle dónde se encontraba. Sabrina notó las intenciones de la humana, era como si lo supiera todo, tenía un don de saber lo que sentían los demás.
—Me dijo que cancelara todos sus pendientes y solo lo llamara para emergencia, dijo que pasaría todo el día con Solange, la joven de ayer, creo que ahí hay algo, los miro muy juntos.
Como toda bruja, todo lo había dicho con intenciones de provocar muchos celos en la joven y su objetivo era que su jefe, notara los celos de la joven y así ambos se dieran cuenta que entre ellos había algo, algo que ella notaba pero ellos no porque se hacían los tontos. Claro, Sabrina no sabía que el Ángel, si aceptaba los sentimientos por la joven humana pero no lo declaraba por miedo.
—Pues, en la tarde le digo de la invitación, iré al cuarto de descanso, me tomaré quince minutos.
—Bien —sonrió Sabrina. Mientras la joven se alejaba, la secretaria expandía aún más, aquella malévola sonrisa victoriosa.