ERASE UNA VEZ… CUANDO TODAVIA CONFIABA (parte III)
Habían transcurrido cinco días después de aquel suceso, para algunos era algo caótico, por lo cual el responsable debía de ser castigado, pero para otros aquello era un milagro, ya que al haber salido vivos y haber obtenido aquellos dos poderes milenarios, no podía ser diagnosticado de otra manera. Pero no todo lo que brilla es oro, es una frase muy celebre entre los mortales, ya que este material puede ser en muchas ocasiones falso.
Centro de tratamiento médico angelical
Cuarto de Enfermería
Encargado: Ángel Samuel
- ¿Cómo va la mejoría de estos chicos? – preguntaba un ángel que vestía lo que parecía un traje médico.
- Todavía no podemos comprender lo que está sucediendo señor – decía otro ángel que se encontraba en el centro medico al servicio del ángel Samuel – estos chicos llegaron muy malheridos y casi al borde de la muerte – y rascando su cabeza y con una mirada algo confundida – pero… – y dando un suspiro – están haciendo un enorme desastre en la habitación de enfermería – y con una sonrisa de alivio – ellos están bien señor – y abriendo una puerta vieron a aquellos dos jóvenes jugando y riendo como si nada hubiera pasado.
- Behemont… quédate quieto pequeño bastardo – decía Artimedez mientras evitaba que su compañero le arrebatara lo que parecía una galleta - ¿acaso quieres que te patee el trasero? – y manteniendo a su compañero lejos de su galleta, continuaba comiéndola.
- No seas tacaño Artimedez – decía aquel joven que, a pesar de ser evadido, continuaba su lucha en conseguir aquella galleta – todavía tengo hambre amigo – y sonriendo de manera feliz aquellos dos jóvenes parecían haber olvidado lo que hace cinco días casi les arrebata su vida.
- Parece que estaba preocupado por nada – decía alguien que se mantenía a la distancia – ya no estoy para dar este tipo de clases – y mientras decía estas palabras, rascaba su cabeza y se recostaba en la pared – creo que llego la hora de mi retiro, esta será la última promoción de ángeles elites que entrenare – y levantando la cabeza, poniendo su cara más hostil y con una mirada aterradora comenzó a caminar hacia la habitación de aquellos dos jóvenes y una vez estando frente a aquella puerta, levantando su pie y de una manera violenta, abrió la puerta con una fuerza muy devastadora, asustando a los ángeles que asistían a aquellos jóvenes.
- Pero ¿qué demonios te sucede? – decía aquel ángel que revisaba los cuerpos de los jóvenes y que por la llegada tan violenta de aquel general termino en el suelo algo asustado - ¿acaso esta demente? – no ves que estas en el área de enfermería, aquí tus leyes no son bien recibidas.
- Tu mantente en el suelo Samuel… esto no es asunto tuyo – y mientras decía estas palabras lanzaba una mirada agresiva hacia estos dos jóvenes que parecían no comprender la situación en la que estaban – por lo que puedo ver… ustedes dos ya están de maravilla – y acercándose a Behemont, lo observo completamente con una mirada analizadora – a pesar de no tener un brazo Behemont… todavía sigues siendo el mocoso que jamás comprende su situación – e intimidando a este logro que por primera vez este diera un paso hacia atrás – ¿y tú Artimedez?, ¿dejaste de ser la marioneta de este payaso? – y acercándose logro que este se callera de aquella camilla en donde se encontraba, parecía que por primera vez había intimidado a los dos insoportables reclutas y que parecían haber comprendido aquella situación, habían madurado y ahora comprendían que la no solo son chistes y bromas pesadas, sino que en un momento de descuido puedes perder mas de lo que te puedes imaginar – felicidades jóvenes, ustedes están graduados – y con un tono suave y una sonrisa conmovedora se acerco hacia aquellos dos jóvenes y los abrazo, y sin previo aviso antes de que ellos reaccionaran, las lágrimas comenzaron a brotar por parte de aquel general y abrazándolos de una manera muy fuerte y paternal – estaba muy preocupado por ustedes par de idiotas – y abrazándolos cada vez más y más fuerte se podía notar la sinceridad en las palabras de aquel general – perdónenme por todo hijos míos… si ustedes hubieran muerte no sabría que hacer – y al terminar esta frase, una mano fue puesta en su espalda y con palabras muy tiernas y una sonrisa muy grande aquel momento seria recordado hasta el día de hoy por aquel joven que fue el único que expreso un agradecimiento sincero.
- General… hay angelitas aquí viéndonos – y en un tono chistoso aquellas lagrimas se tornaron en risas y todos los que allí se encontraban por fin pudieron comprender todo, hasta Samuel que parecía no aceptar en un principio la intromisión de su excompañero de reclutamiento, las lágrimas también brotaron de él.
- Cuando todos se enteren de esto… van a reírse un poco de ti Gago – y llamándolo por un sobrenombre de cuando eran reclutas, aquel general comenzó a reírse al escuchar que su amigo lo había llamado de esa manera.
- Tú dices algo de esto a los chicos y al próximo en meter a ese cuarto eres tú Samuel – y mientras decía esto, ambos se abrazaban y reían, aquel evento había quedado en el olvido, el dolor, el sufrimiento, la angustia, todo aquellos temores, parecían haber desaparecido o por lo menos eso pareció en aquellos días, donde las graduaciones estaban ya listas y los graduandos estaban preparados para obtener aquellos premios por lo que arriesgaron sus vidas, soportaron insultos y fueron humillados día tras día, su premio por haber concluido aquel ostentoso y riguroso entrenamiento estaba a un paso de ellos.