Un anhelo del corazón

CAPÍTULO 10

UNA LEVE INQUIETUD

“Te miré… y puedo jurar que no me quedaron ganas de mirar nada más.

En ese preciso momento, comprendí que los ojos siempre le pertenecen a la persona que los hace brillar”.

Sentada junto a Sindy, en la barra del pequeño café bar, Noelia contempla su bebida con la mirada distante y la mente ensombrecida de confusas cavilaciones. Es un lugar agradable con una iluminación tenue que crea una atmósfera íntima y relajada.

—¿Qué es lo que pasa? —le pregunta su amiga con el ceño fruncido—. Has estado todo el día así.

—¿Así cómo? —pregunta tomando un sorbo de su Manhattan.

—Distraída, con la mirada perdida —le aprieta el antebrazo con cariño—. En serio, Noe, ¿qué te pasa? Dime. Has estado en la luna todo el día.

Noelia inhala profundo y suelta el aire poco a poco.

—¿Quieres decir, aparte de estar metida en un lío que me puede llevar a la cárcel? —bromea sin humor. Sindy no sonríe y Noelia se torna un poco más seria.

—¿Es por Xandro? —recrimina su amiga—. ¿Lo extrañas, quieres ir a verlo?

Noelia se recuesta en la silla giratoria y expulsa el aire con cansancio.

—No, Sindy, no quiero verlo. Por lo menos, no por ahora. Anoche, cuando llegó, no sentí deseos de estar con él. Al contrario, me sentía molesta, enojada. No sé cómo explicarlo. Me ha dejado prácticamente sola en todo esto y aparece así, como si nada. Le dije que nos veríamos hoy solo para que saliera de la habitación. Y eso fue lo otro que me molestó, pretendía que él y yo… en la cama de su hermano —hace un gesto de desagrado.

—Es un cretino, qué bueno que lo estás notando.

—No lo sé, Sindy. Solo sé qué me siento extraña. Como si todo esto me sobrepasara y a Xandro parece no importarle nada, ni siquiera parece interesarle que va a pasar si todo esto se descubre.

—Ayer hablé con él cuando por fin me contestó el teléfono. Le dije que ese tal Andreas tenía la foto y me dijo que me estaba ahogando en un vaso con agua, que él tenía todo bajo control.

—Tal vez es así.

—No lo sigas defendiendo, por Dios, me desesperas.

Noelia sonríe y toma un sorbo de su coctel.

—No tienes por qué enojarte, mi Sindy. Sabes que yo siempre le daré a Xandro mi voto de confianza.

—No tienes remedio—. Sindy voltea los ojos y lanza una maldición entre dientes—. ¿Entonces? —pregunta intentando recuperar la calma—. Si no es tu maravilloso ex prometido, ¿qué es lo que te tiene así?

—Anoche… —Noelia se mira las uñas perfectamente arregladas—. Anoche… tuve un sueño bastante… —hace un gesto pensativo—. Bastante particular.

—¿Tuviste un sueño húmedo? —bromea Sindy, codeándola con picardía. Noelia ríe un poco y asiente—. Dime que fue con un desconocido de dos metros, musculoso, salvaje, lleno de tatuajes y dotado con miembro de unos veinticinco centímetros.

—¿Y al final de sueño me dejó paralítica?

Las dos jóvenes ríen divertidas.

—Bueno, por lo menos dime que no fue con Xandro —pregunta con un dejo de fastidio.

—Ese es el punto —su mirada se vuelve distante—. No lo sé.

—¿De qué hablas? No entiendo.

Noelia toma un sorbo más y Sindy bebe también de su copa.

—¿Recuerdas cómo conocí a Xandro? —Noelia la mira expectante esperando su respuesta.

—Cómo olvidar ese maravilloso momento —contesta con ironía.

—Sindy —la regaña.

—Está bien, no digo nada más, continúa. Recuerdo muy bien. Ese día cumplías años.

—Dieciocho años.

—Exacto —confirma Sindy—. Dieciocho años.

—Iniciaba mi primer año de universidad y se abría ante mí un nuevo mundo. Sabes que siempre fui muy sobreprotegida por mis padres y en esos momentos atravesaba una pequeña etapa de rebeldía.

—Lo recuerdo muy bien —sonríe Sindy con complicidad—. Fue una época divertida.

—Lo fue —asiente nostálgica—. Una de esas travesuras juveniles —hace un gesto de comillas con los dedos—, fue escaparnos en mi cumpleaños.

—Fuimos a ese bar del que tanto hablaban tus compañeros de universidad. Estaba de moda, en todo su apogeo y como era algo “inusual”, quisimos verlo por nosotras mismas.

—Recuerdo que esa noche estamos sentadas con un grupo de amigos, nos reímos de todo lo que pasaba en aquel lugar.

—Era algo de locos, las luces, el vestuario, la gente, todos aquellos aparatos extraños —ríe Sindy—, pero muy divertido —le guiña el ojo.

—No te lo discuto —ríe Noelia a su vez—. Y de pronto lo vi —su mente viaja de inmediato a ese preciso momento—. Estaba sentado en la barra, me miraba fijamente y para mí, el mundo a mi alrededor desapareció por completo.



#48 en Thriller
#20 en Misterio
#21 en Suspenso

En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 19.08.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.