Un par de días después de año nuevo, Andrea se reunió con su mejor amiga Diana, una chica morena muy romántica y enamoradiza. Le iba bien con los chicos gracias a su belleza y su buen carácter, pero tenía un pésimo gusto con el cual se fijaba en los peores chicos o, como decía Andrea, en los más feos por dentro y por fuera, es decir, que tenían malos sentimientos y un pésimo carácter, además de que eran feos físicamente.
—¿Qué tal ahora con el amor? —le preguntó Andrea mientras sacaba papa fritas del tazón tamaño familiar que compraron solo para las dos.
—Lo mismo de siempre. Con Bastián nada resulta porque vive lejos y se enoja por todo, además de que por la distancia se pone muy celoso.
—¡¿Cuántas veces te he dicho que no justifiques a ese ogro?! ¡Él se enoja incluso si muestras el antebrazo en una foto! Para él, lo ideal sería que salgas vestida como musulmana.
—¡No exageres! —exclamó riendo—, es solo que él es así, ¡pero te juro que ya no se enoja tanto como antes! Además que sí es entendible porque como vive en el sur nunca nos podemos ver.
—¡Deja de defenderlo! No es tu mejor opción. No puedo creer que dejes pasar oportunidades con buenos chicos que están cerca tuyo solo por pensar en ese de la octava región.
—Ya pero dejemos de hablar de mí. ¿Qué tal tú?, ¿tienes algún pretendiente?
—Lo mismo de siempre —contestó imitando a Diana—. Ya sabes que soy demasiado fea como para que un chico se fije en mí.
—¡No lo eres!
—¿En serio? —dijo incrédula—, pero ya, filo con eso porque tengo un plan para San Valentín...
—Más te vale que no incluya al santiaguino.
—¡Oye! Aprendes rápido de mi odio hacia Santiago.
—No es eso, solo que ya ni siquiera sé cómo decirle, así que como vive en Santiago aprovecho eso. Sabes que amaré la capital.
—Querrás decir al smog...
—¡Sí! Cacha que, cuando fui allá una semana por navidad y año nuevo, regresé y todo ese olor extraño de acá...
—Fertilizante y plantas.
—... me aturdieron. Me sentí como extraña con este ambiente, como si el aire del campo me hubiera hecho mal.
—Cariño, no es que te sintieras mal por el aire, sino porque cruzaste al venir acá pasaste por La Dormida y el cambio de presión fue muy brusco.
—¿En serio? Bueno, creo que eso tiene más sentido...
—Sí. Volviendo a lo que te quería decir, es que de aquí al catorce de febrero quiero conseguir pareja.
—Ay niña, no necesitas una pareja para pasar un buen San Valentín. Por ejemplo, yo lo pasaré con mi prima porque somos súper unidas.
—Pero ese es mi otro problema: siempre hay alguien antes de mí, así que sí estoy sola en esto.
—Ay pero creí que ese tipo de cosas no te interesaban.
—No es que esté buscando como desesperada una pareja para no estar sola, sino que quiero que alguien me regale comida ese día. Hay muchos chocolates en oferta por ese día y me tientan.
—Entonces cómpralos tú.
—¿Y el sentimiento de culpa? Si alguien me los regala entonces puedo decir que me los como para no desperdiciarlos, en cambio si me los compro yo se vería como glotonería.
—¿Y a quién le importa?
—Pues a mi mamá que es nutricionista. Ya sabes cómo se pone.
—No sé cómo le harás para conquistae a alguien si no te tienes fe en que eres bella.
—Escucha, tengo mis opciones, ¿ok?
—Entonces brindo porque te vaya bien en este plan.
Tras decir eso, Diana alzó su botella de jugó y Andrea hizo lo mismo con su lata de bebida, para posteriormente chocarlas.
Una vez que Andrea regresó a su casa, trató de recapitular con qué personas tenía alguna chance de salir el catorce, considerando que le gustara y que viva en la misma ciudad que ella:
«Intentos para conquistar:
1. Luis.
2. Camila.
3. Martín.
Si ninguno funciona, me tendré que resignar a comprar mis propios bombones y comerlos en el sillón de mi casa mientras veo un maratón de películas de romance que jamás me pasarán».
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Editado: 19.04.2018