Andrea solía ver a Martín en la iglesia. Se llevaban bastante bien y eran buenos amigos, pero lo cierto es que nunca sintió que él estaba a su alcance por el tipo de chica que le gustaban y su forma de ser con ellas, aunque fantaseaba con ser esa chica que marcaría la diferencia en la vida de Martín y por la cual el cambiaría, pero a la vez sabía que ese tipo de cosas solo pasaban en la ficción.
Por una extraña razón, siempre había algo que la impulsaba hacia él. Ya habían pasado por situaciones románticas que provocaron que ella creyera que podían tener algo, llevándola confesarle sus sentimientos un par de años antes. Él no supo cómo reaccionar, solo se petrificó y contestó secamente un "eh... ok", rompiendo así el corazón de ella. No lo culpaba, no tenía porqué hacerlo. ¿Qué culpa tenía él por no sentir lo mismo? Era imposible exigirle a alguien que amara a otra persona.
Durante bastante tiempo logró eliminarlo de su corazón, pero lo cierto era que sin su permiso solía rondar por su cabeza. Por más que lo negara y se interesara en alguien más, él volvía a su mente y su corazón se aceleraba cada vez que lo veía. Lo cierto era que aunque parecía haberlo olvidado, su corazón no lo había hecho a pesar de nunca haber tenido alguna razón para amarlo. Él solo podía ofrecerle su amistad y nada más.
—Quedan cuatro días para San Valentín —le dijo Andrea—, ¿conquistaste a una nueva chica para no quedarte solo?
—Yo no diría que es nueva —respondió contento—, sino que me funciono por fin.
—¿En serio? ¿Quién es la desafortunada esta vez?
—Querrás decir "afortunada".
—Salir con un ogro no me parece el mejor panorama ni de buena suerte.
—Di lo que quieras. Darías lo que fuera por tener una cita conmigo.
—¡Sigue soñando! —exclamó riendo.
—Mejor nos enfocamos en la realidad, porque no quiero tener sueños feos. Yo saldré con una chica en San Valentín y tú...
—Veré películas mientras como helado.
—¡Que bien! Combate la soltería con gordura... la mejor idea que se te ha ocurrido.
—¿Y qué más puedo hacer?
—¿Qué tal si solo sales con tus amigos y la pasas bien?
—Ya tienen planes.
—¿Todos?
—Supongo que sí.
—Chicos —les llamó la atención la mamá de Martín —, guarden silencio, el pastor está hablando.
Ellos contuvieron la risa y trataron de prestar atención. Andrea pensó en lo que él le dijo y se dio cuenta de que debía tacharlo de su lista de una vez por todas, total que con él nunca podría pasar algo.
Una vez que llegó a su casa, subió a su habitación y leyó el plan. La lista con sus tres opciones estaba al final, por lo que buscó un lápiz y tachó los nombres de los chicos, luego se quedó observando el papel y suspiró profundamente.
—Las cosas pasan por algo —susurró —. De todos modos este era un plan absurdo.
Se tiró sobre su cama y miró hacia el techo, aunque de todos modos no pensaba en que estaba viendo, como si hubiera decidido desconectar sus ojos del cerebro para solo centrarse en sus ideas. Ya no estaba en la realidad.
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Editado: 19.04.2018