Un halo de tristeza se posa en los ojos de Clara. Paula la escucha aunque se sabe la historia de memoria. Óscar y ella nunca acabarán juntos y ese es el quid de la cuestión. Por mucho que se empeñe en seguir detrás de él, la realidad es que Óscar sufrió, que se sintió el plan B de aquellas noches en las que los demás fallaban a Clara. Y tras discusiones y reencuentros, tras "ya no te quiero más" y "no eres buena para mí", Helena apareció en su vida como un rayo de luz en un día nublado. La vida siguió su curso, como el río sigue su cauce. Nunca nos volvemos a bañar en la misma agua. Ni Óscar ni Clara son los mismos de entonces.
Sin embargo, su compañera y amiga, batalla incansablemente por lo que cree que merece. Por muy tarde que haya tomado la decisión, a pesar de ser consciente de que debe cambiar para volver a captar la atención de Óscar, el tiempo no la detiene, sino que la empuja. No dejará que él se marche de su vida así como así, pues le demostrará que no es la mujer que él cree. Todos cometemos errores, se dice a sí misma Paula, mientras acaricia la cabeza de una Clara entregada a su propósito, pero derrotada en su interior. No puede comprender, todavía, que necesidad hubo, cuál era el fin de aquella escena. ¿Por qué Clara necesita estropear lo bueno que tiene a su alrededor? Pero la respuesta, como la pregunta, nunca es fácil. Clara vive en un mundo al que no todos pueden acceder. Y cuando acceden y desean permanecer en él, como en el caso de Óscar, ella los expulsa de manera tiránica, creyendo que así se reafirma como dueña y señora de su vida. No le necesita, no necesita a absolutamente nadie, pero se muere de miedo solo de pensar que lo va a perder para siempre. Que él no estará más a su lado, ni tan siquiera como amigo.
Paula conoce la solución, como los afortunados que han escuchado alguna vez las penas de Clara. Ella debe alejarse de él y dejarle ser feliz. Óscar ha tomado un camino que le ha llevado al lugar en el que se encuentra ahora.
El telefonillo de casa suena. Paula se levanta para comprobar, a través de la cámara, quién está llamando al piso. Sorprendida, decide dejar la puerta de casa entreabierta. Clara ni se ha molestado en preguntar quién es. Se escucha el sonido del ascensor. Se para en la segunda planta. Unos pasos se acercan y, de repente, se cierra la puerta. Clara levanta un poco la cabeza, con curiosidad. Frente a ella, Óscar. Él las mira:
-Siempre tenéis la misma cara, sois unas agrias.
Paula sonríe y comprende, sin que él diga nada, que hace aquí.
-Si vienes a humillarme ya puedes irte, no eres bienvenido.
-Clara, de verdad. No se puede ser simpático. Que vengo solo, ¿eh?
Clara se incorpora en el sofá. Lo mira, inspeccionándolo. Redirige sus ojos a la puerta cerrada, esperando que alguien la abra. Que Helena la abra. Pero todo se mantiene en silencio. Nada ocurre. Paula y Óscar esperan su abrupta reacción.
-Pues qué bien. Enhorabuena.
Y se vuelve a tumbar con el móvil entre las manos.
Paula agarra del brazo a Óscar y lo mete en la cocina. Decide hacer café (siempre viene bien) y Óscar abre la galería para fumar. Se enciende un cigarro mientras Paula coloca la cafetera en la vitrocerámica.
-Tus intenciones, como siempre, son buenas –dice Paula, con sinceridad- pero... Ya la conoces.
-El orgullo.-Responde Óscar.
-Evidentemente.
Se quedan en silencio, Paula observando la cafetera, Óscar apurando el cigarrillo. En el salón solo se escucha el teclado del móvil de Clara. La situación se parece, en cierto modo, a la que vivían cada vez que "la pareja" discutía por cualquier motivo. Paula sirviendo café, Óscar fumando, Clara buscando personas ajenas a las que contar el drama por WhatsApp. Paula se da cuenta de que no han cambiado del todo. La esencia permanece y, como las buenas historias, el final no siempre tiene porqué ser feliz. A veces, simplemente, es el final. Por mucho que intenten alargar lo inevitable.
-¿A qué has venido? -Pregunta Paula, mientras introduce las tazas en el microondas- Pensaba que Clara no era buena para ti.
-Y no lo es. Pero ya me ves, siempre regreso al lugar donde fui feliz. No muy feliz, tampoco te flipes –se ríen-, pero lo suficiente como para recordarlo con cariño.
-No creo que puedas ser feliz con Clara. No de la manera que queréis.
-Sabes que con estar a su lado me conformo. Y no quiero estar enfadado con ella eternamente. No en mi último año.
-Pero aunque sea tu último año... Nos iremos viendo, ¿no? Que terminemos la carrera no significa que nos vayamos a separar.
-Helena quiere dejar Barcelona.
A Paula se le derrama un poco de café en la encimera.
-¿Cómo?
-Que se quiere ir de aquí. Por Clara, vamos. Ella dice que no, que la ciudad la agobia. Le gustaría marcharse a un lugar más pequeño. Todavía no sabe si aquí o fuera.
-¿Fuera de...?
-Sí, Pau. Otro país.
-Pero esto hay que pensarlo bien. Tienes aquí a tu familia, tus amigos... Tu trabajo. Bueno, tu vida.
-Ya lo sé... Créeme que me costaría dejar la editorial porque estoy muy bien con ellos y, muchísimo más, desde que tuve la gran suerte de que me contrataran después de las prácticas. Pero me pueden buscar otro hueco. Tienen varias editoriales más en Madrid, por ejemplo. Y no estaríamos tan lejos, ¿eh? Solo un poco. Quizás también me viene bien.