Un breve poema sobre Ariadna

Capítulo III: Dentro del laberinto, sin hilo

Paula toma el tren en dirección Arc de Triomf. En sus oídos se escucha On the train ride home de The Paper Kites. No puede evitar pensar que esa canción también es poco nuestra. A Álvaro le sigue gustando.

Han quedado a las cinco en la estación. Ambos viven por la misma zona (Álvaro en Rocafort, ella en Urgell) pero Paula ha preferido quedar en un sitio neutro. Nunca han paseado por el parque de la Ciutadella, justo al lado del monumento, aunque a ella no le faltaron ganas. Álvaro se negó siempre. No comprende por qué ahora ha accedido con tanta facilidad.

No puede negar que está nerviosa y que se ha maquillado más de lo normal. ¿Quiere impresionarlo? Quizá lo que quiere es demostrarle que todo va bien sin él. Que ella ya no es así, tal y como él la recuerda. Dos años es mucho tiempo, piensa. Pero lo que está muerto no puede revivir. Si realmente no siente nada por él, el tiempo solo habrá convertido a Álvaro en un mal recuerdo, una mala elección, un ejemplo de lo que no debe volver a suceder. Pero, por otro lado, si todo vuelve a florecer, no va a poder contener el impulso de saltar. ¿Saltar de nuevo con Álvaro? ¿Desandar el camino andado? Debe recordar el verdadero motivo por el que ha quedado con él. Por sí misma. Debe recuperarse para conocerse de nuevo.

Baja del tren. Sube las escaleras que le llevaran a la calle. Inspecciona el lugar para ver si él ya ha llegado. Suele ser impuntual, así que no se sorprende de que no haya aparecido todavía. Camina hacia la entrada (y también salida) de la estación. Comienza a dolerle el estómago por los nervios. No puede evitar pensar que está cometiendo un error, pero es demasiado tarde para arrepentirse. Absuelta en sus pensamientos, sin haber sentido en ningún momento su presencia, Álvaro la observa mientras sube las escaleras que ella misma había subido hacía unos instantes. Paula, rodeándose la barriga con los brazos, comienza a sentirse cohibida. Se arrepiente en su interior. Sabe que ya es demasiado tarde para cambiar esta decisión.

Álvaro le toca el hombro, con suavidad. Ella se sorprende por la delicadeza. Se saludan con dos besos algo tímidos. No sabe cómo actuar. Es extraño fingir que son amigos después de todo. Asume que no puede venirse abajo, que no puede demostrar debilidad. Deja de encorvarse por el dolor y sonríe de la manera más falsamente feliz que sabe. Él no inicia la conversación y comienzan a caminar en silencio. Es absurdo. Álvaro la mira como si nunca la hubiera visto y eso la incomoda. Se la sabe de memoria, estuvimos tres años juntos. Los pensamientos de Paula son constantemente negativos.

-Te veo bien. -dice él- ¿Haces ejercicio?

Paula se extraña. ¿Cómo puede actuar como si nada hubiera pasado? ¿Como si se acabaran de conocer, después de todo?

-Nunca he hecho ejercicio, Álvaro. –Contesta seria- Hay cosas que nunca cambian.

Paula sabe que se está sintiendo incómodo. Se alegra.

-Bueno, no sé... -Titubea- Es que no sé nada de ti desde aquello.

Algo se enciende en su interior. Pura rabia. No reconoce sus errores, sino que los camufla por palabras mucho más ambiguas. Palabras que no representan lo que ella sufrió. "Aquello" es el resumen de una relación profundamente dolorosa.

-Ya. Era lo mejor. –Contesta ella.

-No sabría decirte. Yo me arrepiento de haberte dejado marchar.

Paula no quiere entrar en su juego, pero esa confesión, aparentemente sincera, le ha hecho relajarse un poco. Comienza a conocer las intenciones de Álvaro, aunque él tampoco se ha molestado en ocultarlas. Es evidente que se arrepiente. ¿Le habrá soportado alguien más, aparte de mí? Desea preguntárselo. En su interior comienza a despertarse un deseo enorme por conocer al nuevo Álvaro. Pero... ¿de verdad ha cambiado?

-¿Podemos volver a empezar?

La pregunta pilla desprevenida a Paula, a quién le da un pinchazo en el estómago por los nervios.

-¿Cómo? –Pregunta, aturdida.

-Me gustaría que saliéramos algún día. A pasear, a tomar algo, de fiesta... Ya me entiendes. No quiero perder de nuevo la relación contigo. Como amigos, ¿vale? Ya sé que me porté como un capullo y que te agobié. No era mi intención. Estaba desesperado porque la había cagado hasta el fondo y lo sabía. No debí haberte hecho eso con Nerea. No estuvo bien. Por si lo quieres saber, ya no estamos juntos. Ella me puso los cuernos a mí y la verdad es que en esos momentos me acordé de ti. Es muy egoísta por mi parte, lo sé. Pero cuando sentí lo que debiste sentir por mi culpa... Ahí me di cuenta de lo mal que había hecho las cosas contigo.

-Pero si estabas con Nerea, ¿por qué querías arreglar las cosas conmigo? –Pregunta Paula, confusa.

-Iniciamos una relación mucho después. He de reconocer que quería que me perdonaras porque me negaba a reconocer mis actos delante de mi familia. Si seguíamos juntos es como si no hubiera pasado nada, ¿entiendes? Se habría quedado entre nosotros y ya. Pero yo hacía tiempo que ya no sentía lo mismo por ti. O sea... -Sonríe, nervioso- No es una justificación, ¿eh? No me malinterpretes. –Paula le devuelve la sonrisa- Es solo que ya no te quería tan intensamente como al principio. Te tenía cariño.

-¿Cómo a un perro? –Bromea- Joder, Álvaro. Casi prefiero que lo dejes así, que te había quedado bastante bien.




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