Un cliche color rosa

Un comienzo

Primera parte del capítulo 1

Era una día muy brillante, era el primer año de la universidad y Mia había cambiado su estilo para dar una buena impresión a los que serían sus nuevos amigos.

En todas las vacaciones trato de mejorar su conocimiento sobre sí misma para poder liberarse de los estereotipos que en toda su vida escolar se le habían impuesto; cualquiera que la viera diría que lo logró. Era más que real y ella lo sabía, Mia salió del molde, no más estereotipos, no más insultos o encuadres. La actitud de Mia era solo de ella y tenía ciertos aspectos de varios estereotipos al mismo tiempo, incluso y según su hermana tenía tintes propios que no eran propios de nada visto antes, si de adjetivos pero no de un estereotipo; en su mente solía pedir a algún ente sobrenatural que por ello no quedara sola durante toda su vida; sabía de antemano que las personas no aceptaban o por lo regular no querían a lo que es diferente a ellos.

No es como si ella fuera un extraterrestre o ser de otro planeta o uno mitológico o incluso espiritual pero era más que obvio que la gente no era tan abierta con las personas que no seguían el patrón escolar, y vaya que Mia no seguía ningún patron, al menos ya no más.

Ahora seguía su camino y se dirigía hacia la parada del autobús que la llevaría al campus en donde ella guiará su carrera, lo mismo que su padre: literatura. Cuando llego a la parada se dio cuenta de que el día pretendía ser muy frio, en la parada se encontraban tres señoras y un niño de no más de cinco años, Mia se colocó a un lado de ellos en los asientos metálicos que se encontraban dispuestos para las personas que necesitan esperar a las diferentes rutas de transporte que por esa manzana pasaban.

Cuando el autobús arribó a la parada Mia era la única que se encontraba esperando este, solo ella iba para aquella ruta, su vista volteo un mínimo momento hacia las personas que estaban a su lado, la mirada del niño se conectó con la de ella como dando una despedida silenciosa; así que cuando las puertas se abrieron, su vista volvió a estar en lo que tenía delante de ella, la mano izquierda de Mia subió a tomar la correa de su mochila, mientras su mano derecha ayudaba a sus pies a subir los escalones del transporte, pagó su lugar y cuando vio por una de las imponentes ventanas se dio cuenta de que ya no había vuelta atrás, no debía pensar en desistir, la mirada del niño también la seguía y así como su despedida soltaba una plegaria inocente de apoyo.

Logró encontrar lugar en la última fila del lugar, todos los demás asientos se encontraban ocupados, logro ver algunos, había algunos alumnos más, unas señoras con sus esposos o pequeños hijos, personas mayores de edad y hombres de elegantes sacos que parecía iban a alguna oficina que se encontraba a mitad de camino en dirección a la universidad; el lugar que había encontrado estaba junto a la ventana que estaba empañada, pues las temperaturas dentro y fuera del autobús chocaban haciendo posible el efecto.

No tomo el tiempo en que se tardó en llegar, un mal movimiento, para ser sincera consigo misma se había quedado dormida en el trayecto y con la suerte de que su universidad era la última parada; si no era por eso era muy probable que se hubiera quedado el primer día sin clases, o era muy posible que llegara tarde. Cuando fijo lo más que pudo, por haber despertado en ese mismo instante, se sorprendió al saber que era la última que quedaba en el autobús.

Bajo del autobús, agradeciendo que aún estuviera en la parada y con un poco más de suerte nadie se dio cuenta de su horrible error de quedarse dormida. Pero nada era perfecto cuando termino de bajar el último escalón comenzaron a reírse de ella unos cuantos estudiantes, los mismos que ella había visto cuando subió al transporte, así que con toda la pena que podía cargar una recién despertada corrió hacia la entrada de la universidad mientras las risotadas de los chicos la seguían detrás como un eco dentro de su propia mente, era muy posible que por ese día aquel hecho le atormentaría. No sabía cuánto.

Al momento de pasar el arco principal de la escuela sus ojos se maravillaron con lo que pudo encontrar, sus pupilas se ensancharon al punto de que parecía que siempre se quedarían así; podría jurar que en su vida estuvo usando mal sus ojos al no apreciar la magnificencia de cada lugar que visitaba porque si todos los lugares a los que solía ir día a día o inclusive a los que dejo de ir, eran como aquel lugar que se presentaba a su vista en dicho momento se perdía uno de los placeres visuales de la vida.

La estructura contenía una combinación increíble de un arte neoclásico con algunos detalles que parecían ser de la época del rococó o incluso del arte clásico, los colores no solo hacían que la luz se reflejarán en ellos dejando a la vista un jardín de estos, logrando un efecto brillante cálido y además que se emanaba un sentir de paz y creatividad, posiblemente si te quedabas mirando durante mucho tiempo únicamente un pequeño pedazo del techo te comenzarías a hundir y remontar a la época que fue hecho.

Los pilares bajaban con una sutil elegancia que te decían de una manera delicada e inconsciente que esa desde entonces se volvería tu casa, tu santuario y así como este lugar era importante para ti, por alguna extraña razón tu serias también importante para dicho lugar.

En ese momento el destino parecía estar a su favor pues nadie la empujó, ni le hizo otro tipo de acción mala; una sonrisa tan grande como se podía surco la cara de Mia y con paso decidido se dirigió al aula que le correspondía para tomar su primer clase, de su primer año, aquel que marcaba el inicio de una nueva vida.

Al llegar al salón observó con un poco de desagrado que ya se habían comenzado a formar los grupos que perdurarían todo el año, o al menos eso es lo que pasaba en la mayoría de las ocasiones, si tenía suerte no compartiría todas las materias con las personas que se encontraban en ese momento en el salón, ya que tenía un poco conocimiento de antemano sobre cómo funcionaban los horarios compartidos.




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