Mientras subía en el ascensor sentí mi móvil vibrar en el interior de mi mano, pero decidí revisarlo una vez que estuviera en el interior de mi oficina cómodamente instalada con un café espolvoreado con canela para relajarme y despabilarme a la vez. El ting del ascensor anunció que ya había llegado al último piso y cuando las puertas se abrieron Eli estaba de pie esperando ansiosamente con una taza de café en sus manos.
-Oh mujer, eres como un ángel caído del cielo que sabe leerme la mente.
-No para nada, solo soy tu perversa amiga que intenta comprar tu amabilidad.
Yo la miré de reojo mientras aceptaba el café y avanzaba hacia mi oficina con curiosidad por sus palabras.
-¿A qué te refieres con eso?
Ella comenzó a desviar la vista al tiempo que se estrujaba los dedos con nerviosismo; un tic maniático de ella que me ponía de nervios y lo sabía perfectamente.
-Ya deja de hacer eso y ve al grano. Dime que es lo que necesitas.
-Veras, ayer adelanté el trabajo que tenía para hoy por lo que en realidad no existe un motivo estricto por el cuál deba estar 8 horas sentada en mi oficina viendo hacia la nada o escuchando el cuchicheo de las empleadas…
-Ya Eli, ya entendí a que quieres llegar y mi respuesta es si; de todas formas te iba a dejar libre antes de hora porque también me iré antes.
-¿Estás hablando en serio?
-Si Eli. Derek me invitó a almorzar hoy, me llamará para pasar por mi a la oficina.
-Oh, eso explica que hoy estés más elegante de lo habitual amiga.
-Shhhh, baja la voz nos escuchara alguien. ¿Y a qué te refieres?
-No en cualquier ocasión utilizas el pelo recogido en un moño con mechones sueltos, un vestido de día negro y ajustado con tacones a juego. Aunque supongo que el agua debió arruinar tu idea de vestir elegante.
-¿Por qué?
-¿A caso no tienes frío?
-Ah te refieres a eso, pues la verdad si lo tengo y bastante por lo que ahora iré a mi oficina, prenderé el aire y me quedaré trabajando hasta el almuerzo. Ahora tu mejor vete antes de que alguien te vea.
-Oh mujer, eres la mejor jefa que podría tener jamás.
-Solo existe una mejor Eli y espero llegues a conocerla.
-¿A si? ¿Cuál es?
-Ser tu propia jefa. Esa es la mejor jefa.
-Tienes razón.
Ella se rio mientras se marchaba y al verla irse tan alegre supe que ella en realidad ya estaba preparada. Hace unos años había empezado a trabajar en un proyecto y no lograba terminarlo sola, entonces Eli apareció en mi oficina tarde en la noche y me ofreció su ayuda y conocimiento. Así fue como nació el Hotel Eros el cuál era una sucursal del Hotel Afrodita; este estaba destinado a las parejas recién casadas y que desearan festejar su luna de miel, para parejas comprometidas o simplemente de noviazgo y que desearan un escape de la rutina. El “Eros” era uno de un presupuesto menor por lo que incluso las parejas con un trabajo de menor entrada económica podrían disfrutar de su escapé, mientras que el Afrodita ya era para aquellos en los que raramente trabajaban ya que generalmente alguien más lo hacía por ellos. Pero ambas creímos que sin importar tu estatus económico, merecías una luna de miel romántica por lo que Eli propuso que el Eros realizará paseos en botes, recorridos en carretas de caballos y todo lo que el Afrodita ofrecía, pero a menor escala y bajo presupuesto. Ambos funcionan a la perfección, pero hace unos meses creí que ya era hora de que mi amiga y empleada deje de ser solo eso y pase a ser su propia jefa. Ya vería como le haría para eso.
Cuando cerré la puerta de mi oficina logré sentir el ambiente cálido y supe que Eli ya había encendido el aire. Sonreí mientras me dirigía a la silla y al sentarme recordé que tenía un mensaje sin abrir. Me puse ansiosa creyendo que podría ser Holand cancelando nuestra cita para el almuerzo, pero al revisar el mensaje note que el número no estaba registrado y me pareció extraño, sin embargo lo abrí igualmente. La fotografía de una mujer mirando hacia el cielo encapotado de la mañana vistiendo un atuendo negro y ajustado mientras que su cabello castaño estaba recogido en un moño despeinado con intención y unos mechones sueltos enmarcaban su rostro. Justo debajo de la fotografía unas palabras negras provocaron una corriente de nervios por mi espina dorsal;
“Te veías realmente espléndida está mañana, cariño. Nos veremos pronto, más pronto de lo que crees.”