Un Corazón Distinto

C A P I T U L O 7

Rey Giacomo

Me distraigo con la hora y mis pensamientos no me dejan dormir, ya es de madrugada y el día de hoy tengo que hacer cosas importantes, preparar el evento que se llevará a cabo, necesito que todo esté perfecto pues algunos gobernantes de otros reinos vendrán, el estrés siempre a estado conmigo y me estresa en que las concubinas no estén preparadas, que no estén perfectas. Necesito que sus nervios desaparezcan y hagan su trabajo.

¿Qué haré con la señorita Petit?.  Se mueve bien pero necesito más... travesía, por cierto está noche estaba molesta. Me cortó enseguida.

¡Soy el rey! ¿Acaso con el castigo que le dí al principio no le enseñó algo? Debe tratarme con respeto, es más ni hizo reverencia ante mi.

¿Necesita qué le pegue?

¿No la educaron lo suficiente como para tratar a un rey?

Saco todo el aire que sin darme cuenta guardé en segundos, cierro mis ojos con fuerza y los vuelvo a abrir, me levanto de mi cama que no a hecho su función de tranquilizarme, salgo de mi habitación y mis pies me traicionan al estar en frente de la puerta de Petit, tomo la manilla y la giro, me quedo en mi lugar y solo observo una vela prendida que está en la mesa de en medio y a la señorita Petit en su cama con una respiración calmada.

¿Qué me atrae de ella?

Si no es nada de lo que me llama la atención. Algo me lleva hacia ella.

Cierro la puerta y echo para atrás mi cabeza recargandola en la puerta.

Me siento confundido, siento que con ella puedo olvidarme de todo incluso olvidarme en que dirijo un reino pero lo curioso es que es con ropa, no está en mi cama, no estoy besando su cuerpo, solo tenerla a un lado o enfrente de mí me hace sentir libre, me libera de mis pensamientos, de autocrítica, hacen que se callen. Me llama la atención eso, ese momento en que la observo  en cómo pestañea, en qué su pelo no es tan largo pero ni tan corto, donde sus hebras son muy delgadas pero se notan demasiado y no es del todo cafe su cabello, es casi llegando al rojo pero es...

Estoy conciente en que no estoy enamorado, apenas y la conozco.

Comienzo a avanzar por los pasillos hasta llegar con los aposentos de las concubinas, abro la puerta y me adentro dirigiendome a la cama de Elizabeth, la sacudo un poco hasta que comienza abrir sus ojos lentamente, se sienta hasta que me observa.

—Alteza -habla en un susurro pero no dejó que siga hablando, tomo sus labios ferozmente, tomo su rostro para acercarla más a mi-. Rey...

—Shh... -la vuelvo a besar bajando a su cuello haciendo un camino invisible con mis besos.

No sé que me pasa, me siento ansioso, la beso pero mi mente sigue creando distracciones.

La cinta que sujeta y para cerrar la bata, la aflojo bajando un poco de su camisón dejando su hombro libre, beso y paso al otro volviendo a subir a sus labios, muerdo hasta que se queja.

—Me lastima...

Mis ojos observan su rostro y su labio está sangrando.

—Perdoname -tomo sus manos y beso sus nudillos-. Pero necesito distraerme...

—Aquí estoy majestad, pero no me lastime. -pide.

—Prometo no hacerlo -susurro.

Ella se levanta tomando mi mano, salimos de los aposentos y comenzamos a recorrer los pasillos y llegar a mi habitación, ella voltea y me toma de mi cuello haciéndome bajar hasta su altura.

Eso es lo malo de ella, es muy baja y luego de hacerlo despierto con dolor de espalda.

Besando sus labios tomo su cintura y la atraigo más, no quiero que se acople a mi cuerpo solo quiero acercarla para besarla. La desahogo de su bata dejando desnudo su cuerpo. Tomo su cintura y...

—No puedo -lo suelto como suspiro alejándome de ella. Sé que esto es humillante para ella como mujer pero no me siento bien.

—¿Hice algo malo, alteza?

—No, no me siento bien pero pensé que hacer esto me iba a...

—¿Relajar?

—Si...

—Acuestese, verá que lo hará.

La observo acercandose a mi una vez acostado y comienza a besarme...

Es que simplemente no puedo.

—Perdoname -levantandome tomo su bata y se la pongo estando ella parada-. Sé que esto debe ser humillante, créeme que eres hermosa pero no sé que me sucede, no es tu culpa -susurro-. No tiene nada que ver contigo solo no estoy pero gracias por hacer tu esfuerzo y deber. Puedes irte.

Su mirada es fría, no la había visto así pero no es mi culpa en que no me sienta bien, en que no tenga ganas de hacerlo, repito una y otra vez que no sé que tengo. Ella es amable, risueña, lista, hermosa, su cuerpo es precioso pero está vez no pude hundirme en el.

Me siento perdido, me siento totalmente confundido y tomando un puro prendido lo inhalo hasta sentirlo en mis pulmones hasta luego sacar el humo por mis narices y boca, me acerco a la botella de cristal que su tapa es cuadrada con pequeñas arrugas, me sirvo en el vaso para después tomármelo en un solo trago. Están exquisito, su sabor me embriaga y quema mientras baja por mi garganta.

Cierro mis ojos ante la emoción que tengo pero no sé que es aún siguiéndome perdido. Me acerco al espejo grande de un cuerpo completo con el vaso en la mano y vacío, me observo y las ojeras se están haciendo presente, mis labios secos y mi mirada totalmente apagada.

¿Qué voy hacer para volver a vivir?

¿Cómo hago que la preocupación que tengo en mi pecho desaparezca por un día?

¿Qué hago para revivir?

Me siento muerto pero vivo, siento que si invaden el reino no me importaría aunque estuviera en una pelea de cuerpo a cuerpo, sería como si me da y me entierra su espada pues me muero y ya, diría "por fin".

¿Qué necesito para volver a estar vivo y despertarme?

Pero a todo esto... Rechace a una mujer.

¡A una mujer le he dicho que no! ¡Lo peor es que no tengo razones!

Me acuesto en mi cama poniendo mis antebrazos atrás de mi cabeza y suelto un suspiro largo y cansado.

Cierro mis ojos y estiro mis piernas a cada lado hundiendome en el sueño.



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En el texto hay: rey, victoriana, concubina

Editado: 19.04.2024

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