𝚄𝚗𝚊 𝚜𝚎𝚖𝚊𝚗𝚊 𝚍𝚎𝚜𝚙𝚞𝚎𝚜...
Thaiel caminaba a paso lento por los pasillos del hospital, iba tomado de la mano de Melissa, quien no se había despegado del pequeño ni un segundo. Había dejado de lado los consejos que su padre le había dado, no quería tomar en cuenta nada de lo que su progenitor le decía, está vez ella seguiría su corazón y este le pedía a gritos estar con ellos.
—Mami dice que tú eres lo mejor para nosotros.— decía Tahiel, mientras le hacía ojitos.
— Dime algo mi pequeño campeón.— le dijo con dulzura. —¿En qué momento hablas con tu mami?.— la pelirroja lo mira con dulzura.
— Mi mami del cielo está siempre conmigo.— dijo el niño.
— ¿Ahora está con nosotros?.— preguntó ella con algo de nerviosismo, sabía que aquello podría ser una imaginación del pequeño, pero quizás no.
— Si, está justo a tu lado. Ella piensa que eres helmosa.— Melissa miró a su costado, sin ver a alguien como era de esperarse, pero aún así ella sintió un escalofrío en su columna.
— Dile que gracias.— le dijo con una enorme sonrisa, mientras el pequeño sonrió mostrando todos dientecitos.
— Ella ya te escuchó.— le dijo sonriendo. — ¿Cuándo salga de aquí, irás a verme a mi casita?.— su carita del gato con botas le hicieron enternecer el corazón de la doctora.
— Iré donde sea que tú estés.— le dijo ella mientras abría la puerta de la habitación de Tahiel.
— Cuando vayas a mi casita te mostraré mis juguetes y te prestaré mi camita para hacer noni conmigo.— Melissa lo subió a su cama y luego besó su frente, sintiendo como su corazón dolía un poquito, al saber que era cuestión de semanas o días para ya no verlo todos los días como lo hacía. Pero se sintió feliz al saber que él estaría sano, que podría volver a su casa.
— Es un trato mi pequeño niño. Y yo prometo que cuando vaya de visitas te llevaré un delicioso pastel.— Tahiel dió unas palmaditas y chilló de felicidad.
— Mi mami estrella es la mejor.— Melissa no lo contradijo, ya no lo hacía, sabía que no estaba bien que el pequeño la llamará así, pero se negaba a corregirlo.
— Mi niño valiente y de ojos brillantes.— le revolvió el abundante cabello mientras reían.
Así fue que Rodrigo los encontró, cuando abrió la puerta de la habitación lentamente, aquel hombre había dedicado aquellas semanas solamente a su hijo, le había pasado a sus colegas sus casos y había dejado por el momento a un lado el diario de Annie.
—¿Por qué tantas risas por aquí?.— dijo serio, anclando su mirada en la pelirroja, quien le sonrió, provocando que él sintiera un torbellino en su ser. Después de aquel café que habían compartido, la relación entre ellos había mejorado.
—Rodrigo, es que aquí estamos haciendo planes.— el apuesto hombre caminó hasta ellos y se sentó a un lado de su hijo, que lo miró con entusiasmo.
—Melichin dijo que me haría un pastel.— dijo el niño mientras se saboreaba, imaginando el delicioso pastel.
—Eso suena interesante. ¿Y tú qué le has ofrecido?.— Rodrigo miró un instante a la joven, que se sonrojó al cruzar mirada con el padre del niño.
—Mi camita papi.— Rodrigo sonrió.
—Yo propongo una cena y tú camita.— propuso el padre, sin dejar de mirar a la joven doctora, que sintió una jauría de animales en su panza, al perderse en los ojos verdes de Rodrigo.
—Puedes hacerle tu carnita asada papi.— Tahiel tomó las manos de la doctora, captando la atención de ella y le dijo con seguridad. — Cuando pruebes la carnita rica que hace papi, te casarás con él. Mami del cielo dice que papá cocina maravilloso.— su vocecita dulce y la mención de su madre, hicieron que Rodrigo lo observará sorprendido, ya que aquella palabra era lo que Annie le decía siempre que preparaba la cena.
—¿Cómo sabes eso?.— le preguntó.
—Ay papi, ya te he dicho, mami me cuenta todo.— puso sus ojos en blancos y se acomodó en la cama para descansar. Melissa apretó sus labios en una fina línea al verlo tan confundido. Detuvo la mano del hombre cuando quiso hablarle al pequeño, pero ella lo detuvo.
—Debe descansar, mañana será su operación.— él solo asintió con su cabeza y se sentó en una silla que había a un lado de la cama. Melissa besó la frente del niño y luego caminó hasta donde estaba Rodrigo, noto como aquel comentario lo perturbó, podía imaginar que tan difícil podría ser todo aquello.
—Pienso que él si ve a su mamá.— dijo la pelirroja y aquello llamó la atención de Rodrigo que la miró de inmediato frunciendo si entrecejo.
—¿Estás loca Melissa?, ¿Cómo podría verla?. Creo que tendré que llevarlo a un psicólogo, no es normal.— ella volteó sus ojos. —No hagas esos ojos.— le dijo él con fastidio y algo más, aquel gesto que ella hacía, provocaban cosas en él.
—Eres demasiado necio, yo si creo que ella hable con Tahiel.— metió las manos en el bolsillo de su chaqueta y sacó una barra de cereales, le dio un mordisco bajo la atenta mirada de Rodrigo.
—No has comido, sigues manteniéndote en pie a fuerza de esas barras.— le dijo con fastidio.
—No estamos hablando de mi alimentación, estamos hablando de Tahiel.— volvió a morder de su alimento.
—Eres tan infantil Melissa, como médico eres consciente de lo que sucede si tienes una mala alimentación.— la pelirroja puso los ojos en blanco y terminó de comer su barrita.
—Siempre tan borde, viejo gruñón.— soltó y se giró para salir de la habitación. Pero Rodrigo se puso de pie y la sujetó de su brazo, la acorraló contra la puerta y su cuerpo, sintiendo el aroma de su piel, apreciando más de cerca aquellas pecas que tanto le fascinaban.
—Seré viejo gruñón, pero dime Melissa, ¿Qué sucedería si este gruñón te comería esa boquita suelta?.— Melissa paso saliva con dificultad, sintiendo su cuerpo temblar y su razón se nublaba ante tanta cercanía, el aroma de su perfume y el anhelo que crecía la hicieron estremecer hasta el alma.
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Editado: 28.06.2024