9:00 a.m. Sucede exactamente el mismo episodio de ayer. Mis roommates gritan porque al parecer están sordos, no para pelear, simplemente para hablar. Encienden las luces y no me queda de otra que levantarme en este campo de batalla.
Después de la rutina matutina, me dirijo al buffet con papá y Corina. Pido dos huevos fritos, cojo tocineta, pan tostado, jugo de naranja y muffins con chocolate del buffet. Terminada la comida, opto por caminar por los alrededores de la piscina para ver si hay alguna cara familiar, mientras escucho música en mi iPod. Veo a Daniela sentada en el Sky Bar. Esta niña ama madrugar, o yo no soy una morning person. Me acerco a las escaleras y subo en dirección a mi amiga. Está acompañada y creo que su acompañante es… ¿Rodrigo? ¡Ah, sí es él! Doy media vuelta y corro al baño más cercano, justo detrás de las escaleras. Me veo en el espejo y me arreglo lo mejor posible, pero mi cara de sueño no muestra mi belleza del todo y mis ojeras menos. Me armo de coraje y subo nuevamente. Ahora mi amiga está sola. ¿A dónde se fue?
La saludo extrañada. Ella no para de moverse, como siempre. Antes de preguntarle por Rodrigo, se adelanta. Me cuenta que esta mañana, luego de desayunar, trotó en el circuito exterior y se encontró a Rodrigo, corrieron juntos y continuaron la rutina de cada uno en el gimnasio. Mi tensión sube cuando me cuenta la mañana que tuvo junto a él. No pensé que a mi amiga le gustara y por lo emocionada que está creo que le encanta.
―Ajá, escúchame. Cuando terminé de hacer ejercicio en el gym, me despedí de él y quedamos en vernos al mediodía en el bar. Es decir, hace quince minutos.
Ok, entonces sí estuvo aquí. Sí era él. Dani continúa:
―Apenas nos vimos me preguntó por ti, que dónde estabas y que te llamara para vernos. Pero acá estás, apareciste un minuto tarde. Está interesado en ti, amiga. Me cuestionó hasta si tienes novio y no creo que lo preguntara por preguntar ―Dani sonríe y brinca.
¿Está interesado en mí? ¿Yo? ¿Qué? Juré que lo que decía Daniela era porque estuvieron juntos, no porque hablaron de mí. ¡Preguntó por mí! ¡NO PUEDO CREERLO!
―Ah, antes de irse me pidió que le dijera dónde sacarse la pulsera para surfear y que luego de tenerla volvería a la piscina y espera encontrarte ahí cuando regrese.
¿QUÉ?, de verdad me quiere ver. Quiero gritar de felicidad, pero mi cuerpo sigue en coma. Debo mostrar interés, pero no en exceso. Mantengo la calma. Voy a mi cuarto a bañarme y arreglarme lo mejor posible. Dani me acompaña contándome cada detalle de Rodrigo, hasta de cómo suda en el gym. Según ella, las palabras que Rodrigo pronunció fueron: “Oye, me encantaría ver a Luli, me gusta muchísimo”. Pero no le creo mucho. Ella exagera bastante.
Vamos a la pared de escalar para relajarnos un poco. Kike, Ricky y Daniel están escalando. Tomamos varias fotos con la cámara de Dani. Solicitamos el permiso de escalar, mientras los demás llegan a la cima. Ahora es nuestro turno. Nos dan los materiales de seguridad necesarios. Me coloco el casco y luego el arnés. Me acomodo y ajusto el arnés con ayuda de uno de los instructores, quien me explica lo que debo hacer a continuación. Nunca he escalado una pared tan alta. Me dan la señal, subo por el medio y Daniela a mi izquierda. Avanza rápido, es deportista nata. Ahora que recuerdo, me dan miedo las alturas. Subo lentamente evitando mirar hacia abajo para que no me dé vértigo. Grito a Dani que tengo miedo, quiero bajar y ella solo insiste en que continúe, mientras su voz se aleja. El chamo que sostiene mi cuerda también grita desde abajo. Hago lo posible por mantener la calma. Cierro los ojos y los aprieto con fuerza para concentrarme, pero siento una mirada observarme fijamente. Abro los ojos y Rodrigo está a mi lado con un casco y un arnés, igual que yo.
―Ya estás arriba, no dejes las cosas por la mitad. Vamos a subir. Te ayudo ―expresa con paciencia ayudándome a avanzar.
Afirmo con la cabeza y sonrío un poco. Qué vergüenza que me haya escuchado decir que tengo miedo. Voy a demostrarle que sí puedo.
Me concentro en la meta. Subo hasta la cima deprisa. Rodrigo llega detrás de mí. Su presencia hace que me anime y le dé con furia.
―¡Así se hace! Jamás dejes las cosas sin terminar. Bien hecho, Luli ―exclama alegre y entusiasmado.
Dani suelta una risa nerviosa desde su punto final de la pared y desciende dejándonos solos en las alturas.
―¿En qué momento llegaste? ¿Cómo es que no te vimos colocándote el arnés? ―digo mientras me sostengo fuertemente de la pared.
―Ya lo tenía puesto, solo que estaba en el centro de información pidiendo la pulsera para poder escalar y luego surfear. Las vi subiendo y me apresuré para alcanzarlas.
―Fue una buena sorpresa ―sonrío y bajo la mirada.
Me sonrojo rápidamente e intento que no lo note.
―Buenos días, por cierto, no te había saludado ―confirmo al darme cuenta de que no lo he saludado el día de hoy.
Ríe en respuesta a mi expresión.
―Tienes toda la razón. No dormí contigo, así que debo saludarte. Primero asegurémonos de bajar y nos saludamos como es debido ―explica cómo descender.
Al llegar al suelo, soltamos nuestros arneses y devolvemos los cascos y lo demás que nos fue dado para escalar. Rodrigo avanza lentamente hacia mí, me ve fijamente, me abraza y besa mi mejilla.