Un Cuento Antes de Dormir

III.

La guerra llegó a la capital de la Isla Madre, en las entradas de Palacio, con paredes de fuego que venían del bosque y calcinaban a quién quisiera escapar. Habían pasado semanas desde aquel último beso.

El grupo de rebelión había crecido, hombres y mujeres dispuestos a luchar contra la opresión. Quienes no sabían de armas aprendieron, los heridos fueron sanados con magia y estaban listos para atacar el palacio en cuanto su líder, Amery, diera la señal.

- No les prometeré felicidad ni vida, no les aseguraré que regresaremos en una pieza, pero lo que sí les diré es que, ¡Mañana saldrá el Sol para todos! No habrá más oscuridad para los habitantes de la Isla Madre, ni ninguna de nuestro archipiélago. Erradiquemos el mal de raíz y dejemos todo en nuestras armas. Y les aseguro que mañana será el inicio difícil para una mejor era. ¡¿Están listos?!

El clamor de todos llenó el espacio y con ello dio inicio a una batalla que terminaría ese mismo día. El plan era entrar, matar a todos y salir. Salir con la victoria en los labios, en los hombros y en toda la región que estaba sometida.

La señal fue dada y empezó una masacre, todos los soldados de Palacio daban pelea, pero eso no los exentó de su final, cada rebelde sabía qué hacer, habían sido entrenados para ello en poco tiempo y debían dar lo mejor. Amery los guiaba, acababa con aquel que se le pusiera delante sin importarle quien fuera. La sangre y el humo hacían del ambiente sofocante, mezclándose con los choques de las espadas, las flechas, ballestas y demás armas; los gritos era la melodía de fondo que seguían en aumento, los gemidos coléricos de cada uno, el sonar de los huesos rotos y de los ventanales siendo destrozados eran todo lo que se podía escuchar. Pero para quienes estaban luchando nada existía, solo el querer lograr el cometido de liberar a su patria, y para la contraparte, no dejar derrumbar lo que consiguieron.

Las alcobas estaban vacías, no había miembros reales en los cuartos ni tampoco estaban en batalla, Amery continuó su búsqueda, hasta toparse con el menor de los De'Ath, acabó con él sin mayor esfuerzo, nunca iba a estar a su nivel un mocoso que solo sabía beber y medio empuñar una espada. Siguió bajando, hasta llegar a los establos; y ahí los encontró.

- La Familia Real impostora quiere vivir. – dijo Amery con sarcasmo en su voz.

Hizo una señal a los hombres que la acompañaban para que se dispersaran y evitar que escapen, solo estaba el "rey" y la "reina" faltaba la princesa, faltaba Jaci, y eso no le gustó.

Uno de los hombres que se acercó a los "reyes" obtuvo una flecha justo en el cuello. "Tan inesperada como siempre, Jaci." Todos llevaron la vista al lugar de donde había salido la flecha, todos menos Amery. Ella solo avanzó al hombre tendido en el suelo, le quitó la flecha del cuello y la lanzó al "rey" usando su magia, para que este muriera.

Los gritos de la "reina" se escucharon vivaces en el jardín, pero no tardó mucho el que la misma flecha le atravesara el pecho y cambiara sus gritos con gemidos de dolor, por ahogarse en su propia sangre.

Los De'Ath estaban muertos y su reino de maldad estaba acabado. Amery se quedó mirando a la pareja que se hallaba muerta en el suelo y en cómo su sangre iba creando un charco que se extendía.

Los gritos dentro del palacio llamaron la atención de todos, no eran los mismos que ya habían disminuidos hace unos momentos atrás, estos eran muchos y en gran medida, el fuego seguía en aumento y expandiéndose hacia Palacio. Amery y quienes la acompañaban entraron de vuelta a la estructura, y al llegar al salón principal, aquel en donde habían muertos y charcos de sangre por doquier estaba Jaci, atacando a toda persona que se interpusiera ante ella. Su espada estaba llena de sangre y habían muertos de ambos bandos.

- ¡Ven! Y acabemos con esto de una buena vez, Ary.

Dijo Jaci girándose hacia Amery, con ira en sus ojos y alzando la espada hacia ella, retándola a un combate, uno del que no habría un ganador.

Amery se acercó a Jaci, en su rostro tenía unas cuantas gotas de sangre que resaltaban en su tez un tanto pálida. Ambas tenían espadas que con la magia se volvían aún más mortales, la espada de Amery era la herencia de los caballeros elegidos por el Dios Lys, controlador del mundo y de la magia. Ella era la última portadora de la espada D'Lys y de la magia.

Empezaron el combate, manteniendo la distancia entre ambas, en donde solo la punta de sus espadas se lograba rozar, ninguna se adelantó o actuó por impulso, fueron pacientes, rondaron de forma circular su espacio, hasta que Jaci fue la primera en atacar, queriendo herir el brazo izquierdo de Amery, pero esta lo esquivó dando un golpe al centro de la espada de su atacante, había un espacio prudente para poder controlar los ataques de la otra. Empezaron de nuevo, esta vez fue Amery quien atacó el costado de Jaci, pero logró esquivarlo y tuvo la oportunidad darle un rasguño en la pierna de Amery, sin contenerse hirió el brazo de Jaci. El sonido del acero de ambas espadas era lo único que se escuchaba en la sala, todos lo que estaban antes en ella habían detenido su combate y se centraron en admirar el arte de un duelo real, comprendiendo que la ganadora de aquel combate sería el ganador definitivo.

En un movimiento veloz quedaron cara a cara, Ámbar y D'Lys estaban activadas en magia, lo que significaba que aquella batalla sería tan mortal como sus filos. Se escuchó como ambas espadas eran deslizadas entre sí cuando sus portadoras se separaron.

- Has mejorado, Jaci.

- Yo creo que tú te has oxidado, Ary.

Volvieron a atacar, movimientos altos, bajos, y certeros, pero la mayoría eran bloqueados. No se tenía cuenta certera del tiempo transcurrido desde que la toma de Palacio inició y menos desde que ambas empezaron a pelear.

El espacio se redujo al querer dar un ataque por parte de Jaci, uno que fue esquivado por debajo y resultando en que la espada D'Lys se incrustara en su abdomen, dando como reacción que ella clavara a Ámbar en la espalda de Amery, dañando uno de sus riñones.



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En el texto hay: gl, magia

Editado: 08.07.2024

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