Después de haber esperado hasta que Tony acabara de cerrar el bar, Jessa se levantó y los dos fueron al piso del joven. El chico le ayudó con la maleta y la acompañó hasta su coche. Era una buena señal para Jessa, ya que significaba que debería tener también una nevera llena de comida. Pero al entrar por la puerta y dirigirse directamente a la cocina, se decepcionó, ya que en el frigorífico del joven había solo un pack de comida de soltero que consistía de dos huevos, tres latas de cerveza y un trozo de queso medio podrido.
- Tengo hambre y no hay nada para comer aquí, - le anunció Jessa que esperaba que el generoso caballero iba a ofrecerle una solución.
- Bueno, eres mujer, podrías inventar algo con lo que hay en la nevera, - le contestó el joven.
- ¿Qué quieres que invente? ¿Una tortilla de cerveza adornada de queso putrefacto? - la miró indignada la joven que no se esperaba tal decepción.
- Yo ya comí en el bar y no tengo hambre, solo hay una cosa que me gustaría probar, - se acercó hacia el cuerpo de Jessa y se pegó contra él.
- Un segundito, - se separó la chica de Tony, - no puedo hacerlo con el estómago vacío, tendrás que inventar algo tú si quieres probar el postre, - le guiñó el ojo Jessa.
- Joder, ¿qué quieres que haga? - la miró el joven, rascándose la frente.
- No sé, unas pizzas me vendrían bien.
Tony, deseando hacer el delicioso, aceptó saciar el hambre de su nueva compañera. Llamó a una pizzería y pidió tres pizzas grandes para que la señorita pudiera apreciar su generosidad. Mientras estaban esperando al repartidor, Tony quería pasar este rato torturador con un poco de provecho combinado con placer.
- Venga, ya he pedido las pizzas, mientras esperamos podríamos echarnos un polvo rápido.
- Si te he dicho que con hambre no puedo, no llego a excitarme. De momento, podrías enseñarme mi habitación.
- ¿Tu habitación? ¿No íbamos a dormir juntos?
- Ronco mucho y me da claustrofobia compartir la cama con otra persona. - Inventó una excusa ingeniosa la chica.
Lamentando haber pagado por adelantado con tarjeta por la pizza y más por haber traído a esa muchacha frígida a su casa, el joven se rindió.
- Aquí puedes dormir esta noche, mañana me levanto temprano, cerrarás la puerta antes de irte. - Le señaló la puerta de la habitación de invitados.
Jessa asintió, aunque no estaba segura si iba a desalojarse del piso pronto y dejar a un compañero tan cómodo. Si no iba a encontrar un piso mañana, no se movería de allí. En cuanto tocaron la puerta, se lanzó a abrirla y nada más despedirse del repartidor, empezó a devorar las pizzas. Se comió la mitad de las tres, dejando las marcas de los dientes en cada trozo. El resto lo dejó sobre la mesa por si el joven iba a tener hambre por la mañana. Contenta por haber llenado la barriga, se tumbó en la cama y se durmió nada más tocar la almohada con la cabeza.
Al día siguiente, cuando el sol ya estaba alumbrando toda la habitación, Jessa se estiró plácidamente en la cama, saboreando la sensación de tranquilidad y seguridad en el día de hoy. Se levantó, tomó una ducha, se hizo un café y después empezó su trabajo que no requería de muchos esfuerzos. Ya había planificado las publicaciones para las redes de la agencia de boda para una semana en adelante y así podía ocuparse de sus asuntos personales. Ya no estaba bajo efectos de alcohol y se dio cuenta de que Tony, aunque tenía un bar y un piso para él solo, no la agradaba físicamente, a no ser que ella se tomaba unos tragos de más. Por lo tanto, no estaba a favor de entregarle su cuerpo para poder seguir viviendo en su casa, la única razón por la que decidió juntarse con él. Así que, sin tener otra opción, decidió hacer un cambio drástico en su vida y aposentarse en un pisito de alquiler. Revisó los anuncios y apuntó un par de números para concretar citas y echarles un vistazo a las viviendas que habían llamado su atención. Casi segura de que entre las opciones habría una con la que se iba a quedar, hizo la maleta y la llevó al bar de Tony.
- ¿Ya me dejas? - la preguntó el joven.
- Qué va, Tony, ya nos veremos, siempre podremos estar en contacto, ya lo sabes. Podemos vernos a veces o llamarnos.
- ¿Me das tu número?
- No creo que sea necesario.
- ¿Y cómo quieres que nos llamemos si no piensas darme tu número?
- Bueno, te voy a ser sincera, no creo que pueda salir algo de nuestra relación, así que prefiero dejarlo como está. ¿Me guardas mi maleta o me la llevo?
- Puedes dejarla aquí.
Al recibir la respuesta positiva del joven se fue corriendo del bar para no tener la tentación de entregarle la información valiosa, o sea su número de teléfono, a la persona que no estaba del todo de su agrado.
El primer piso no la impresionó en absoluto. Estaba en una zona bastante rica, por lo tanto, el precio del piso era muy por encima de sus posibilidades económicas. Era muy pequeño de los que combinaban la cocina con el comedor, aunque la mayor desventaja se escondía en su precio.
El segundo piso se encontraba muy lejos del primero, por eso, para no gastar el tiempo en vano, decidió hacer una llamada para aclarar los puntos clave.
- Buenos días, soy Jessa Simpson, hemos acordado tener una cita para que me enseñe el piso, pero me gustaría primero consultar un par de dudas.
- Buenos días, señorita Simpson, por supuesto, ¿qué necesita saber? - le contestó una voz femenina amablemente.
- Necesito saber el precio de alquiler, ya que no se indica nada en la página web.
- Son mil doscientos dólares al mes con la fianza por el último mes, puede ser un contrato de tres meses.
A Jessa le pareció una cifra ideal para su presupuesto. Con este precio hasta le podría quedarse dinero para comprar no solo algo de comida, sino de otras cosas más sustanciales. Así que sin esperar más, se dirigió hacia el piso para echarle un vistazo, aunque según las fotos estaba más que perfecto para ella.