—¿Es cierto que le derramaste café a Thomas Jefferson?, —me interrogó mi mejor amiga con asombro.
Negué con la cabeza sin decir nada.
—Y no me lo contaste, —expresó indignada.
Como saben los chismes son como un virus que se contagia de personas a personas, quiero decir que se propaga hasta que todo el vecindario esté contagiado o en este caso se enteren, ya que es un virus de chismes. Ya saben a lo que me refiero.
Y mi mejor amiga se enteró precisamente de esa forma.
—Tenía planeado decírtelo, pero se me olvidó, —defendí encogiéndome de hombros.
—Oh, vamos, a ti siempre se te olvida de contarme las cosas, se supone que soy tu mejor amiga, —hizo una mueca de decepción.
No sabía qué decir al respecto, y me quedé en silencio.
—¿Acaso ya no me amas?, —hace un puchero de tristeza.
—Claro que si te amo tontita, —dije con una voz tierna, agarrando sus cachetes con ambas manos.
Me encanta hacerle eso, pero, en cambio, ella lo detesta.
—Oyeeeeee, no me hagas eso, —protestó.
Sonreí inocentemente.
Entramos en nuestra sala de clase. Llegamos justo a tiempo, y tras nosotras entró también la profesora.
Cómo verán, las vacaciones no son para siempre. Terminó las vacaciones de verano y volvieron las clases.
Hace una semana le había derramado a Thomas Jefferson café mientras salía de mi trabajo y hoy lunes ya estoy sentada en la sala de clase con mi mejor amiga Chloe Hosterman.
—Hola chicos y chicas, —saludo la profesora alegremente. Mientras que nosotros los alumnos le saludamos perezosamente.
—Soy la profesora Celeste Rodríguez, ustedes tendrán conmigo como asignatura Química todos los lunes a primera hora.
Luego nos hizo pasar a cada uno de nosotros al frente para presentarnos. Después de que casi todos ya se habían presentado, solamente quedaba yo.
Me levanté y pase al frente.
—Emmmm.... Hola, me llamo Natalia Díaz, bueno, muchos ya lo saben y otros que no, —dije dubitativa.
Y cuando iba a añadir algo más, alguien entró en la clase muy agitada. Era Dylan Ledesma.
Típico de él a que llegué el primer día de clase tarde
Tenía el pelo desordenado, estaba físicamente mejor, al parecer estuvo entrenando durante las vacaciones.
Cuando por fin recuperó el aliento habló.
—Hola, prosoraaaaa, —saludó con todo el ánimo del mundo. No sé de dónde conseguía tener tanta energía, esté chico.
La profe le sonrió.
Cuando se percató que le estaba mirando, su sonrisa se amplió.
—Mira que tenemos aquí. Cuando has crecido la Natitita. —exclamó apretujándome en un abrazo tan fuerte que casi quebró todos mis huesos.
Ahora que me doy cuenta también tiene mucha más fuerza que la última vez.
Luego buscó a Chloe con la mirada.
—La bebé Chloe, siempre bella, —se acercó a ella con la misma sonrisa y la envolvió en un abrazo, y también supuse que casi le quebró los esqueletos.
La profesora miraba expectante a Dylan igual que todos.
—Bueno, luego tendrás más tiempo de saludar a tus amigas, así que toma asiento. —dijo la profe mirando a Dylan. Él simplemente obedeció.
La tarde paso tan lenta que casi me morí del aburrimiento.
Cuando salió la profe de química entró el profesor de Filosofía. Su clase también fue una presentación dónde tuvimos que volver a pasar uno por uno al frente para presentarnos.
Luego tuvimos nuestro receso de treinta minutos. Chloe, Dylan y yo preferimos estar bajo un árbol. Estuvimos charlando de todo lo que hicimos en el verano y para mi desgracia Chloe le contó que le había derramado café a Thomas.
Mi cara se puso roja como un tomate de la vergüenza, él comenzó a reírse a carcajadas.
—No te burles, fue un accidente. —proteste cruzándome los brazos.
—En serio, le derramaste café a Thomas Jefferson ¿?, —dijo sin poder creérselo y volvió a reírse a carcajadas. Pero esta vez lo empujé.
—No a la violencia Natitita, —exclamó dándome un golpecito en la cabeza.
—¿Derramar café a tú crush?, Qué buena forma de ligar Natitita. —se burló.
—Fue un accidente, —defendí poniendo los ojos en blanco.
—Sí, claro, fue un accidente, —ironizó rodando los ojos.
—Me siento indignada, —dije haciendo un puchero.
Justo cuando me estaba levantando sonó el timbre, que indicaba que terminó el receso de treinta minutos.
Dylan y Chloe también se levantaron.
Estaba molesta con Dylan por burlarse de mí. Pero a él no le importó y me abrazó por detrás.
—Natitita no te enojes, solo estaba bromeando.
—Pues ahórrate tus bromas para la próxima, —espete aún molesta.
—Bueno, si yo te cuento lo que me pasó esté verano, apuesto a que también te burlaría de mí, —dijo con una media sonrisa.
Sonreí ante su comentario.
—Ves, aún no te conté y ya te estás riendo de mí, —puso los ojos en blanco.
—Caminen más rápido, si no quieren que la profesora los dejé afuera, —advirtió Chloe.
Cuando entramos a la clase nos encontramos con una profesora, se presentó y dijo que va a ser nuestra profesora de inglés. También tuvimos que volver a presentarnos y así.
El primer día de clase es de lo peor.
Muy rápido pasó la hora, la profe no estuvo contando toda su vida, que por cierto es muy interesante. Nos contó que se casó, tuvo dos hijos, una nena y un varón. La nena tiene ocho años y el varón tiene doce años.
Y así nos habló sobre su vida e hizo algunas preguntas para nosotros. Y Dylan fue quien más le agradó, dijo que ama su personalidad y esa energía positiva que tiene, que es genial trabajar con alumnos así. El pobre Dylan nunca había recibido cumplidos por partes de los profesores y ante las palabras de la profesora de inglés casi lloró.
Supongo que exagere mucho.
En realidad no lloró.
Llegó la hora de salida, todos nos despedimos de la profe.
—La profesora de inglés es la mejor, sin duda alguna, —exclamó Dylan felizmente.