Habían pasado dos semanas desde que le había derramado café a Thomas Jefferson. Y una semana desde que comenzaron las clases.
También hace una semana que choqué contra Thomas Jefferson a la salida del instituto.
Pero por suerte esta semana no me he topado con él ni de casualidad.
Como la otra vez no pude describir a mis amigos físicamente, ahora lo haré.
Empezaré con Jennifer Morales, quien es la amiga que había conocido en internet. Yo le digo Jennie, me gusta llamarla así.
Ella es una chica de diecinueve años, tiene los ojos de color café claro, mide un metro sesenta y siete, y es muchísimo más alta que yo. Tiene el cabello de color rojizo que le llega hasta los hombros, tiene unas piernas realmente largas y es bastante delgada en el buen sentido.
Chloe Hosterman tiene dieciséis años de edad, prácticamente en unos meses cumplirá diecisiete. Es un poco más pequeña que yo, mide un metro cincuenta y dos de altura. Tiene los ojos de color avellana, su cabello es largo y liso de un tono marrón oscuro. Está un poco rellenadita, pero eso no significa que sea gorda, es bastante hermosa y todo lo que usa le queda magnífico. Le gusta ayudar a todo el mundo, es una excelente persona, carismática, graciosa, alegre, inteligente y responsable.
Dylan es un chico alto, delgado, siempre con esa energía vibrante, es gracioso, honesto, un poco impuntual como lo abran notado, pero es un excelente chico. Mide un metro setenta y cinco, tiene los ojos azules y el cabello color castaño claro. Le gusta el básquetbol, le gusta socializar, probar cosas nuevas, le apasiona la física y la química.
A mí lo único que me provoca la física y la química es dolor de cabeza.
— ¿Nati? —La voz quebrada de mi mejor amiga interrumpe mi pensamiento.
—Dime, —dije, mirándola de pie a cabeza.
Chloe estaba en un estado terrible, parecía que no había dormido en años, y lo peor de todo es que tenía el maquillaje corrido.
Oh, no.
Sabía lo que significaba. Ha estado llorando desconsoladamente.
—¿Qué te sucedió? —Fue lo único que pude decir, pero quien sea que la hizo llorar es un patán.
—Tttt...ttu...tttu mamá, me dijo que estaba aquí —tartamudeó dificultosamente, conteniéndose las lágrimas.
Yo estaba en mi trabajo. Sé que mi hermano me había dado una condición, pero es momento de dejar eso de lado y decidí que trabajaría los días sábados y domingos.
Mi mamá, como siempre, no se opuso, pero me sorprendió bastante que mi hermano estuviera de acuerdo.
—Baby, espérame un tantito y ya hablamos. —Ella no dijo nada, solo ascendió moviendo la cabeza.
—Julia, ¿puedes cubrirme? —pregunté a mi compañera de trabajo.
—Claro, le diré al jefe que te sentías mal, —expresó sin mucho interés.
—No, Julia, yo hablaré con él y le diré la verdad —afirmé tomando mis pertenencias.
Eran como las dos y media. Solo faltaban treinta minutos para que terminara mi turno.
No creó que al jefe le moleste que haya salido treinta minutos antes.
—Vamos en otro lugar, Chloe, —dije con mucha preocupación.
Ella se levantó sin mucho ánimo y me siguió.
—¿Quieres que nos vayamos a mi casa o a tu casa? —pregunté.
—Ninguno, —afirmó con una voz temblorosa.
Se me parte el alma al verla en este estado.
Opté por llevarla a nuestro lugar favorito.
La tomé de la mano para guiarla. Empezamos a caminar y repentinamente el clima parecía cambiar.
Después de haber tomado el autobús, nos bajamos en un lugar un poco alejado de la ciudad. Era el lugar perfecto, no había ningún tipo de movimiento, solo Chloe, yo y la naturaleza.
—Gracias, —dijo después de haber quedado en un completo silencio.
Sabía que una tormenta se aproximaba, pero el clima era perfecto para ella.
Llegamos cerca de un arroyo, el cual estaba muy limpio y transparente. La corriente estaba muy serena. Ambas nos sentamos en el césped, una al lado de otra.
Estábamos en completo silencio, cuando ella esté lista, hablará, la conozco y a mí no me gusta presionar, así que le doy todo el tiempo que ella necesite.
—Yo lo amaba, Nati, —expresó con lágrimas en los ojos.
Me acerqué a ella, y la abracé.
—No sé cómo fue capaz de hacerme eso, ella lo sabía, ella sabía que yo lo amaba. —dijo con un nudo en la garganta.
Sabía a quién se estaba refiriendo.
—Me duele. —expresó tratando de contener el llanto.
—Llora todo lo que quieras, eso te hará bien —fue lo único que pude decir. Y no tardaron ni un segundo cuando me empezaron a salir algunas lágrimas.
Me quemaba verla así, tan rota, tan vulnerable, tan frágil, tan destruida.
Ella seguía llorando en silencio mientras yo la abrazaba, mientras mis lágrimas se deslizaban lentamente por mi mejilla.
Mi piel se erizó cuando una ráfaga de viento hizo con tacto con mi piel.
Empezó a caer pequeñas gotas de agua.
Chloe se separó de mí, levantándose y luego me ayudó a levantarme.
Supuse que ya nos iríamos.
—Puedo llamar a mi mamá para que venga a buscarnos, —dije rompiendo el silencio que había formado entre nosotras.
Pareció pensarlo un momento, miró el cielo y luego a mí.
—Prefiero caminar, —expresó con una sonrisa triste.
Había dejado de llorar, estaba un poco más tranquila, saber eso me tranquilizó bastante.
Empezamos a caminar.
Caminábamos en completo silencio, y el viento cada vez se hacía más fuerte.
Casi después de haber caminado unos diez minutos comenzó a lloviznar.
Sabía que si nos mojamos nos enfermaríamos, pero en este momento me importó muy poco. Lo único que me importaba era Chloe.
Dentro de una hora y media llegaríamos o un poco más tarde.
—¿Por qué la vida es tan injusta? —preguntó a lo largo del camino.
Me quedé pensando, tenía que darle una respuesta, no podía solo decirle que no lo sabía. Así que recordé lo que una vez me dijo mi mamá, cuando mi mundo se vino abajo, cuando me había enterado de que mi papá le engañaba a mi mamá con otra mujer con la cual tiene una hija.