✓DYLAN
El clima era perfecto para salir a caminar: el cielo nublado, viento fresco y llovizna de forma leve.
No había nada más perfecto que eso.
Tomé mi chaqueta, mi celular y salí de casa para caminar.
Amo hacer este tipo de caminata y más con este clima.
Puse mis audífonos.
Busqué en mi celular entre mi playlist mi canción favorita.
Comencé a caminar al ritmo de la música.
Tarareaba las canciones que iban sonando a través del audífono.
Luego de haber caminado unos diez minutos, pude visualizar a una chica que estaba a uno diez metros delante de mí. Aquella chica se me parecía familiar.
Es Chloe, si no me equivoco.
Apresuré mis pasos para alcanzarla, pero ella caminaba más rápido que yo.
Era pequeña pero más rápida que el mismísimo Rayo McQueen. Parecía estar apresurada. O se estaba yendo sin rumbo fijo.
No lo sé, pero lo averiguaré.
—Chloe, —grité intentando llamar su atención, pero ni siquiera volteó.
Volví a llamarla una y dos veces más, pero fue en vano.
No me quedó otra opción que correr, y para mi buena suerte resultó.
Lástima que no se me había ocurrido antes.
Estaba detrás de ella, pero ni siquiera notó mi presencia.
Se me ocurrió una grandiosa idea.
Y esa idea era taparla los ojos.
¿Y si no es ella?
Jamás confundiría a mi bebé Chloe.
—Aaaaaaaaaaaaaaaaaaa, —gritó desesperadamente, cuando le tapé los ojos por detrás.
Y sus gritos me confirmaron que era ella, Chloe.
Ella preparó sus puños para estamparme. No quería que me golpeara, así que de inmediato quité mis manos de sus ojos.
—Tranquila, nena, soy yo, Dylan. —expresé rindiéndome.
—Casi me matas del susto, Idiota —espetó irritada.
—Te hablé desde lejos y parecía estar en otro mundo. Así que te seguí. —dije encogiéndome de hombros.
Ella no dijo nada. Me empecé a preocupar por el silencio que había hecho.
—¿Te encuentras bien? —pregunté mirándola de pie a cabeza preocupado.
Ella bajó la mirada pensativa. La notaba algo extraña, cansada, diferente, estaba decaída, con la mirada vacía. Algo la estaba pasando, porque esa no es la Chloe que yo conozco.
—Sí, —mintió con una sonrisa triste.
—¿En serio crees que me voy a tragar esa mentira? —preguntó levantando una ceja. Pero ella ignoró mi pregunta.
Ella seguía mirando el piso.
Me acerqué a ella, levantó su mentón con suavidad para que me mirara a los ojos.
Sus ojos se aguaron, parecía que en cualquier momento rompería en llanto.
—Nena, yo… —Intenté decir, pero antes que pudiera continuar hablando, ella rompió en llanto, se derrumbó ahí mismo junto a mí, en la calle.
No sabía qué hacer. Entré en pánico.
Yo no era la persona indicada para estas cosas. No tuve más remedio que llamarla a la persona correcta.
Natalia. Ella sí sabría qué hacer en estas circunstancias.
Me acerqué a Chloe y la abracé fuertemente, indicándole que no estaba sola.
A los lejos pude notar una persona que venía corriendo con rapidez.
Era Natalia. Y me sorprendí bastante al ver en la forma en que venía. Llevaba puesto una bata de color rosa con flores, tenía puesto una toalla por la cabeza.
Mmm… Me parece que se estaba lavando el cabello.
Y para completar no traía puesto sus calzados.
Siempre está para la persona que lo necesita, sin importar el lugar, la hora, o en simples palabras, en cualquier circunstancia.
Una amistad así vale oro. Todos deberíamos tener una amistad así.
—Dylan, —dijo cuando estaba parada cerca de Chloe y yo. Ella estaba intentando recuperar el aire, había corrido mucho para llegar hasta acá.
Ella me apartó de Chloe cuando estuvo estable.
✓NATALIA
—Chloe, necesito que respire hondo —expresé. Ella hizo lo que le dije, lo repitió varías veces hasta que logró tranquilizarse.
—¡Ya pasó, bien! —ella asintió levemente.
—Gracias, —dijo en un hilo de voz.
No dije nada al respecto.
Le dije a Dylan que debíamos llevarla a su casa y así lo hicimos.
Después de algunos minutos llegamos a la casa de Chloe.
Dylan pidió pizza de mozzarella con doble queso, acompañado con una coca cola de dos litros.
Chloe estaba sentada en el sofá. Dylan está sentado en su lado izquierdo y yo en su lado derecho, dejándola a ella en el medio.
Había dejado de llorar, pero seguía sin decir ninguna palabra. Me preocupaba mucho tanto a mí como a Dylan.
Estaba en el baño, lavándome el cabello cuando recibí la llamada de desesperación de Dylan. Y de la preocupación ni siquiera me di cuenta de que había venido descalza. Traía puesto una bata de color rosa con flores, además tenía puesto una toalla por la cabeza.
Dios mío.
El silencio seguía entre nosotros, nadie decía nada.
Hasta el punto en que se volvió algo incómodo.
—¿Estás bien? Chloe. —preguntó Dylan rompiendo el silencio que se había formado desde que hemos llegado a su casa.
Ella no respondió.
Después de unos segundos de silencio, negó con la cabeza y una pequeña lágrima se le escapó.
—Lo siento, —susurro más para ella misma que para nosotros.
—No tienes el porqué pedir disculpa, —intervino Dylan.
—Él tiene razón. —afirmé refiriéndome al comentario de Dylan.
Pero ella negó con la cabeza.
Y empezó a hablar.
—Les hago preocupar a ambos, quitándoles su tiempo por algo tan …, —y antes que pudiera terminar la interrumpí.
No estaba de acuerdo con nada de lo que estaba por decir.
¡No, no, y no luego!
—Chloe, primero que nada, no es como vos estás pensando, y lo que acabas de decir me molestó, ¿sabés por qué?
Ella negó con la cabeza.
—Porque Dylan y yo somos tus amigos, y siempre estaremos acá y en dónde sea para apoyarte y no dejarte caer nunca. Eres una chica muy inteligente y hermosa, y si ese chico no lo vio, pues él se lo pierde.