Había pasado prácticamente un mes desde todo lo ocurrido; Chloe estaba mucho mejor. Dylan y yo nunca la dejamos sola, siempre estuvimos ahí para animarla.
El muy imbécil de Mario intentó contactar con Chloe. Fue difícil para ella ignorarlo, pero lo logró.
Los días no fueron fáciles para mi mejor amiga, pero con el tiempo aprendió a lidiar con ello. Mantener cero contacto definitivamente le ayudó, aunque la tentación estuviera ahí.
Mañana, sábado veinticuatro de marzo, es el cumpleaños de Chloe. Va a cumplir diecisiete años. Nos llevamos prácticamente por meses; mi mejor amiga es mayor que yo por unos meses, nada más.
No tenía la menor idea de qué regalarle, soy un desastre eligiendo regalos.
Después de salir del colegio, Dylan y yo decidimos ir al centro comercial en busca del regalo perfecto para nuestra amiga. Le avisé a mi madre que llegaría tarde a casa y le comenté la causa; accedió comprensiva.
Hace más de dos horas que estamos en el centro comercial buscando el regalo perfecto para Chloe, y aún no hemos conseguido lo que estamos buscando. Al menos, yo aún no he encontrado nada.
Pero parece que Dylan sí lo hizo.
—Esto es perfecto para ella —exclamó Dylan emocionado, mostrándome una paleta de maquillaje muy colorida y llamativa.
—Le va a encantar —dije examinando mejor el maquillaje.
Es una paleta de maquillaje de cuarenta y seis colores con brillo que resalta bastante. A Chloe le encantan este tipo de maquillajes, y estoy bastante segura de que le encantará.
—¿Todavía no has encontrado lo que buscas, Nati? —preguntó Dylan divertido.
—No —dije dejando salir un suspiro pesado.
Dylan fue a la caja para pagar su regalo y pidió que lo envolvieran.
Después de echar otro vistazo para ver si encontraba algo que llamara mi atención, rendida, decidí que era mejor ir a otro centro comercial.
—Vámonos, Dylan, aquí no hay lo que busco —le hice saber a mi acompañante.
Salimos del centro comercial.
—¿Te vas sin regalo? —cuestionó el chico.
Negué con la cabeza.
—Ya se me ocurrirá algo —expresé sin mucho ánimo.
—Yo sé que sí —aseguró Dylan.
Solté un suspiro ante su comentario.
—¿Quieres ir por un helado? —preguntó el chico.
—No, debo seguir buscando el regalo perfecto para Chloe.
—Entonces nos vemos mañana, Natitita —me dijo envolviéndome en un abrazo.
—¿Ya te vas? —pregunté incrédula después de que me dejara de abrazar y continuara caminando.
Él sonrió divertido.
—Soy un chico ocupado, Natitita —soltó guiñándome un ojo con una sonrisa y luego aceleró sus pasos.
—Sí, un chico bastante ocupado por la tóxica —ironicé con un sarcasmo bastante obvio. Estaba intentando seguirle el paso; es alto y tiene pasos largos, así que me costaba estar al mismo ritmo que él.
—Natitita, ¿estás celosa por no ser tú la tóxica? —cuestionó soltando una carcajada mientras esperaba a que lo alcanzara.
Puse los ojos en blanco ante su comentario.
—Oh, por favor, Dylan, vamos, tú sabes que solamente quiero ser la tóxica de Thomas Jefferson —le hice saber sonriendo de manera victoriosa.
Es que nadie está al nivel de Thomas Jefferson.
—Hablando del Rey de Roma —canturreó el chico que iba caminando a mi lado.
—¿Por qué lo dices? —cuestioné confusa, sin entender a lo que se refería.
—Mira allá —dijo haciéndome girar frente a una tienda de venta de DVD que estaba cruzando la doble avenida.
—Dylan, debemos ir a esa tienda —dije agarrándolo de la remera de educación física. Definitivamente, estamos con nuestro uniforme del instituto, que es de educación física; los días viernes tenemos actividad física, tanto como deporte, y como todo instituto, tiene un uniforme asignado para esa asignatura, nuestra institución no sería la excepción.
No sé si en realidad es una asignatura, ya que solo realizamos actividades físicas y jugamos algunos deportes. Hay una sola excepción: las personas que no realizan actividad física o no juegan algún deporte tienen que trabajar de forma teórica.
Y es horrible; prefiero mil veces más tener el cuerpo todo adolorido que estar copiando en el cuaderno miles de textos innecesarios.
Casi arrastrando a Dylan, cruzamos la doble avenida para entrar y llegar a la tienda.
—¿Es necesario que entremos? —cuestionó sin mucho entusiasmo el chico.
—Esta operación se llama regalo perfecto para Chloe —le hice saber.
—Es broma, Natalia, yo no creo que estés buscando el regalo perfecto para Chloe, sino al galán, ese que ni te da bola —dijo encogiéndose de hombros.
—Cállate, Dylan —le dije poniendo mala cara.
Entramos a la tienda. El local parecía pequeño por fuera, pero una vez que estás dentro, te das cuenta de que es bastante amplio. Tenía todo tipo de DVD, música, películas, videojuegos, una infinidad de variedades y otros productos que no tenían nada que ver con los DVD.
Había mucha gente en el local.
No quiero juzgar a la gente que compra estas cosas, pero ¿es que acaso no es mejor tenerlo en el celular?
El puede, puede y el que no, crítica.
Puse los ojos en blanco ante el recordatorio de mi mente.
Esto de ser pobre no es tan divertido.
Trabajo, gano bien, y no sé por qué me quejo; es posible que sea un poquito tacaña a la hora de gastar dinero, pero eso es detalle, bueno, digo yo.
—Thom, ¿por qué no llevamos un DVD de Bad Bunny, Paulo Londra, Daddy Yankee? —preguntó una voz femenina a Thomas Jefferson.
Debí suponer que no vendría solo.
Por la voz reconocí a su acompañante, es Leila, su compañera de clase. Es una chica mimada y arrogante, es como la popular del instituto, pero muchos la conocemos como la insoportable del instituto.
Es hermosa, no lo niego.
Cuida mucho de su físico, se viste bastante bien, combinando cada una de sus prendas.
Tiene el cabello rubio y liso, bastante brillante y bien cuidado, sus ojos azules y la piel pálida como una muñeca de porcelana.