Un Diablo Encantador

CAPITULO 4

• DOS MESES DESPUÉS •

 

DARYL

Pase los últimos dos meses pensando en ella, en sus ojos, sus besos y en lo bien que me sentí dentro de ella. Estuve con muchas mujeres este tiempo pero ella... ¡Mierda se encarnó en mí piel!. No puedo olvidarla, aunque me revuelque con un sin fin de mujeres ninguna llega a provocar nada de lo que ella hizo en mí. 

 

– ¡Tierra llamando a Daryl Victorino! –me dice Mitchel–. ¿Hay alguien en casa? ¿Eh? 

 

– Si, hay mucha gente –digo bromeando–. ¿Que pasa? 

 

– ¿Donde está tu cabeza en estos momentos? –se ríe–. Haz estados distraído desde que llegamos. 

 

– De hecho estuvo todo el día distraído –dice Silas. 

 

– Solo pienso en... –suspiro molesto–. Mis enemigos y todo eso. 

 

– ¿Héctor Graviano? –pregunta Mitchel–. ¿Pelean otra vez? 

 

– Territorio... Me ha ofrecido una gran cantidad de dinero por mis rutas –me apoyo en el respaldo de mí sillón–. Creo que no entiende como me manejo. 

 

– Jamás lo hará –Mitchel refunfuña–. Es muy obsesivo. 

 

– Si, lo sé –suspiro–. En fin, tenemos que ir a ver esos caminos. Andando.

 

Antes de que pueda salir de mí oficina, Yonathan entra apurado.

 

– ¿Yonathan? –pregunto–. ¿Que está pasando? 

 

– Señor Victorino... Tiene visitas, señor –me dice alterado. 

 

– ¿Visitas? –pregunto confundido–. ¿Quien viene a visitarme? 

 

– Su hermano, señor... –me dice. 

 

Suspiro pesadamente, me giro hacia Mitchel y Silas. Salgo de mí oficina, vamos a la sala. Entro y ahí los veo, mí hermano Amador y Verónica su esposa, en sus brazos una bebé. 

 

– Amador... –le digo–. ¿Que hacen aquí? 

 

– Daryl, vinimos a verte –me dice sonriendo–. No conociste a tu sobrina.

 

– ¿Es su hija? –pregunto–. Felicidades.

 

Amador toma a su hija en brazos y la acerca a mí, al verla noto sus ojos azules, heredados de nuestra familia.

 

– Aún no tiene padrino –me dice–. Pensaba en ti. 

 

– No puedo, Amador –le digo–. No puedo tener a nadie importante en mí vida. 

 

– Hermano... No puedes alejarte más de nosotros –dice–. Por favor, ya hemos pasado mucho tiempo alejados.

 

– Sabes que el mundo en el que vivo no es bueno para tu y tu familia –miro a la bebé y le acaricio su cabecita–. Es hermosa, tienes mucha suerte. 

 

– A mamá y papá no les hubieras gustado esto –sus ojos se humedecen–. Déjanos quedarnos contigo al menos hoy.

 

– Mañana tienen que irse –suspiro–. Mí ama de llaves les indicará donde quedarse. ¡Cristina! 

 

El ama de llaves de la mansión aparece por la puerta. 

 

– ¿Si señor? –pregunta. 

 

– Prepara una habitación para ellos... –le digo–. Y manda a alguien a comprar una cuna. 

 

– Si, señor –asiente y sube las escaleras. 

 

– Vamos a sentarnos y a hablar –le digo. 

 

Salimos al patio y nos sentamos en los sillones bajo el techo, me cuentan de lo que ha sido su vida y demás. Recuerdo como era hace años, Amador y yo éramos muy unidos, inseparables desde niños. Pero luego apareció Verónica y ambos nos enamoramos de ella, pero Amador se ganó su corazón desde el inicio.

Luche por ella, intento ganar su corazón, aunque a veces parecía haberlo hecho siempre volvía con Amador. Al final se casaron.

 

 

• CUATRO AÑOS ATRÁS • (Recuerdo de Daryl) 

 

Presenció sentado en la fila de atrás como mí hermano y Verónica se casan, a mí lado Mitchel y Silas. Amador y Verónica dicen sus votos entre llanto y emoción. 

 

– Amigo... Estarás bien –me dice Mitchel–. Encontrarás a alguien más.

 

– Lo dudo –niego–. Este sentimiento está tan clavado en mí que duele estar aquí.

 

– ¿Unas carteritas? –pregunta Silas tratando de animarme–. ¿Que me dices?

 

Me giro hacia ellos y les sonrío. Desde que Silas, Mitchel y yo nos conocimos en el reformatorio a los 12 años somos hermanos. Siempre tienen los consejos y palabras justas. 

 

– ¿Están listos para perder? –les pregunto. 

 

– ¿Y tu? –pregunta Mitchel. 

 

– Muuuyy bien, muchachos... –me trueno los dedos–. Enséñenmen lo que tienen.

 

Mientras Amador y Verónica se besan sellando su amor, todos van a felicitarlos. Los tres nos alejamos hacia la puerta de la iglesia. 

 

– ¡DARYL! –grita Amador acercándose–. ¿Donde vas, hermano?.

 

– Nos vamos, fue una linda... Boda –digo mirando a Verónica.

 

– Lo lamento, hermano –me dice apenado–. Por favor... Quédate. 

 

– No es mí lugar aquí, Amador –le digo–. Mucho menos ahora... Hasta pronto.

 

Así salí de la iglesia, subimos a nuestros autos y arrancamos al alguien lado. Pocos meses después y tras varias llamadas ignoradas de Amador dejo de insistir, quizás entendió que necesito tiempo. 

Corro carreras ilegales, soy bueno un gran corredor como mí padre Thomas Victorino, recuerdo a mí padre con una sonrisa en la mente. Es más de media noche y acabo de ganar la última carrera $1.000 dólares y mas con lo que ganaron los chicos. Nos acercamos a nuestros autos para irnos. 

 

– ¿Joven Daryl Victorino? –pregunta un hombre. 

 

– Si soy yo –le digo–. ¿Pasa algo?

 

– Mí jefe quiere verte –señala el palco–. Necesita hablar contigo. 

 

Nerviosos nos miramos entre todos, seguimos al hombre y subimos por el ascensor al palco. Ahí están todos los grandes... Los campeones. Sentado detrás de un escritorio sobre el cual hay mucho dinero un hombre de ejnos cuarenta y tantos me mira sonriendo. 

 

– Joven Victorino –me dice–. Soy Malconm Donovan, es un placer. 



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En el texto hay: trato, _romance__, _mafia_

Editado: 06.10.2021

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