- Oigan ustedes dos, vaya por “eso”.
- ¿Por qué tenemos que ir nosotros?
- ¿Es que acaso van a cuestionar mis órdenes?
Ambos sujetos se fueron en dirección a un edificio y no volví a verlos salir.
José: Érika, ¿te encuentras bien?
Érika: Claro, solo tengo algunos rasguños por la caída pero lo más importante es que la señora está herida en la pierna, al parecer una bala le impactó. Además, ¿Dónde está el bebé?
José: Oh sí, él...
Desde el cielo se escuchan los llantos de un bebé al cual atrapo con mis brazos mientras empiezo a mecerlo para que se tranquilice.
Érika: ¡Maldito idiota! ¡¿Es que acaso lanzaste al bebé por los aires?!
José: Lo siento, era eso o dejar que las balas nos impactaran.
Érika: ¡¿Cómo demonios lanzar al bebé por los aires pudo evitar que las balas nos impacten?!
José: ¿Te he dicho que te ves sexy cuando te enojas? Te lo explicaré luego, ahora no es momento para discutirlo. Lo peor que pudo hacer ese idiota fue tomar la decisión de dispararnos.
¿Es que acaso no te importa lo que le suceda a este bebé? -dije cambiando radicalmente mi expresión a una de enojo.
- Si me importara, ¿Crees que hubiera ordenado que disparen? Poco me importa ya lo que le suceda a esa mujer y su hijo, solo queríamos información y provisiones, esto no tiene nada que ver con ustedes, váyanse porque como lo habrás comprobado, no me importa matar a una o dos personas más.
José: Entonces no me importará acabar con la vida de un pedazo de mierda como tú aquí mismo.
- Tienes agallas chico, ¿Me pregunto cómo has podido hacer que ninguna de las balas impactara en tu grupo?
José: ¿Por qué no vienes y lo descubres por ti mismo?
- Parece que estuviera tratando con unos niños que juegan a ser héroes.
José: Érika ve y deja a esa mujer en un lugar seguro.
Érika: Claro pero, ¿Qué pasará contigo?
José: Yo estaré bien y lo sabes, en cambio esa mujer necesita tratamiento médico de inmediato, procura llevarte al bebé contigo.
Érika: E-Está bien José, ten mucho cuidado.
- ¿En serio creen que los dejaremos escapar así de fácil? A estas alturas esa mujer se habría ahorrado el sufrimiento de no ser por ustedes mocosos.
Erika tomó al bebé en brazos y empezó a correr. Por otro lado la mujer se limitó a agradecernos.
- No se vayan, mejor quédense y bebamos un poco de té.
El tipo chasqueo sus dedos y un sujeto disparó al aire, ¿Qué planea hacer? ¿Intimidarnos?
No pasaron muchos minutos y otro disparo se escuchó.
José: Ese imbécil, no lo vi.
Había un francotirador en el techo de aquel edificio y el disparo de hace un momento era la señal para disparar. No debí confiarme tanto, volteo hacia Érika y veo como el cuerpo de la señora cae al suelo, le habían dado en el cuello. Erika se quejaba por el dolor en su oído debido a que la bala pasó demasiado cerca, no soltó al bebé y este no paraba de llorar.
Antes de que pudiera ir a ayudarla, el tipo abrió la boca otra vez.
- Oh demonios, ya la mataste; bueno no hay nada más que hacer, de todos modos planeábamos asesinarla.
Ese tipo, era despreciable, no podía creer lo que estaba sucediendo. ¿En esto se ha convertido la sociedad? Los verdaderos demonios han podido salir a la luz desde que empezó todo esto.
Otro disparo se dejó escuchar y Erika cubrió al bebé, no iba a dejar que la bala le impactara.
Levanté mi mano que se encontraba con una llama poco visible, bastaba con que yo sepa que estaba ahí. Un disparo más se oyó y el grito desesperado de Érika me alertó de algo que ningún humano en su sano juicio hubiera hecho.
Había otro francotirador en el tejado de una casa no muy lejos. El bebé, ese inocente niño. Un disparo en su pequeña cabeza había extinguido sus llantos y Érika había sido bañada en su sangre.
Primero volteó a mirarme con una expresión difícil de descifrar y luego rompió en llanto, apenas podía entender alguna de sus palabras ahogadas.
Érika: Esos... esos malditos, se atrevieron a matar... mataron al inocente bebé que no tenía culpa alguna de lo que sucedía.
Apreté mis puños tan fuerte como pude hasta hacerme sangrar y empecé a correr en dirección a ellos, me hervía la sangre y en mi mente solo tenía la idea de matarlos.
De mi bolsillo saqué mi cuchillo y decidí quién sería mi primer objetivo, era un tipo de mas o menos mi edad y se estaba riendo a carcajadas de la situación en la que nos encontrábamos.
José: Dime, ¿Esto te causa gracia idiota?
Enterré mi cuchillo en su garganta. Luego lo removí lentamente y dejé que se desangre en el piso, no iba a darle el golpe de gracia después de lo que hizo.