Capítulo 8
Tomándola de la mano se la lleva por el montón de paja que durmió hace algunos minutos atrás. La oculta debajo de todo eso, cubriéndola con la manta. Ella lo mira entre extrañada y asustada, pero el duende Martín no tiene tiempo de explicar. Hace la señal de silencio, acomodando mucho más paja para tratar de cubrirla casi entero. Conforme de eso, toma la gran manta para seguir tapando todo el cuerpo de Peggy. Luego se apresura para abrirle a Santa que ha vuelto a tocar la puerta.
- ¿Qué tanto haces aquí? -pregunta Santa entrando y mirando a todos lados.
- ¡Lo... lo siento, Santa! -contesta el duende Martín.
Su jefe no deja de mirar por toda la cabaña, eso lo va colocando más tenso. Se toma las manos, apretando sus dedos cuando la vista de Santa llega al rincón donde está la paja. Sería una gran mala suerte que él descubriera todo lo que ha hecho a sus espaldas este último tiempo. Ni se imagina lo que haría si descubre que un humano se oculta en ese montón de paja.
- ¡Veo que te tomaste enserio el descanso porque hace días que no te veo por mi casa, ni para comer las galletas de la señora Claus! -exclama Santa que no termina de inspeccionar.
- ¡Por eso pedí el descanso, desconectarme por completo de todo! -contesta él cada vez más tenso y nervioso.
- ¿Me estás diciendo la verdad, duende Martín? -pregunta Santa de repente al sentarse en un sillón.
- ¿Me crees capaz de mentirle al gran jefe del Polo Norte? -pregunta Martín mostrando una sonrisa buscando naturalidad y serenidad.
- Quiero recordarte, no creía posible hacerlo, que yo quiero a todos mis duendes como si fueran mis hijos... eso quiere decir que un padre siempre sabe lo que están haciendo sus hijos –dice Santa.
- ¿A qué se refiere, Santa? -pregunta Martín.
- ¿Seguirás mintiéndome, duende Martín? -pregunta Santa cambiando su tono de voz. Eso preocupa a Martín. Las cosas parecen ponerse más difíciles.
- ¡Yo no digo mentiras, Santa! -dice Martín viéndose sorprendido.
- ¿Acaso quieres ser desterrado del Polo Norte? -pregunta Santa con la voz más fuerte y autoritaria. Eso no se escucha bien.
- ¡Santa... desterrado no, por favor! -suplica Martín no creyendo escuchar eso de él.
- ¡¡Es mi culpa, es mi culpa!! -dice Peggy saliendo casi cubierta con paja en su pelo y en su ropa.
Martín mira a Peggy luego a Santa. Mira a Santa y luego a Peggy. Ella toda llena de paja en su cabello y en su pelo, se queda también mirándolos preocupada. Se ve adorable pareciendo una niña traviesa como esos años. No puede apartar su vista de ella, pero Santa lo quema con su seria mirada. Eso hace que la culpa caía a toneladas encima de él. Desvía su mirada de ambos. Ahora deberá asumir lo que está pasando, y las consecuencias también.
- ¿Es usted Santa Claus? -pregunta Peggy al tenerlo frente a ella. Él se levanta a pesar de su pesado cuerpo.
- ¡Así que Peggy Sullivan nos ha venido a visitar! -exclama Santa dándole una inesperada y cálida sonrisa. Martín queda congelado en su sitio.
- ¿Sabías que ella estaba... -Martín no pudo terminar su frase otra vez.
- ¿Usted sabe mi nombre? -pregunta Peggy mirando a Santa.
- ¡No sería Santa Claus si no supiera los nombres de mis niños y niñas! -responde Santa tan sonriente como lo hace Martín.
- ¡Oh, es verdad! -exclama ella sonriendo- ¡Perdón, perdón por causar problemas, pero Martín no tiene la culpa, yo... yo soy la culpable de todo! -dice ella mirando a Martín que también se preocupa por lo que intenta hacer.
- ¡Peggy, eso no es verdad! -dice Martín llegando a su lado- ¡Yo soy el culpable de todo, de parecer un loco siguiéndote, de espiarte y de... -habla él bajando la voz y mirando a Santa- … mentirle a Santa! -dice finalmente el duende bajando la vista al suelo.
- ¡No, Martín... has sido muy bueno conmigo, sólo que todo esto me pareció muy extraño, pero me... me acostumbré a verte, a charlar unos segundos contigo, y de todo eso a la vez me protegías, si hasta me defendiste de... de Raúl! -dice ella tomando la mano de Martin, pero él la suelta enseguida al sentirse observados por Santa.
- Peggy, ven conmigo –pide Santa caminando hacia la puerta.
Martín busca adelantarse a Peggy, preocupado que la separen de él. Ella no confía en nadie, aunque Santa Claus. Se coloca delante para impedir que avance y salga tras su jefe. Santa se gira en la puerta antes de abrirla. Mira muy serio a Martín, pero éste intenta tomar algo de valentía, aceptando las consecuencias de eso.
- ¿Qué crees que haces? -pregunta Santa con seriedad.
- ¡Martín, no hagas esto! -dice Peggy tomando su brazo por detrás.
- ¡Si quieres castigar a alguien, yo soy el culpable! -dice el duende Martín sacando su voz más fuerte.
- ¡Duende Martín, deja a Peggy que me acompañe! -dice su jefe.
- ¡No, Peggy no quiere irse! -dice el duende Martín sacando su lado rebelde.
- ¡Martín, déjame ir con él, es Santa no hay de qué preocuparse! -dice Peggy con su mano aún en su brazo. El duende Martín no deja de mirar a Santa, y éste no deja de observarlo sorpresivamente ante su conducta.
- ¡No, Peggy... yo debo protegerte! -exclama el duende Martín sin la intención de moverse.
- ¡Duende Martín, te lo voy a pedir por última vez... deja a Peggy que venga conmigo! -exclama Santa más serio de lo normal- ¡Ya tendré tiempo para charlar contigo! -dice al finalizar, cruzando el umbral, esperando a Peggy afuera.
- ¡No me pasará nada, volveré pronto! -dice ella esquivándolo para pasar por su lado.