Adrián al escuchar el timbre abre la puerta de su apartamento. Frente a él se encontraba Konogi, la súcubo. Vestía una blusa verde oscuro muy escotada y una mini falda blanca.
—¿Qué quieres, Konogi?
—Que poco caballero eres -responde ella con molestia.
—Si has venido es porque necesitas algo.
—Deberías estar feliz que una mujer como yo te visite.
—No es algo que me pueda causar alegría -responde Adrián con indiferencia. Esa clase de mujeres no eran de su gusto.
Ella se acerca de manera sugerente —Sólo quería preguntarte si sabes algo sobre la razón por la que Leonardo insiste tanto en despertar su magia.
—¿Interesada en el nuevo?
—Curiosidad, nada más.
—Tus intereses nunca son para nada bueno con respecto a los hombres -contesta Adrián cínico.
—Tus padres deberían enseñarte a tratar mejor a las mujeres.
—No puedes hacerte la inocente conmigo porque te conozco. Y me parece normal que quiera despertar su magia al enterarse que la posee.
—Pero tengo el presentimiento que es por algo más -comenta Konogi pensativa.
—Si quieres saberlo preguntale tú misma.
—Lo intenté, pero no dijo nada y esa licantropo nos interrumpió por sus celos.
—Vaya, así que al parecer no sólo es una amiga -dice Adrián.
—Es muy obvio que ambos se gustan.
—Pero por lo visto ninguno se atreve a declararse. Si no tienes más nada que decir, adiós.
Adrián cierra la puerta y Konogi queda enojada por no conseguir respuestas. Ella sabía que Leonardo ocultaba algo muy importante y ella quería descubrir que era.
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Editado: 21.04.2022