—¿Te gustó la historia? —preguntó Leondre.
—Jamás había aprendido tanto —reí.
Salimos del museo y decidimos caminar sin rumbo.
—Duró demasiado el paseo en el museo, la chica se tardaba tanto —dijo Leondre.
—Lo sé, me aburrí en algunas partes, solo quería conocer —reí.
—Igual yo —me miró—. ¿Tienes hambre?
—No sé, no tanto.
Entonces, tú las traes —tocó mi hombro y salió corriendo.
Reí.
—¡Ven acá! —exclamé y corrí detrás de él.
Corrí rápido para alcanzarlo, pero él aceleraba y corría más rápido, hasta que llegamos a un lugar donde había mucha gente y ahí es donde lo alcancé. Me reí porque él ya no tenía salida, pero me detuve al ver lo que tenía en frente, Leondre y yo estábamos cerca del Big Ben.
—No puedo creerlo —dije sorprendida y corrí al barandal para verlo de cerca.
Tomé demasiadas fotos y sonreí al final, por fin estaba ahí y podía verlo de cerca.
—Muchas gracias por traerme aquí sin darnos cuenta —sonreí—, el Big Ben ha sido lo que más he querido ver de cerca, en verdad gracias —sonreí y lo abracé.
No podía creer que lo había abrazado, fue un impulso, pero realmente lo quería.
—No me agradezcas —sonrió y me correspondió el abrazo.
Nos tomamos algunas fotos juntos en frente del Big Ben y así la pasamos el resto de la tarde, caminando sin rumbo y conversando.
El día pasó rápido y ya tenía que regresar al departamento, mi mamá seguía preocupada porque no conocía la ciudad y no quería que me perdiera o me pasara algo.
—Me encantó estar contigo, Leondre —sonreí.
—Tenemos que salir más seguido, me encanta tu compañía —dijo.
—Podemos salir cuando quieras, solo dime.
—Tomo tu palabra —sonrió—. Nos vemos.
Nos despedimos con un beso en la mejilla y se fue, en verdad la había pasado tan bien y no olvidaría ese día nunca.
Subí al departamento y Alexis estaba afuera de éste.
—¿Dónde estabas? —preguntó.
—Hola, estoy bien, gracias por preguntar —dije con sarcasmo.
Alexis rio.
—Dime, dónde estabas —volvió a preguntar.
—No te importa —dije.
—No me contradigas, amiga, ya sé que te fuiste con el amor de tu vida —dijo y me dio un pequeño golpe en el hombro.
—Silencio, niño, no te adelantes todavía —reí.
—Pues se te ve muy enamorada de ese chico que me encantaría conocer en algún momento de la vida.
—Pronto lo conocerás, no te diré nada porque todavía no somos nada.
—¿Y esperarás a que sean algo para poder conocerlo? —preguntó indignado.
Amaba que se hiciera el indignado de broma.
—Lo conocerás y punto —reí.
Me despedí de él y entré a mi departamento, mi mamá estaba haciendo de cenar y Carlos estaba viendo la televisión.
—Emma —saludó mi mamá.
—Hola, mamá —saludé y dejé mi bolsa en el sillón.
—¿Cómo te fue, hija? —preguntó mi mamá.
—Muy bien, pero todavía no aseguro nada —aclaré.
—Mira, Emma, quiero que seas feliz y si ese chico lo hace, aseguro que así es, pues yo no voy a prohibirte nada porque me encantaría que conocieras a alguien y no te quedaras con lo que te hizo Saúl —dijo mi mamá.
—Lo sé, mamá, pero no me siento lista todavía porque sigo con la herida en el corazón —dije.
—Lo sé, hija, sé que te sientes mal todavía, pero tienes que seguir tu camino, tienes muchas cosas por delante y muchas cosas por vivir, no dejes que nada te detenga.
—Tienes mucha razón, mamá, voy a darle una oportunidad al amor, pero realmente lo haré poco a poco, no me quiero adelantar —sonreí y la abracé.
—Sí, hazlo con lentitud —correspondió mi abrazo.
Nos separamos y mi mamá siguió con lo suyo.
Salí de la cocina y me fui a la sala de estar, vi a Carlos bien cómodo en el sillón viendo la televisión y lo fulminé con la mirada.
—Gracias —dije sarcásticamente.
Rio.
—Sí, suerte —dijo y se concentró en la televisión.
Reí.
Agarré mi bolsa y me fui a mi habitación, me cambié de ropa y me acosté en la cama para pensar.
Estaba muy feliz porque había salido con Leondre y me la había pasado muy bien, él me estaba dando una oportunidad en el amor y por supuesto que la iba a tomar. Leondre se comportaba como un caballero conmigo, me trataba como si fuera importante, como una princesa, eso me encantaba de él.