—Te tengo una sorpresa —dijo Ana.
—¿Cuál? —pregunté.
—Te enseñaré cuando lleguemos —dijo.
El tiempo siguió pasando y todo marchaba bien en mi vida. Ya habíamos vuelto al departamento y estaba con mi perrito de nuevo; de igual forma Leondre y yo salíamos mucho, nos la pasábamos juntos la mayor parte del tiempo.
Era un nuevo día y Ana me tenía una sorpresa, me sacó del departamento temprano y ella condujo hacia un lugar que yo desconocía.
—Tranquila, ya casi llegamos, cierra los ojos —dijo.
Los cerré y en ese momento Ana se detuvo.
—Muy bien, te ayudaré a bajar —dijo.
Me ayudó a bajar y caminamos con cuidado.
—Perfecto, aquí estamos, abre los ojos —dijo Ana con emoción.
Los abrí lentamente y vi una casa blanca muy grande, era como la de mis sueños y eso ocasionó que me pusiera a llorar.
—Es tuya, Emma —dijo Ana.
—¡¿Qué?! —exclamé con emoción.
—Es una residencial muy lujosa y justamente este terreno estaba vacío, contraté a unos buenos arquitectos y estuvieron trabajando por meses para cumplirte la casa de tus sueños —contó.
—Ana, está increíble —sonreí.
—Entremos, te encantará por dentro —dijo.
Entramos y me sorprendí al ver lo grande que era por dentro.
—Ahí está la cocina —señaló—, luego la sala de estar, luego el comedor, muchas ventanas, ahí están las escaleras y arriba los cuartos.
La parte de arriba estaba rara, ya que estaban los cuartos y en frente de ellos había un barandal, como si fuera un balcón y se podía ver la planta baja de la casa.
Recorrí los cuartos y me encantaron.
—Solo que hay un problema —dijo Ana.
—¿Cuál? —pregunté.
—La residencial me está pidiendo unos papeles —dijo Ana.
—Traje todo, ¿cuál es el problema? —pregunté.
—Me están pidiendo un papel que dejaste en México, es para sacar las escrituras de la casa a tu nombre.
—¿Cuál papel? —pregunté.
—Es que esta casa la preparé desde hace años sin que tú lo supieras, hay un papel donde el infonavit dio el permiso para poder habitar la casa en Londres y no tener ningún problema —dijo.
—No me digas —dije con preocupación.
—Hay que viajar a México para ir por el papel, hagan las escrituras y luego habitarla.
—Está bien, ¿mi agenda está vacía? —pregunté.
—En estos días sí, el próximo mes tienes la colaboración con Alan Walker y hay que ir a Noruega —dijo.
—Entonces hagámoslo —sonreí.
Las horas pasaron y me encontraba haciendo una llamada con Leondre, le estaba contando todas las noticias nuevas y lo que haría.
—Al parecer iré a México, Ana me dio una sorpresa, una casa, lo malo es que están pidiendo un papel importante para poder habitar la casa —conté.
—Eso es un gran regalo, me has platicado mucho de Ana y es una increíble persona —dijo.
—La verdad sí, es un gran amiga y mánager —sonreí.
—¿Cuándo te vas? —preguntó.
—Mañana, volveré en dos días.
—Menos mal, no te irás por mucho tiempo —dijo.
—Sí, por eso mi mamá y Carlos no vendrán conmigo, solo iré con Ana.
—Bueno, solo estarás un día allá, no creo que sea necesario que vayas con ellos.
—Exacto —dije—. En fin, ahora debo entrar al departamento, voy a arreglar mi mochila —dije.
—Está bien, hablamos en otro momento —dijo.
—Nos vemos —me despedí.
Antes de colgar alcancé a escuchar un susurro de Leondre pero realmente no entendí qué dijo, eso me dejó con confusión y curiosidad.
Entré al departamento y me fui a mi habitación para arreglar mi mochila.
—Guarda tu maquillaje, Emma —dijo mi mamá.
—No puedo llevar maquillaje en las bolsas de mano, no dejan entrar con líquidos o cremas al avión —dije.
—¿Necesitarás el maquillaje? —preguntó.
—Demasiado —dije.
—¿Ana no llevará maleta?
—Voy a preguntarle.
Le mandé un mensaje preguntándole si llevaría maleta, ella respondió que sí y sentí un gran alivio.
—¡Si llevará! —exclamé con emoción.
Le dije a Ana que pondría mi maquillaje en su maleta y ella aceptó.