Un extraño en mi alcoba

Capítulo 8

Odette organizó una tarde al aire libre a la que me invitó a asistir. Sabía que Tarik se encontraría en el grupo, no había forma de que lo excluyeran del plan, era amigo del príncipe y estaba aquí acompañándolos. El saber que iba a volver a verlo me llenaba de una extraña mezcla de excitación y nervios, ¿volvería a la carga para seducirme o sería indiferente? Tal vez ya había encontrado a otra joven que llamara su atención y yo era cosa del pasado, así sucedía con los libertinos como él, iban de una en otra sin el menor reparo. Por mi parte, yo no había dejado de pensar en nuestro breve encuentro. Bastante difícil había sido convencer a Leonor y a Carlo de que mi intercambio con Tarik había sido del todo intrascendente, que casi ni le había entendido nada por su acento extranjero, cuando la realidad era que había entendido cada una de sus palabras y las tenía grabadas en mi mente, así como sus ojos, su sonrisa y las sensaciones que había alborotado en mi interior. Me sentía boba de estarle dedicando tantos pensamientos a un extraño para el que yo solo significaba uno de tantos coqueteos, pero no encontraba manera de parar, cada que intentaba llevar mi mente hacia otra parte esta insistía en regresar a Tarik y su sonrisa de pilluelo. Volverlo a ver solo reavivaría mi obsesión, pero era incapaz de negarme a la invitación de mi querida amiga, así que no tenía opción más que afrontar. Resignada, aguardé la llegada del carruaje que Odette quedó enviaría para mí, portando un vestido de día de hombros descubiertos con una muselina blanca encima para poder estar fresca sin revelar de más.

El carruaje llegó puntualmente y me llevó al lugar donde pasaríamos la tarde. Aun antes de bajar, escuché la carcajada de uno de los gemelos. Los Autumnbow ya estaban aquí divirtiéndose. Al abrirse la portezuela esperaba encontrar al cochero tendiéndome la mano, pero, para mi sorpresa, quien se ofrecía a ayudarme a bajar era nada más y nada menos que Tarik Ferraz.

—Buenas tardes, linda. Debo decir que tu presencia hace maravillas para mejorar el paisaje —dijo muy quitado de la pena.

—Señor Ferraz, ya veo que no siguió mis consejos —dije en tono mordaz antes de tomar la mano que me ofrecía para descender.

Mi comentario provocó su risa, pero se esforzó por contenerla y fingir seriedad. Echamos a andar hacia donde se encontraban los Autumnbow sentados sobre unos amplios manteles color rojo mientras degustaban distintos refrigerios.

—Al contrario, sí que me di un baño con agua fría como sugeriste y, por un breve momento, pareció que había dado resultados, pero acabo de comprobar que no fue así. Me temo que no sirvió de nada —dijo en tono de lamento.

—¿Acaba de comprobarlo? —pregunté juntando las cejas.

—Al verla —soltó con picardía.

Su desfachatez encendió mis mejillas. ¿Qué clase de hombre te decía abiertamente que tu llegada le había subido los vapores? ¡Solo un calavera!

—Compórtese, señor Ferraz, o puede que llegue a pensar que usted no es ningún caballero —lo amonesté con la barbilla en alto—. ¿Acaso en la corte de Dranberg aprueban sus formas?

—Luken normalmente se ríe —me informó encogiéndose de hombros.

—Pues entonces guardé esa clase de comentarios para hacerla de bufón con su príncipe y evíteme tener que soportarlos —le dije transmitiendo mucha dignidad.

Esta vez ya no se aguantó la risa, simplemente dejó que brotara de sus labios, creando un sonido encantador. Tarik dejó de andar, obligándome a detenerme a mí también, pues iba tomada de su brazo. Se giró para encararme y, por instinto, yo hice lo mismo, de modo que quedamos uno de cara al otro.

—Algo me dice que en el fondo te agrada, nadie te habla con tanta franqueza, ¿o me equivoco? —me preguntó inclinándose ligeramente hacia mí.

—Por supuesto que nadie me habla de ese modo, soy una dama —le recordé con la mandíbula tensa.

—Dama o no, te tengo intrigada —aseguró con petulancia. Luego su mano subió para rozar el broche de plata con el que estaba sujetando mi cabello—. Es muy lindo, ¿te lo pusiste pensando en mí? Seguro que te esmeraste para verte bonita porque sabías que ibas a volver a verme.

La observación me hizo sentir muchas emociones contradictorias. Primero, risa, pues cómo no encontrar graciosa su petulancia; segundo, irritación, puesto que caía mal que me creyera tan patética como para arreglarme pensando solo en él; y tercero, bochorno, ya que no tenía idea de cómo, pero Tarik había dado en el clavo. Sí que quise verme más linda de lo usual porque él iba a estar aquí.

Sin intenciones de dejarle saber que me había pillado, le dediqué mi mejor expresión de sorna.

—Tiene mucha confianza en usted mismo, señor Ferraz. Se da una importancia inaudita. Lo envidio, me gustaría ir por la vida sintiéndome así de relevante que usted, aunque fuera imaginario —dije de la forma más natural y tranquila que logré.

Tarik agrandó los ojos por la sorpresa, mi observación lo había sacado de su propio juego. Él esperaba que me sonrojara con pena o que agachara la mirada, no imaginaba que mordería de regreso.

—¡Melina, ven! —me llamó Odette con entusiasmo—. Tienes que probar estos merengues, están deliciosos.

Giré mi atención hacia la princesa y me apresuré a su lado. Tarik no intentó detenerme, posiblemente no sabía qué decirme.



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En el texto hay: humor, romance, matrimonio obligado

Editado: 04.01.2023

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