Séptimo Acto: Vueltas al azar
Era la primera vez que nos encontrábamos más cerca mientras nuestras manos se enlazaban encajando perfectamente, podía escuchar el aire entrando y saliendo de su boca, su voz que, aunque era un susurro se oía sonoramente. Escucharla era mi pasión y sin pensar lo dije.
—Creo que te amo —cabe decir que su sorpresa fue grande y su reaccionar precipitadamente me lo confirmaba.
—¿Estás jugando? —no soy de los que juegan, eso me hirió de cierto modo.
—En ab...
—Ya has despertado —me interrumpe Steve—. ¿Cómo te sientes?
Tanto Isa como yo lo vemos con desaprobación.
—Me da la sensación de que no soy bienvenido —¿cómo llego aquí?
—No, solo eres un idiota —Isa susurra en mi oído —. Hace no mucho más que un mes conocí a un tipo que no es para nada como me suelen gustar, lo curioso es que ese tipo me dijo que cree que me ama, recalquemos que antes de decir que me amaba dijo "creo" —acto seguido Isa sale de la habitación.
—Debemos hablar Dan. Sé que vas a morir y si te vas antes que ella... —no le preste caso a Steve hasta que menciono que sabia que iba a morir recordándome que solo tenía una semana.
Le rogué que mantuviera solo un par de días más lo de mi enfermedad.
Isa regreso, nos quedamos en silencio, no sabía si era de día o de noche, había perdido toda noción del tiempo con el incidente, pero a juzgar como ella quedo dormida era de noche, en el trascurso del tiempo medite lo que había dicho, y lo sutil y simple que lo hacía ver, yo le gustaba y ella me gustaba a mí, el problema era que pronto todo terminaría.
Al día siguiente no podía quitar mi vista de ella, aunque tuviera baba por toda la mejilla derecha, eso la hacía ver tierna.
Primero abrió el ojo izquierdo y si, daba un poco de miedo, era la primera mujer, bueno y la única, a la que había visto babeando y que abriera un ojo como quien dice inspeccionando el lugar.
Movió la cabeza al lado derecho ¿Acaso no me había visto?
Unos minutos después se levantó precipitadamente y se tocó la cara, cosa que hizo que la baba pasará de estar en una mejilla a estar por toda su cara.
—¡Oh no! —agarro la almohada y se la puso enfrente.
—Ya vi todo un espectáculo —me divertía verla actuar así.
—Maldita maña de babear —dijo entre dientes. No podía dejar de reír.
—¡Vamos! No es para tanto, sin embargo, me encanto ser quien se despertará antes.
—Eres odioso —tiro las sábanas y me vio fijamente–. Buenos días —¿Quién carajos te habla tan cerca sin cepillarse? Si, ella lo hizo y no es que me molestara, pero incluso mi boca apestaba—. El mejor aroma ¿No? —se levantó corriendo directo al lavado.
—Eso ni me ha molestado –hable tras la puerta del baño.
—No era para molestarte, era para que te dieras cuenta de que así va a ser el aroma que te levanté las próximas mañanas —piedra, si, así quedé al escucharla decir eso. Ella tenía la intención de estar conmigo. No teníamos tiempo que perder, era todo o nada.
Pasamos un día completo encerrados sin salir de la cama. No hicimos nada más que hablar y ver televisión, aunque fue más de hablar que ver la televisión.
Estudio administración, pero nunca lo ejerció. Ha vivido con un tal Mark desde los 14 años antes de eso vivía con sus abuelos, eso fue lo único que dijo acerca de familiares.
—Oh y se cocinar... La receta que sale en los condimentos —me contó la historia de cómo aprendió únicamente hacer el platillo que sale en la etiqueta de los productos.
—Mamá, papá y May no estaban en casa, tenía tanta hambre, pero mis patéticas cualidades en la cocina eran pésimas. Sin mentir no tenía ni un solo centavo así que decidida hacer algo realmente bueno, reuní muchos ingredientes, mejor dicho, todo lo que encontré en el congelador. Cuando estaba por verter todo en una cacerola vio un bote que al parecer tenía inscrita una receta, siguió cada paso.
» Después de media hora tenía hecho un rico almuerzo según ella... Sabía horrible, pero lo intentó de nuevo y salió mejor. Ahora la llaman la ama de las recetas la oí desde que empezó hablar, pero su boca era lo que más captaba mi atención. Aunque comprobamos la historia de las recetas y en efecto ella sabía cocinar lo que veía en los saborizantes.
—Cuéntame una historia —su voz se había tornado ronca de tanta carcajada que había dado.
—Veamos —una historia, busqué una puta historia que la hiciera reír o causara algo en ella, pero no tenía ninguna buena historia, aun así, hablé.
—Estaba con un grupo de amigos jugando en el patio, tenía como ocho años creo, como ya sabes siempre había uno al que no queríamos que se uniera a nosotros. El royo es que estábamos jugando a los carritos cuando llegó él y dijo —tengo un nuevo auto—. Todos giramos a ver y como si de coro se tratase repetimos —le cayó caca a la leche—. Después de eso hubo un silencio que duró menos de un minuto hasta que el rompió a llorar y ya nunca volvió a querer jugar con nosotros—. En realidad, el patio era el del orfanato y el niño era un vecino que quién sabe cómo entraba a las instalaciones.
—Incluso yo hubiese llorado —anunció entre risas.
—Creo que no lo he vuelto a ver —ni siquiera a quienes eran esos amigos, recordé.
—"Le cayó caca a la leche" cuánta maldad en una sola oración —seguía riendo.
Eran las siete de la noche cuando ella propuso salir. Nos reunimos de nueva cuenta, la diferencia radicaba en que ahora éramos cuatro, Steve iba con una mujer que solo Dios sabe de dónde saco.
—¿Y si vamos al punto más alto? —la punta de su nariz estaba sonrosada por las altas temperaturas.
—¿Dónde queda?
—Tampoco sé –dijo cubriendo su rostro—.Era demasiado rebelde para prestar atención a las clases de Geografía —las personas que pasaban nos veían con disimulo, lo más probable era que se notaba que no éramos de Norilsk.
—Dos burros.
—Dos me suena a manada.