Un Gato En Un Bosque Brumoso

CAPÍTULO II. ZEZANA

II

ZEZANA

 

—¿Unas enormes patas peludas?—preguntó Ñañandu.

—Sí, ya las verás en cualquier momento—replicó la mantis.

—¡Ocúltense! —gritó Anilo dando un giro en el aire y sumergiéndose en las aguas mediante un clavado.

Una pata tan larga cómo un bambú se plantó delante de ellos.

—¿Es….una…araña? —Ñañandu recordó cuando uno de aquellos insectos de ocho patas cayó encima de su cabeza cuando le pedía a su amo por leche—.Pero esta es enorme.

—No es cualquier araña —Holfrest descendió al suelo— este es un emisario de aquel que quiere desvanecer al bosque.

Una tela fina, blanca y pegajosa cayó cerca de ellos.

—Nos ha encontrado, rápido, bajemos por aquel túnel —señaló la mantis.

—¿Nos acaba de escupir su telaraña?

—Así es, Ñañandu, pero por aquí no nos encontrará. Al túnel,  rápido —ordenó Holfrest volviendo a alzar vuelo.

La mantis de un salto ya estaba sobre la cabeza del gato.

—¿Y Anilo? —preguntó Ñañandu mientras se adentraba lo más rápido que podía por el agujero.

—Anilo está mucho más a salvo que nosotros, a salvo en el fondo de las aguas —la mantis se agazapó para no ser aplastado por el techo.

Un cúmulo de rocas se vino abajo y Ñañandu, al torcer hacia la izquierda, cayó por un agujero. Su largo maullido se fue extinguiendo de a poco.

—¡Ñañandu! —gritaron casi al unísono, Holfrest y Banali.

—Pensé que esta era una madriguera de conejo, pero es demasiado grande —Holfrest alzó algo de vuelo y revoloteó sobre el agujero donde había caído Ñañandu.

—Percibo una extraña energía, ave, esto no fue hecho por un animal.

 

El felino cayó sobre sus cuatro patas en lo que parecía ser arena, caminó un poco y en la oscuridad logró ver a un hombre de manto rojo que dibujaba con la rama de un árbol en la arena.

—Fue una larga caída, pero no te has hecho nada. Veo que llevas un hermoso brillante allí en tu frente, ¿no te pesa?—soltó la rama y se volteó para mirarlo.

—Debo llevarlo con la reina sol, o la reina del sol y del bosque, no recuerdo muy bien. Es una misión que Evald me encomendó.

—Evald, si, un espíritu árbol, o un árbol espíritu, no lo recuerdo bien, pero veo que esa gema es bastante pesada para tu frente, si lo deseas, puedes dármela para ayudarte con el peso —se paró y caminó hacia él.

—Lo siento señor —Ñañandu retrocedió un par de pasos—.Creo que mejor me voy retirando.

—Eres un gato educado, muy educado, demasiado como para ser un maldito animal del bosque, ¡Dame esa gema!

Las manos del hombre agarraron una de las patas delanteras del felino. Ñañandu gruñó y clavó sus colmillos en la carne, el agresor respondió propinándole un potente golpe de puño cruzado a su rostro, haciéndolo rodar sobre la arena. Ñañandu se incorporó rápidamente y se ocultó tras unas piedras, cuando vio que se acercaba, lanzó un atronador maullido que hizo que la piedra brillara de un reluciente dorado, quemándole la mano a su agresor. El felino divisó un portal blanco en medio del hombre, daba la impresión que lo había paralizado. El portal se venía a él a toda velocidad.

 

Gotas de lluvia golpeaban suavemente su cabeza, escuchaba voces extrañas a su alrededor, cuando abrió sus ojos, observó un oscuro y relampagueante cielo.

—Ya despertó.

—¿Quiénes…quienes son ustedes? Agh, mi cabeza, me pesa.

—Haz usado el poder de la piedra de Evald de manera involuntaria mi estimado felino.

—¿Tú quién eres…eres…una flor?

—Una orquídea azul, para servirte.

—Te vimos aparecer en medio de una luz que ardía —dijo una rosa blanca.

—¿Todos ustedes pueden hablar?

—El bosque es vida, nosotros somos las manifestaciones de esa vida, todos tenemos un lenguaje, este bosque es un mismo ser vivo —respondió la orquídea.

—¿Qué era esa cosa, la que nos persiguió a mí y a mis amigos?

—Ah, ¿te refieres a Zezana? Una criatura horrible de la que te tienes que alejar, forma parte del alma del Merodeador —una oruga de color amarillenta con rayas negras se acercó arrastrándose sobre una hoja peltada.

—¿Quién es el Merodeador?

—El culpable del porque el bosque está desapareciendo—la oruga intentó erguirse por unos momentos, pero luego desistió—.El no es cómo nosotros, es humano.

—¿Cómo un humano puede estar provocando la desaparición de todo un bosque? Evald me habló brevemente de él.

—El antes era un cazador, pero no era un cazador ordinario, era alguien interesado en las artes mágicas, mataba para seres oscuros con el objetivo de obtener inmortalidad. A lo que la diosa del bosque lo castigó por su crueldad hacia los animales, dejándolo prisionero en este bosque sin la posibilidad de poder matar a ningún otro ser, pero a pesar de ser un prisionero de este lugar, no deja de practicar su magia y se dio cuenta que la única forma de salir de su prisión, era haciendo que el bosque desapareciera —la oruga intentó erguirse para contemplar desde lejos a Zezana, que toda alterada, deambulaba a toda velocidad de un extremo a otro del bosque—.Esta neblina perturba su vista, supongo que estaremos a salvo por un tiempo.



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En el texto hay: fantasia, gatos, esoterismo

Editado: 15.09.2021

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