Amaia
Desperté y mi mirada recorrió la habitación por completo. Mis ojos se aguaron al ver el único recuerdo que habia traído de mi casa después de ese triste día. Me levante de la cama y tomé el objeto entre mis manos, las lágrimas no dudaron en salir de mis ojos. Dolía, dolía como la primera vez.
Me observe en el espejo y lleve a mi cabeza el gorro vaquero que mi padre me había regalado ese aparatoso día. Todavía no podía creer que mi padre, el hombre que pensaba que me amaba. Me hiciera algo como eso.
Comparar el amor de Duncan Salvatierra. El Playboy.
Eso dolía como nunca y la herida la tenía más profundas e infectada. Estaba latente en mi como si fuera el primer día. Ese fatídico día.
Deje el sombrero en su lugar y lancé un suspiró cansado.
Ya habían pasado cuatro años de esto y la erosión la tenía todavía muy insondable.
-Cariño, ya es hora de levantarte. -enfoque mis ojos en mi abuela y le sonreí. -Debes perdonar cariño, porque no es bueno guardar resentimientos y menos a tu padre.
Esas palabras ella me las decía cada día en estos largos y cansados años.
Yo sin embargo pasaba de ellas y me hacía la desentendida ante estas.
-Abuela, yo... -ella negó con la cabeza y giró sobre sus talones para marcharse a toda prisa.
Estoy consiente de que ella quiere ser la mediadora entre mi padre y yo. Pero lo que ella no entiende es que todavía me duele lo que él hizo.
Guíe mis pasos hacia el cuarto de baño y una dentro me separé de la pijama que tenía y abrí la llave.
El agua empezó a mojar mi cuerpo por completo y sin poder detener mis pensamientos estos me llevaron a ese día. Al día de mi cumpleaños.
Estaba feliz, porque sin duda este había sido el mejor cumpleaños que había tenido en años. Solo por el hecho de que el amor de mi vida, estaba presente en mi fiesta. Sonríe en su dirección y este hizo una mueca de fastidio.
Camine en su dirección pero mis pasos fueron detenidos al ver a mi abuelo justo al frente de mi con una gran sonrisa en sus labios.
-Mi pequeña princesa -me lancé a sus brazos y él me abrazo con fuerza -Pensaba que no estaría vivo para verte este día.
Rodé los ojos y él sonrió.
-Deja de ser dramático abuelo. -él negó con la cabeza y dejo un beso en mis mejillas.
-Tengo una sorpresa para tí, mi amor -lo mire a los ojos y sonreí.
Nos alejamos de la fiesta, caminando hacia el despacho que mi padre tenía en la casa. Juntos entramos al lugar y el abuelo se coloco delante de mi con una gran sonrisa en sus labios. Él se alejó de mi buscando algo en el escritorio y cuando lo encontró volvió a colocarse al frente de mi.
-Desde hace unos días adquirí esto para tí, cariño. Se que no es mucho, pero es lo que yo puedo darte. -el abuelo me paso unos papeles y mis ojos se abrieron como platos al leer el documento. Mire a mi abuelo y negué con la cabeza.
-No puedo aceptarlo abuelo. Es demasiado para mi -hago el amago de devolverle los papeles pero este niega.
¿Como se le ocurre regalarme un rancho como regalo de cumpleaños? Eso de demasiado para mi. Pero parecía poco para él.
-Lo compre pensando en ti cariño, así que no aceptaré un no por respuesta. -mi abuelo me entrega un bolígrafos -Firma el documento y el rancho será todo tuyo cariño.
Lo miro por unos minutos y sin poder hacer más nada firmo los papeles. Después de hacerlo mi abuelo me abraza y deja un beso en mi mejilla.
-Se que llevarás ese rancho a lo más alto posible princesa. Feliz cumpleaños -el abuelo me abraza y yo sonrió para luego devolverle el gesto de cariño.
Unos minutos después el abuelo sale del despacho dejándome completamente sola en la estancia. Sonreí observando los papeles en mis manos, pero fui obligada a salir de mi burbuja de felicidad al escuchar la voz de mi padre discutir acaloradamente con alguien. Dejé los papeles en la mesa y me encaminé hacia la puerta, tomé el picaporte de la puerta entre mis manos y abrí lentamente la puerta. Estaba lista para salir de lugar pero me detuve al escuchar la voz de la persona con la que mi padre discutía.
-No lo haré señor Montero. No quiero tener nada con ella, no me gusta. ¡Y nunca lo hará! -mi corazón se rompe en muchos fragmentos porque se que es de mi que él está hablando -No me interesa ser el presidente de su empresa, ¿es que no lo entiende?
-¿Es más dinero lo que quieres? Si es eso puedo dártelo Todo para que te cases con Amaia -las lágrimas empezaron a salir de mis ojos sin control.
-Como le explico que no me gusta. No quiero tener nada con ella y no me importa su maldito dinero.
Tras estas palabras abro la puerta y con esto logró que los dos hombres que estaban discutiendo me miraran a los ojos.
Llevo mis ojos hacia Duncan Salvatierra, y este me da una mirada y posteriormente hace una mueca.
Cuando miro los ojos de mi padre, este me mira fijamente para luego bajar su cabeza.
-Desde hoy Alonso Montero, dejas de tener una hija -papá abre los ojos como platos al escuchar mi palabra y empieza a negar con la cabeza. Él hace un intento de acercase a mi pero yo lo detengo. -No quiero nada de tu fortuna, no me interesa.
-Amor, Amaia... -paso de sus palabras para ir en buscar de los documentos que había dejado en el despacho. -Amaia, escucharme por favor.
Dice él tratando de detenerme pero yo sigo caminando como si nada. Entró al despacho, tomó los papeles y salgo sin detenerme.
-¡Amaia! -ignoro la voz de mi padre y digo mi camino pero este se ve interrumpido por Duncan Salvatierra.
#668 en Novela romántica
#209 en Novela contemporánea
romance aventura amor juvenil, bebés secretos, romance vaquera bebe
Editado: 20.06.2024