Amaia
—Ahora que Duncan decidió alejarse de Amaia debemos estructurar el plan nuevamente..
Abrí mis ojos tras escuchar estás palabras de Naira. Sentí cómo la rabia e indignación se apoderaban de mí, como una hoguera ardiente en mi pecho. Quise hacer entrar en razón a Duncan, pero sabía que era un cabezadura terco y orgulloso. La decisión que había tomado de alejarse de mí para evitar que sufriera era buena, pero también me hacía sentir una mezcla de dolor y enojo.
Mis ojos se abrieron como platos ante estas revelaciones.
No podía creerlo. ¿Cómo había sido tan ciega?
Sentí un nudo en la garganta y las lágrimas amenazaron con escapar de mis ojos, pero me negué a permitirlo. No iba a permitir que Duncan me hiciera sentir vulnerable. No iba a darle el gusto.
La rabia crecía en mí a medida que las palabras resonaban en mi cabeza una y otra vez. Sentí que mi sangre hervía en mis venas, y una determinación feroz se apoderó de mi ser. Ese idiota me las pagaría, y con creces. No permitiría que saliera impune después de lo que me había hecho pasar.
—¿Dónde está ese idiota? -pregunté con voz firme, logrando captar la atención de Naira y de las personas que se encontraban en la habitación. Mi voz retumbó en el espacio, llena de furia contenida. —¿Dónde diantres está ese maldito playboy de mierda?
El silencio se hizo palpable, y pude sentir las miradas fijas en mí. Pero no me importaba. Todo lo que veía era rojo. Mi mente estaba decidida a encontrar a Duncan, enfrentarlo y darle una gran patada en las bolas, cuando lo encontrara no mediría las consecuencias. No podía permitir que saliera ileso después de destrozar mi corazón de esta manera.
Me levanté de un salto, sintiendo cómo la energía de mi ira me impulsaba. Mi cuerpo temblaba con cada paso que daba, pero mi determinación me guiaba. No iba a quedarme de brazos cruzados y sufrir en silencio. No, Duncan Salvatierra tendría que enfrentar las consecuencias de sus acciones.
-—Duncan que se cuide -murmuré con una voz cargada de desafío mientras me alejaba de la habitación. Las palabras resonaron en el aire, prometiendo venganza. No sabía exactamente qué haría, pero algo dentro de mí estaba dispuesto a todo. Estaba tentada a hacerle pagar por el dolor que me había causado.
Ahora mi mente estaba enfocada en una sola cosa: encontrar a Duncan Salvatierra. No había lugar para el miedo ni la duda. Solo había espacio para la furia y el deseo de justicia.
No sabía cómo terminaría esta historia, pero una cosa era segura: Duncan no saldría ileso.
Estaba dispuesta a luchar por mí misma, a luchar por mi corazón destrozado. Y si eso significaba enfrentar al hombre que una vez amé y odié a partes iguales, entonces así sería. Duncan Salvatierra se arrepentiría de haberme hecho un lado en esta guerra.
—Amaia debes calmarte -enarque una ceja y negué con al cabeza.
Como ella me pedía que me calmara cuando sentía en mi un inmenso deseo de acabar con Duncan Salvatierra por excluirme de su vida.
Me levanté de la cama con la clara intensión marcharme lo más rápido posible del lugar.
Porque estaba bastante furiosa y desesperada. No soportaba la idea de estar acostado mientras el playboy se sale con la suya. Primero tengo que darle batalla. Naira intento sujetarme para tratar de mantenerme tranquila.
—Amaia, por favor, estate tranquila -dijo ella con calma, esperando que sus palabras me calmaran un poco.
Lo siento por ella pero no estaba dispuesta a escuchar.
—Voy a buscar a ese idiota -grité con rabia —Lo golpearé en las bolas y lo colgaré de cabeza en la entrada de mi rancho.. le arrancare
Mis palabras salieron eran llenas de ira y frustración. Y esto al parecer causó gracia entre las personas que se encontraban en la habitación.
No pudieron contener la risa ante mi explosiva declaración. Y eso me hacía aumentar todavía más el deseo de acabar con Duncan Salvatierra, el playboy. Me volví hacia ellos con enojo, exigiendo una explicación.
—¡De qué se ríen, maldición! -exclamé y las risas se detuvieron de inmediato. —Yo aquí, con deseos de matar al maldito playboy, y ustedes riéndose de mi maldita desgracia. Hijos de su chingada madre...
Sin pensarlo dos veces, me arranque la intravenosa del brazo. El gesto fue brusco y doloroso, pero no pareció importarme. Estaba decidida a encontrar a Duncan y hacerle pagar por lo que le había hecho.
—Juró que me las pagarás Playboy. ¡Lo juro! -de tanto jurar se que me cansaría pero estaba segura que cumpliría con todo lo que había jurado. Lo haría porque me llamo Amaia Montero.
Naira se acerco a mi y preocupada por mi estado agarró con fuerza uno de mis brazos y poco a poco fue disminuyendo la ira en mi.
Sus ojos reflejaban una mezcla de, tristeza y desesperación.
—¿Dónde está Duncan, Naira? Le pregunté sin despegar mis ojos de los de ella. Sabía que mi voz estaba llena de dolor y angustia, pero no me importaba.
—No había forma de ocultar la verdad. Mereces saberlo.
—No lo sé, Amaia -respondió ella sin dejar de mirarme . —Poco después de que te ingresaran al hospital, él se marchó en compañía de dos hombres más.
Un destello de furia surgió repentinamente e incluso mis puños se apretaron con fuerza mientras que mi respiración se aceleraba.
Ya esta más que claro que estaba decidida a buscar a Duncan, enfrentarlo y no conforme con esto arrancarle las extremidades inferiores. Por lilipendo.
—Lo encontraré -susurré entre dientes. —No importa dónde se esconda, lo encontraré y le haré pagar por lo que me ha hecho.
La determinación en mi voz era palpable. Estaba dispuesta a enfrentar cualquier obstáculo con tal de encontrar a Duncan y recuperar la poca paz que tenía en mi interior. Porque solo recuperaría la paz cuando el arrancará la vida literalmente.
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Editado: 20.06.2024