—¿Estás segura de querer hacerlo?—Demando terminando de vestirme en el espacio al verla de espaldas a mí, preparando el desayuno para Aleix.
Vamos a salir por un rato, así que Orlay tendrá que hacerse cargo de él hasta el regreso.
Entiendo que el proceso no va a tomar mucho tiempo, sin embargo, Suna prefiere estar preparada, por si también se me ocurre cambiar de planes en el trayecto.
La verdad, no estoy muy seguro de que algo se añada a la lista, y no he pensado en nada extra, pero sí aprecio que lo esté pensado, porque se nota que va conociendo a un hombre que puede despistarse de cualquier cosa que antes era importante, solo por darle de sí a ella.
—Creo que es mi deber—murmura, inclinada en busca de algo en la nevera.
Sonrío al contemplar sus movimientos, recordando que apenas anoche pude pasar mis manos por todo su cuerpo sin que se espantara, sin olvidar lo complicado que fue estar con ella esa primera vez, que en realidad, fue una segunda.
La verdad, no quiero que ninguno de los dos vuelva a pasar por eso y mucho menos deseo exponerla a hacer lo que no desea, solo porque hayan pensamientos respecto a que actuamos como pareja.
Algo que ella no puede manejar en este momento.
Es mucho peso para su cabeza, para su responsabilidad en cuanto a la crianza y a pensar en mi propuesta.
De alguna forma, siento que me estoy acelerando y Suna no puede ir a pasos apresurados.
Es por eso que aunque me gusta y la deseo y de por sí, tuve acceso al momento la noche anterior, no quise hacer nada.
Tampoco puedo ser tan egoísta.
No puedo seguir pensando en mí, sino mirar todos los puntos, los colores y a las personas que me rodean, porque sin ellas, mi mundo estaría igual de desolado que antes.
Y después de todo, no es lo que merezco, ni ellos tampoco.
—¿Vas a seguir mirándome así?—Me descubre, enderezada al ver sus rizos alborotados.
—¿Cómo?—Parpadeo, ignorando el haber estado embelesado.
—Como un bobo—estiro los labios al fijarme en ella—. Hablo en serio.
—Es que estás muy bella—su rostro se desencaja, sin poder sonreír, aunque tenga las comisuras estiradas—. Lo siento.
—No—resta, tranquila—. Eso sí me lo puedes decir—libero una risa, tomando las llaves del móvil al ir a la puerta.
—De acuerdo—accedo—. Te espero abajo, amor—pincho, sintiendo la tensión por la molestia que eso le causa, a pesar de que sonrío con todas las muelas de atrás, abriendo para salir.
—Alexandrei...—Cierro, dejándola con las palabras a media, esperando por ella en el ascensor.
De alguna manera, siento que debo aguardar a que llegue, puesto que no se le hace tan fácil sostenerse con su apoyo, sino que necesita el sostén por lo que pasó.
No es tan fácil moverse a hacer algo que al principio la llenó de terror.
Recuerdo que ese día, perdió la noción, se estuvo refugiando en lo que había en su mente para no perderse y no la culpo.
Joriah ni siquiera debió haber actuado de ese modo, pero tampoco justifico la pelea que le dio.
Suspiro, elevando la vista en cuanto se muestra, yendo hacia Orlay quien la escucha atenta, dispuesto a seguir cada instrucción sobre Aleix.
Sonrío de nuevo por la forma en que descubre que la aguardo, carraspeando al ocultar ese lado de su rostro para terminar de hablar.
La risa interna me asalta, curioso por el modo en que esconde lo que siente, pidiendo el piso al estacionamiento al observarla avanzar.
Las ganas de sostenerle el rostro cuando se pone a mi lado es inmensa, no obstante, lo evito al pasar adelante luego de que ella entra.
—Estarán bien—dice, para sí, prestándole atención.
—No creo que pase nada malo esta vez—afirmo, buscando su mano para sostenerla.
—¿Puedes decirle a tu guardia que cuide la puerta?—indaga, uniendo sus dedos con los míos, lenta.
—También tengo amigos en el ejército—ofrezco.
—El grandullón de la otra vez es suficiente—decide.
—Muy bien—acepto, poniéndola de frente para alzar su mentón.
—No me digas amor—suelta, firme al posar sus ojos en los míos—. No me siento cómoda, Alexandrei.
—¿Por qué?
—Porque no somos nada—recalca—. Eres el padre de mi hijo y...
—Me tienes, Suna—la paro—. Entiendo que no te guste, a mí sí, pero...
—Es demasiado peso sobre mí—aclara, bajo—. No siento que pueda con tanto; una cosa a la vez, estaría bien, Alex.
—Solo ser la mamá de Aleix—comprendo en su asentimiento—. Está bien—cedo, al no ver venir su beso, que de todos modos me confunde, solo que acepto el gesto al oír las puertas abrirse.
La retengo de la cintura, pidiendo que la cabina nos permita salir, pegando la frente contra la suya en lo que presiono el botón en la llave.
—¿Puedo decir que con esos gestos me confundes?—La miro, directo.
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Editado: 14.11.2024