El descanso nos sumerge, rozados por la unión de los dedos, al pasar las horas en el lugar.
La cargo cuando me doy cuenta que empiezan a llegar al estacionamiento aquellos que van a salir, por lo que se aferra desde mi cuello, subiendo al ascensor que dejan vacío.
Suna se remueve, agradecido de que no se haya despertado, aunque la sensación no dura demasiado al ver que Orlay está conversando con unos oficiales en cuanto llego.
—Señor Patrick, lo siento, no pude detenerlos—murmura, cerca, al dejarlos esperando detrás—. Vienen por la señorita Suna.
—¿Qué?—Lo muevo, evitando que nos escuchen y la descubran por completo también, aunque es algo estúpido, si saben que ambos vivimos aquí.
—Me dieron la descripción, el piso, su nombre y también mencionaron que había un niño; creen que su... novia no está apta para criar a su hijo en esas condiciones.
—¿En cuáles condiciones?—mascullo, apretando los puños al dejarla colgarse de mí.
—La de un desequilibrio mental.
—Es una maldita—escupo, entre dientes al sentirla remover.
—¿Quién?—Pego la frente de la suya, alejado luego para sobarme el espacio, sin saber qué hacer—. ¿De quién hablas, Alex?—La observo, lo que hace que caiga en cuenta de inmediato, pasando la saliva con dificultad—. ¿Dónde está Aleix?—murmura, bajito.
—Duerme, lo estuve cuidando hasta que llamaron a la puerta—Suna hace que la baje, limpiándose al acomodar sus prendas, mirando a los hombres que conversan en el pasillo.
—¿Estan aquí por mí?—Asiento en la lentitud, impotente al no saber cómo salvarla de esto—. Bien—da un paso, solo que la retengo al negar, suplicándole que no lo haga—. Voy a estar bien—defiende—. Déjame ir.
—Trata de distraerlos mientras la saco de aquí—Suna se suelta, negando al verme con incredulidad, indispuesta a obstruir a la justicia.
—Ni se te ocurra—amenaza, con Orlay bajando la cabeza—. Me haré cargo.
—Suna...
—Yo no soy lo más importante ahora—masculla—. Tienes que pensar en Aleix, no creo que esto sea tan grave—la tomo del brazo, atraída hacia mí en lo que le doy un beso, con sus manos en mi pecho, que me impiden abrazarla.
—Llamaré a un abogado—mi morena suspira, pensando que no es tan necesario, porque no cree que sea tan grave.
El problema es que no sabe lo que Orlay me dijo antes, lo que tal vez le sorprenda cuando lo escuche al hablar con los hombres de la ley.
Inspiro, lleno de valor para acercarme a la conversación, atento a la inspección de uno de ellos cuando la sostengo de la cintura.
—¿Un menor de edad vive con uste...—me echa un vistazo—, des no es así?—Mi compañera afirma, pegada a mí—. Señorita, usted coincide con la descripción de una agresora que manifestó una actitud desequilibrada en presencia de un menor de edad, lo que implica que podría llamársele a cuentas si este caso llega a manos de Servicios Sociales—Suna se estremece, rígida por lo que oye al haber perdido la forma de hablar—. ¿Se encuentra bien?
—Con todo respeto, pero de vez en cuando mi compañera evita situaciones estresantes por manifestaciones de Estrés Post-Traumático—me atrevo a decir—. Creo que sería bueno que pasáramos a la casa para conversar sobre lo que intentan hacer.
—Tenemos órdenes para arrestarla por agresión, señor Patrick—el mayor habla—. Esté o no bajo los efectos del TEPT—la muevo detrás, cosa que hace que me abrace, para que evite perderse más—. Por favor, debe dejar que nos acompañe.
—Su hijo depende de ella.
—¿Usted es el padre, no?—El silencio le otorga la razón, pasando el que tiene las esposas en la búsqueda de mi mujer—. Trate de no resistirse si no quiere cargos por obstruir a la justicia.
Sostengo la mano de mi chica cuando la primera es alejada de mí, girando al rogarle al joven que no hagan eso.
—Por favor, no se la lleven—susurro—. Por favor.
—Lo siento, pero usted es testigo de la agresión y no es algo que podamos ignorar cuando la denuncia fue presentada por una de sus colegas—aclara—. El testimonio dice que ambos estaban conversando cuando la madre de su hijo entró de manera errática, la arrastró hacia la salida tomándola de los cabellos, luego le escupió en la cara y propinó varios golpes que la llevaron a sangrar por la nariz y uno de ellos dejó amoratado su ojo—amplío los ojos al verlo, negando en lo que muestra una de las imágenes—. ¿Es esta la directora Joriah McCartney?
—S-Suna no le hizo eso—jadeo, afectado—. Tengo pruebas y necesito que colabore para que las vea antes que se lleven a mi mujer—suplico, pidiéndole a mi amigo que busque las imágenes, al dejar que observe la cámara de seguridad.
Anota algo en su libreta, después de poner atención, enderezándose para que le quite las esposas con una seña.
—Debe presentarse antes del final del día en la comisaría para dar su declaración—apunta—. Y la suya también vamos a tomarla.
—Pero yo...
—Usted también es víctima, señor Patrick; estamos en el siglo veintiuno, los hombres también sufrimos violencia doméstica—apunta, dejándome con un sabor amargo en la boca al ir por ella, cubierta de mi abrazo.
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Editado: 14.11.2024