Un Huracan En Isla De Cacia

Capitulo19: Nadando entre corales y tiburones

                                                   

VINCENT WINTERBOURNE ESTABA SENTADO EN EL PORCHE delantero en su mecedora favorita cuando Casandra regresó a la casa. Ladeó la cabeza a un lado y preguntó con picardía.

—¿Quién es tu amigo allí arriba?

Casandra lo miró sin expresión y de repente se sonrojó al recordar al loro.

—No le he preguntado su nombre.

—Es un granuja hablador, ¿no? No te preocupes, cariño. Logan me contó toda la historia.

Casandra sintió que la tortilla española se le revolvía en el estómago como un delfín.

—¿La historia completa?

—Bueno, me dijo que te dio el pájaro sin considerar realmente si querrías cuidarlo. Dice que, si no lo quieres, puedes devolvérselo.

—Ah, ¿eso dijo?

—Sí, eso fue lo que me dijo.

—Oh.

—Pero creo que podría ser divertido tenerlo en la casa. ¿Lo has escuchado? Es asombroso. Es casi humano. Parece tener una respuesta para cada situación.

—Lo sé.

—Awinita lo escuchó cantar para sí mismo después de que te fuiste y subió a ver qué había en tu habitación. Levantó la tapa de la jaula y creo que la saludó como mamita, sabrosita. Dijo que Logan había pasado por la casa ayer por la tarde, preguntando por ti. Cuando ella le dijo que estabas cenando en Cayo Hueso, él dijo que tenía un regalo de cumpleaños para ti. Cariño, no me dijiste que era tu cumpleaños.

—Lo sé. No quería que hicieras nada espectacular de ello.

—¿Qué puedo hacer para compensarte? ¿Hay algo especial que le gustaría hacer mientras está aquí?

Casandra se sentó en la barandilla frente a su tío.

—¿Tío Vicente?

—¿Sí querida?

—Thomas Louis y su madre me han pedido que vaya de crucero con ellos durante una semana, partiendo en unos diez días.

—¿Y qué les dijiste?

—Les dije que tendría que hablar contigo.

—¿Quieres ir?

—Sí, creo que sí. Pero estoy preocupada por ti y el libro.

—Bueno, cariño, como quieras estructurar tu tiempo, me parece bien. Si quieres caminar toda la semana y no trabajar la siguiente, depende de ti.

—Supongo que me siento culpable por tomarme unas vacaciones.

—No deberías. Al contrario, quería preguntarte si te gustaría probar un poco de buceo en un par de días. Hay un parque estatal submarino en los Cayos.

—¿Un parque estatal submarino?

—Sí, son aproximadamente setenta y cinco de metros cuadrados de agua, debajo de los cuales se encuentra la más increíble variedad de arrecifes de coral y vida marina que jamás hayas visto. ¿Te gustaría ir por un día?

—Bueno... si... por supuesto. No soy muy buceadora. Lo probé una vez antes en unas vacaciones, pero no soy una experta.

—Entonces no intentaremos nada demasiado difícil.

—Está bien, estoy lista. Tío Vincent, ¿qué piensas de Catherine-Marie Milton?

—¡Catherine! Señor, han pasado muchos años desde que vi a Catherine, ¿es ella tan mandona y encantadora como siempre?

Casandra se rió.

—Sí, lo es.

—Catherine siempre hacia las cosas a su manera. Su padre la mimaba y, para empezar, ella era testaruda. No sé cómo es ella ahora. Va con esa gente de la alta sociedad. No es exactamente de mi gusto, pero...

Una voz grave y aguda resonó desde el segundo piso de la casa.

—La-a-ady de Sp-a-in, ¡te adoro!

Vincent se detuvo en medio de la oración y esbozó una amplia sonrisa.

—Tu amigo de plumas finas te está dando una serenata.

Casandra firmó, puso los ojos en blanco y se excusó para ver cómo estaba su nueva responsabilidad. Arriba, el loro tomaba el sol del mediodía y repasaba al azar su repertorio de canciones populares.

—¡Hola, muñeca! —la saludó el pájaro.

—¡Hola, tú! —Casandra se acercó a la jaula de metal, con su ornamentada cúpula en forma de hongo.

—¡Allí sopla! —anunció el loro.

—¿Que? —Casandra se inclinó y la criatura de ojos negros parpadeó, ¿No dicen que estos pájaros viven muchos años? Más de cien, de todos modos. ¿Qué edad tenía este bribón y qué aventuras había presenciado?

—¡Todas las manos en el mazo!

—¿Cómo te llama, señor Pájaro? —inquirió Casandra,

—Borracho anoche. Borracho la noche anterior...

—Necesito saber tu nombre.

—¡Aaargh!

—Intentar otra vez. ¿Tu nombre?

viernes.

—Lo acepto. Te llamaré el viernes.

—Cumpleaños...

—Demasiado tarde, viernes.

Si Logan había pasado por la casa la tarde anterior como dijo Awinita, entonces tal vez su encuentro con Thomas Louis y ella misma en Cayo Hueso no fue tan accidental, después de todo, ¡Aparentemente, ambos hombres se habían esforzado por averiguar su fecha de nacimiento! Casandra negó con la cabeza, desconcertada por la cadena de eventos.

A Thomas Louis lo entendió. Su comportamiento era tan claro como el agua de un manantial. ¿Pero Logan? Obviamente, ella no era la única mujer en su mente. Su atención a Paloma Ortega lo había dejado claro. Y de todas las otras más. Una en cada isla del Caribe.

Entonces, ¿por qué se había tomado la molestia de darle este regalo tan inusual? Tal vez fueron solo los instintos egoístas de un verdadero Casanova: recolectar agresivamente corazones en una cuerda como muescas en un cinturón. Una mujer es buena, pero más, son mejores.

Por muy cauteloso que pareciera. Casandra se mostró reacia en dirigirse hacia el barco y devolverle el ave con justa indignación. Además, la criatura la intrigaba bastante. Se quedaría.  Al menos por hoy.

                                                                           ***

Y así viernes permaneció en su jaula en la ventana de la habitación de Casandra. Todas las mañanas juraba que se lo devolvería a Logan o se lo llevaría al porche de la cocina, pero sus escandalosas inconsecuencias y su costumbre de despertarla con una elegante interpretación de... On the Sunny Side of the Street, pronto lo congració con ella. Justo cuando se sentía demasiado crítica con sus últimos bocetos, viernes de alguna manera, la hizo reir.




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