IX. Confusión de pensamientos.
EMMA SLATER.
Cuatro de la mañana.
Una suave brisa mueve suavemente mi cabello, haciendo que cierre los ojos ante la embriagadora sensación.
Observó la oscuridad de la noche desde el balcón de mi apartamento, todo se encuentra levemente iluminado, en algunos edificios se encienden luces, otras personas salen a tomar aire como yo, y vuelven a entrar.
Acomodo mi bata, un leve escalofrío se desliza por mi piel.
Tomo la taza de café en mis manos y le doy varios sorbos, degustando de su sabor y evocando lindos recuerdos.
Las noches de insomnio se han vuelto constantes, los engranajes de mi mente no descansan estos últimos días.
Sumergiendome en profundos y ocultos recuerdos.
Pensando en todo y a la vez en nada.
¿Desde cuándo todo se volvió tan irreal?.
Estas semanas he reflexionado constantemente sobre mi vida, o mi existencia, en segundos he pasado alrededor de ella.
Los recuerdos me embargan, las risas, las tristezas e incluso las lágrimas que he derramado.
No hay nada de lo que me arrepienta.
Muchas de esas decisiones, me han llevado hasta aquí, sin embargo, no es algo de lo que esté arrepentida, es más, lo volvería hacer sin chistar.
Tomo el teléfono en mis manos, desbloqueo la pantalla, dando directo al último chat.
Malik.
Sinceramente dude en contestarle, pero mis emociones fueron tan fuertes que me ví respondiendo sus mensajes, antes de que mi mente procesará a la brevedad.
Con Camille ese día en mi apartamento me ví escondiendo en mi baño, para ver si habían mensajes nuevos, algo me saca una sonrisa, pero luego de que Camille se fuera, me ví hablando las siguientes dos horas.
Los mensajes transformados en preguntas, en comentarios sarcásticos, en bromas, y en un sinfín de cosas.
Mentiría si les dijera que no siento nada, solo con sus mensajes siento estar en íntimo contacto con él, sus miradas me dejan sin habla y no digamos sus palabras.
Mi mente se transforma en un mar de emociones, cada una de ellas cayendo libremente al precipicio.
Todos estos días, no lo había encontrado en persona, pero de manera indirecta por mensajes me explicaba con lujo de detalles muchas de sus ocupaciones.
Suspiró y traslado mi teléfono a la fila de chats, mirando fijamente la lista de personas que se han sido agregadas últimamente.
He hecho más amistades en semanas, que ha lo largo de los 17 años de mi vida.
¡Que ironía!. ¿No?.
Esto es algo que me asusta de sobremanera, mi encariñamiento va floreciendo con el paso de los días.
Pero. ¿Cuál es el punto?.
Todo es una falsa.
Nada de esto existe.
Mi ansiedad tiene un límite, y ese límite poco a poco se va desquebajando.
Mi dedo se detiene en un contacto, se que ella me contestará sin lugar a dudas.
Ella es la única persona que sabe resolver mis dudas.
Marco su número y lo coloco en mi oreja, después de dos repiques, su suave voz inunda hasta lo profundo de mis entrañas.
Cuánto la extrañaba.
—¡Hola!, ¿Eres tú cariño?.
Suspiró y le contesto. —Si nana soy yo.
—Me alegro de escuchar tu voz mi niña, ¡Extraño tanto no tenerte aquí!. —exclama, y se que está conteniendo un poco sus emociones—. Pero, cuéntame ¿Cómo estás?
—Quisiera decirte que estoy bien. —respondo mirando la libreta—. Pero ambas sabemos que eso es una mentira.
—Lo sé cariño. —exclama—. Cuánto no deseo estar ahí contigo, todo se siente triste sin tí.
—Lo sé, ¿Cómo estás? ¿Cómo están todos?.
—Nos estamos acostumbrando a este nuevo rol. No es nada fácil.
—Ya veo. —suspiro.
—¿Qué pasa mi niña?. —inquiere su voz denota preocupación—¿En qué piensas?.
—En todo nana. —reflexiono—. Toda mi vida pasa por mi cabeza, los buenos y malos recuerdos. Pero lo complicado de todo es que no me arrepiento de nada.
—Todo lo has hecho bien. No hay nada de lo que arrepentirse.
—Es que... —divago mi respuesta—. Siento que no debo ocultarme. Qué debo dar la cara.
La línea se queda en silencio. —Todavía no es tiempo cariño. —con voz suave agrega—. Ya falta poco, no debes apresurar los hechos, deja las cosas en manos de...
—¡Es que no puedo!. —le corto la frase—. Tengo impotencia, me siento como una carga, y es algo que odio sentir.
—Nadie te ve como una carga. —duramente me reprende—. Y tú lo sabes más que nadie.
No respondo a sus palabras y ella suspira. —Todo esto va a tener un punto cúspide.
—¿Has sabido algo?.
—Me mantienen al margen, no sé nada más de lo que tú sepas.
Me froto mi cara. —Se que me ocultan cosas.
—Cambiemos de tema. Esto solo hace que te siga estresando ¿Vale?. —pronuncia después de varios segundos de silencio—. ¿Cómo va la universidad?.
—Muy bien. Ha resultado muy acogedor. —comento, poniendo una mano sobre la fría mesa, jugando con el agarradero de la taza de porcelana.
—Eres muy inteligente mi niña. —dice con dulzura—. Tú tienes el poder de patearles el trasero a todos.
Esa frase me saca una risa, mi nana siempre ha sido características por sus dulces y educadas palabras, sarcásticamente hablando.
Le cuento sobre lo que hecho estas últimas semanas, ella me saca hasta el lujo de detalles sobre mis actividades.
Me hace reír con algunos de sus comentarios.
Pero digamos que he omitido unos detalles.
Detallitos simples.
—Me alegro de que estes conociendo gente nueva. —exclama.
—Si... —divago—. Me siento realmente cómoda con ellos, una sensación realmente extraña, como si los conociera de toda la vida y fueran mis...
—Amigos. —me corta.
—Creo que sí. —suspiro—. Antes de que me regañes o algo por el estilo, déjame decirte que ellos no saben nada de mí. —exclamo—. Bueno solo saben de mi vida falsa literalmente. —vocifero—. Pero sabes una cosa. —hago una pausa—. Estas cuatro semanas que he estado con ellos, me he sentido un tanto libre. —exhalo—. Nunca sentí una necesidad tan grande de decir la verdad, no entiendo el por qué, pero lo irónico es que he hecho más amistades cercanas estás semanas, que a lo largo de mi vida. Es como si encajará con ellos. Pero después pienso que todo es una farsa, y la mente me traiciona.
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Editado: 05.11.2021