XVI. ¿Amor?.
EMMA SLATER.
—¿Te gusta?.
—Es muy rara. —Camille hace un largo puchero de decepción.
Dejo salir un suspiro y una exclamación silenciosa de cansancio. Camille estos días ha decidido empezar a escoger lo que ocupará para su bebé.
Demasiado tarde, a decir verdad.
Y yo como buena –madrina–, la tengo que acompañar.
Ropas.
Pañales.
Biberones.
Juguetes.
Y una larga lista que se le suma.
Me hizo salir de una larga siesta, para atravesar una tienda que había visto en internet. Creadores de muchos Moisés personalizados.
Llevamos más de dos horas, esperando que Camille se decida.
—No me convencen Em. —exclama aburrida desde un sillón—. Qué tal si nos vamos por la opción de diseño.
—Hay que llamar a la dependienta. —respondo contenta de que tomara esa decisión.
Después de varios minutos de espera, logramos llegar a un acuerdo. Rellenaron una lista de las cosas que a Camille le gustan –algunos gustos míos, cuando me tomaban en cuenta– y logramos salir del lugar, con la sonrisa destellante de Camille abarcando el lugar, feliz de que consiguió lo que quería.
Sus cambios son muy raros.
–Las hormonas– me responde siempre que pregunto.
Salimos de la tienda. Yo todavía estoy enfundada en una pijama.
¿Quién te levanta a las 6 de la mañana, un sábado para ir a ver un Moisés al otro lado de la cuidad?.
Exacto. Solo Camille.
Ella por otro lado, usa un vestido de flores que se amolda a su gran vientre, y un abrigo, que se han convertido en su fiel acompañante.
—¿Crees que haya cerca lugar para desayunar?. —pregunta mirando a los extremos de la calle.
—No lo creo. —exclamo viendo que todas las tiendas de la cuadra son de boutique de ropa, para todas las edades—. Qué tal si buscamos desde el auto. —dejo salir la frase con un largo bostezo.
Ella se ríe al ver mi acción y se encamina hacia su camioneta. La sigo y me monto en el asiento del copiloto.
Camille decide conducir. Mustafa nos sigue de cerca en otro auto. Ella quería conducir, y no pude hacerla cambiar de opinión.
La terquedad.
Pasamos a otra avenida, las calles lucen bastante vacías por esta zona. Al transcurrir unos minutos buscando un lugar para tomar el desayuno.
bueno, a Camille le cuenta como un refrigerio.
Se detiene frente a un centro.
—Aquí hay una cafetería. —me dice.
—¡Qué vergüenza Camille!. —exclamo—. Tú me traes a un centro comercial, mira en las fachas en las que ando.
Digamos que soy un poquito exagerada.
Mi pijama consta de un ligero short negro de un soporte bastante suave y cómodo, que llega hasta la mitad de mis muslos. La camisa es de manga hasta las muñecas, con un estampado en letras rojas –Queen–.
Cursi.
No queda de otra.
Y para acompañar unas bailarinas negras que logré encontrar tras la invasión.
—Lo siento. —me responde con voz entrecortada, me giro y observó cómo agarra con fuerza el volante—. Lo siento... No he querido incomodarte... Solo es que me emocioné con todo esto... Y quería compartirlo con alguien. —suelta un suave sollozo.
Mi corazón se oprime al verla de esa manera, me desabrochó el cinturón y me inclino para darle un fuerte abrazo.
—Me siento tan sola... —solloza.
—Esta bien, ya no llores. —le digo con voz suave, me siento muy mal por ella y todo lo que ha tenido que pasar—. No debes de llorar, sabes que el bebé consume una parte de tí, y tus emociones son una de ellas.
—Lo sé. —me responde después de varios minutos tratando de calmarla—. Mis hormonas están oprimidas en ocasiones. Lo siento por hacerte pasar por todo esto, me he vuelto dramática.
—Nada de eso. —doy un suave apretón a sus manos—. Tú eres muy valiente, eres una heroína. —le sonrío en demasía contagiandola con la acción—. Olvidemos todo esto y vamos a desayunar.
—Pero y... —señala mi ropa.
—Eso es lo de menos. —le guiño—. No creo que alguien lo noté.
Mira mis piernas. —No soy hombre, pero hasta yo noto que sobresales más que cualquiera.
—¿Y como sobresalgo?. —inquiero.
Ella rueda los ojos, abriendo su puerta. Imito su acción y me coloco a su lado para entrar.
—Solo mírate. No creo que no te des cuenta. —se detiene con el ceño fruncido—. Tú cabello castaño es muy bonito, te da un toque diferente. Inclusive el corte de cepillo que usas, te hace ver de forma única.
—Ahora todo se encuentra hecho una maraña. —no miento, tuve que usar un prendedor para arreglarlo un poco.
—¡Nah!. —exclama encogiéndose de hombros—. Tu cuerpo es ancho en los lugares correctos. Y tus piernas son bastante llamativas.
—Talvez tengas razón. —respondo siguiéndola hacia una pastelería—. Pero no me gusta sobresalir.
—Lo he notado. —me dice abriendo la puerta—. Pero es algo que no se puede evitar. Ser sexi se nace, no se hace.
Le levanto una ceja. Ella se empieza a reír por su comentario.
Sonrió por que hubo una palabra que me recordó a Malik.
¿Qué ha pasado entre él y yo?.
Sería mejor enlistar todo lo que está pasando entre ambos, que ha dejado de ser una amistad.
O bueno, creo que nunca fue una amistad por parte de ambos.
1–Nuestros mensajes se han vuelto más atrevidos desde nuestra segunda cita–paseo, como las hace llamar.
2–Las citas–paseo van en aumento.
3–Las caricias y los toques se están haciendo más intensos con él paso de los días.
4–Hace una semana, ha empezado a regalarme flores o una sencilla flor, con alguna frase o saludo agregado.
5–Me besa en cada lugar o espacio en el que estamos solos. Con la simple excusa que extraña mi toque.
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Editado: 05.11.2021