XXXVI. Despedida y el adiós definitivo.
SAMANTHA MÜLLER.
—Gracias por haber venido. —vocifero levantándome para saludar al señor Ahmed que extrañamente ha venido acompañado de su esposa.
—Hola Samantha. —exclaman ambos sonrientes, les doy la sonrisa más firme que pueda hacer, pero me sale una mueca un poco forzada.
—¿Pasa algo?. —pregunta el señor Ahmed.
—Puedes decirnoslo. —asegura la señora Azahara.
Suspiro, no es que les vaya a decir.
Oh, fíjense que su nieto me volvió a engañar, y más de paso me lo escuche cogiendo en su apartamento.
Para nada.
—Me iré de Dubai. —suelto de golpe, mejor ir directo al asunto—. Estas son mis verdaderas certificaciones, pero necesito el título que me acredite, he dado todo mi esfuerzo en la carrera, pero no estaré para la entrega de títulos.
—Tienes que estar, es una de las cosas más importantes para tu vida. —dice la señora Azahara en un intento de convencerme.
—La decisión está hecha, y no hay vuelta atrás. —manifiesto.
—No necesito de documentos que certifiquen tus conocimientos. —dice el señor Ahmed viendo la carpeta sobre la mesa—. Se de todo lo que eres capaz, y lo supe desde el primer momento que ingresaste en mi oficina.
—Estoy de acuerdo. —concuerda ella con su esposo—. Si nada te va a hacer cambiar de opinión ¿Cuando te irás?.
Veo mi relog. —En dos horas.
—¿Tan pronto?. —exclama sorprendida—. ¿No estarás huyendo de alguien?.
Me siento acorralada con esa pregunta, pero me preparé tanto está mañana, como para dejar que mis emociones se flexiones.
A partir de ahora, me he hecho una promesa, jamás volveré a dejarme engañar o doblegar al alguien, o mejor dicho, por el amor hacia un hombre.
Yo tengo el poder.
Desde que que enfrente a Brionne, sentí un poco de alivio cuando mi guardaespaldas le empujó para que el ascensor circulará, se encogió de hombros sin darme una explicación, y muy internamente le agradezco por ese simple acto.
Por qué no habría tenido la fuerza para hacerlo yo.
Toda la noche pase planeando las cosas de manera minuciosa, ya no tengo deseos de estar aquí, toda mi familia está comunicada, por lo que mi viaje no es tan sorpresivo, ya que solo he adelantado las cosas que de un modo y otro iban a pasar.
Me sentí destruida, por qué mis sentimientos por el no han disminuido en absoluto, este dolor solo me muestra que esos sentimientos parecen ir en aumento.
La distancia parece ser la única opción para curar mi corazón roto.
Y estar en otro continente, tal vez haga que mis sentimientos desaparezcan.
—Hay muchos asuntos que necesitan de mi entera atención. —le respondo—. Y ahora que el juicio termino, las cosas han vuelto a su normalidad.
—¿Lo sabe Malik?. —pregunta la señora Azahara.
—No tomo a nadie en cuenta cuando efectuó mis decisiones. —Okey, eso se oyó un poco egoísta.
—Me alegro que todo lo referente al juicio haya salido a tu favor. —exclama poniendo una cajita sobre la mesa—. Queremos darte un obsequio, no encontramos el valor de estar en el juicio, por qué la muerte de mi hijo Abdul todavía está viva, al igual que sus recuerdos. Es algo doloroso para mí esposa pensar que su hijo fue arrebato por las manos de otra persona. —al abrirla me muestra una peineta decorada con joyas salta a mi vista.
La piedra relumbra bajo el sol, más a su vez se concentran diferentes tonalidades.
Es una reliquia.
—No puedo aceptarla. —musita negando.
—Tomalo como un presente de nuestra parte, es muy importante para nosotros que lo recibas. —su tono de voz es melancólico, y sus ojos me muestran el dolor por el que está pasando.
—Esta bien. Es una joya muy hermosa. —menciono.
—¿Puedo ponertela?. —pregunta la señora Azahara.
—Estaria genial.
Rodea la mesa para colocarse detrás mío, mi cabello está suelto y sus manos se sienten cálidas y dulces mientras selecciona mechones de mi cabello rubio y los entrelaza con la peineta.
Se siente un poco pesada al principio, pero cuando la señora Azahara se da la vuelta y me da una deslumbrante sonrisa, se que por unos momentos he quitado su dolor.
—¡Te queda muy lindo!. —comenta—. El tono de tu cabello hace resaltar más los accesorios.
—Gracias. —sonrio un poco más cómoda con su presencia—. ¿Desean desayunar? Tengo mucho tiempo todavía.
El señor Ahmed le hace señas al mesero para que venga a pedir nuestra orden.
El tiempo pasa muy rápido en su compañía, solo hacen preguntas triviales sobre mi pasado, sin entrometerse en mis relaciones o sobre lo repentino de mi viaje.
—¿Cuando regresarás?. —pregunta la señora Azahara a las afueras del restaurante, todo mi equipo está listo para partir.
—No lo sé. —respondo—. No tengo una fecha determinada, pero ojalá algún día nos volvamos a ver.
—Probablemente la mano humana te traiga de vuelta. —musita, frunzo mi ceño extrañada por qué no entendí a qué se refería—. O los muertos.
Me encogo de hombros, pero el continúa. —Algun día volverás. Este viejo nunca falla con sus teorías.
Río suavemente junto a su esposa por el intento de chiste que quiso hacer. La señora Azahara me envuelve en un último abrazo, y el señor Ahmed estrecha mi mano.
Subo al auto tras verlos alejarse, Esaú está a mi lado, pero no hace ningún intento de querer interrogarme, en silencio me lleva al aeropuerto donde mi familia está esperándome.
Bajo del auto para ingresar a una cabina cerca de la pista, los torbellinos son los primeros en abalanzarse sobre mí, deseándome suerte y susurrando que les traiga un regalo cuando vuelva.
Sus palabras son tan inocentes, que mi corazón se encoge.
Ellos aman de corazón, no como los adultos.
Muchos suelen amar, pero a otros les asta con engañar y no sentir remordimiento por ello.
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Editado: 05.11.2021