Por fin llegó el día del alta de Lucía, María estaba esperándola fuera del baño, mientras ella se daba una ducha rápida y se ponía su ropa.
—¡María!—gritó Lucía—Creo que tengo un pequeño gran problema entre manos.
—¿Qué te ocurre muchacha?—dijo María acercándose a la puerta del baño.
—Pues verás, no sé cómo decirlo pero. ¡No me entra mi ropa!—respondió alarmada.
—Vale, no te preocupes, intentaré conseguirte ropa, pero algo me dice que vas a tener que ir de compras urgentemente—dijo María entre risas.
—Pues eso lo veo complicado, no sé con qué dinero, ¡Dios! ¿Cómo voy a salir de aquí?
En otra parte del hospital, se encontraba Álex, echando un vistazo a unos papeles, estaba en su despacho, y aunque estaba mirando los papeles, su cabeza no estaba allí. Sabía que aquel día empezaba una nueva vida para él, no sabía muy bien por qué le gustaba la idea de tener a Lucía en casa, tal vez su conciencia así se lo dictaba, pero aparte de eso algo dentro de él le decía que esto no iba a terminar bien. Bien en el sentido de que le había cogido mucho cariño a Lucía, y tenerla en casa implicaba vivir juntos, pasar tiempo con ella, tenía la cabeza hecha un lío.
Mirando la foto de Nerea se quedó pensativo. «¿Estará bien lo que voy hacer? Sé que no tiene nada de malo, pero no quiero que pienses que te va a sustituir sólo porque viva en la habitación de al lado, yo no quiero eso, yo únicamente te quiero a ti, a ella la aprecio, me lo paso bien, ha sido la primera persona que me ha hecho reír en nueve años, sinceramente, desde que la conozco a puesto mi mundo patas arriba, pero eso no significa nada»
En ese momento tocaron a la puerta, era María.
—¿Qué pasa María? ¿Ya está preparada?—preguntó Álex.
—Bueno…esto…verás, ha surgido un problemita.
—¿Qué problemita exactamente?
—Problemita tipo «¡María, no me entra mi ropa, cómo voy a salir de aquí!» Son palabras textuales—María se echó a reír.
—Creo que es algo normal que después de estar aquí más de un mes, comiendo todos los días, varias veces al día, cosa que ella no está acostumbrada, y el poco movimiento que ha tenido por sus lesiones, lo más lógico es que haya engordado un poco.
—Pues la pobre está preocupada porque no quiere salir con el horrible pijama del hospital y obviamente no va a salir desnuda.
—No, no creo que lo haga—se le dibujo una sonrisa en el rostro—De todos modos tenía pensado darte dinero para que le compres algo, te lo doy ahora mismo y cómprale algo, más adelante yo mismo la llevaré a que se compre lo que necesite.
—Eres un bendito—vio que sostenía la foto de Nerea en las manos—Ella estaría muy orgullosa de ti—dijo señalando a la foto—Lo que estás haciendo por esa pobre muchacha es una gran labor, la estas ayudando a recomponer su vida poco a poco, aunque no lo demuestre, está muy agradecida contigo, yo creo que te has ganado su cariño de por vida, y eso en una persona como ella, es difícil, así que deberías sentirte muy halagado—se acercó a él y le dio un apretón cariñoso en la mano—Bueno me voy a comprarle algo, antes de que nuestra niña se vuelva más loquita de lo que está.
Álex se quedó en silencio, cuando vio que la mujer se acercaba a la puerta para irse llamó su atención.
—María, gracias por tus palabras, las tendré muy en cuenta—La mujer se marchó sin decir nada.
Lucía se volvió a poner el pijama del hospital y salió del baño, se sentó en el sillón de la habitación y se quedó mirando por la ventana. Al poco tiempo oyó la puerta y se levantó del sillón tan rápidamente como pudo, se dio cuenta de que aún le dolía el cuerpo, el que llegó era Álex.
—¿Qué te pasa, estás en alerta roja o algo así?—le dijo Álex intentando aguantarse la risa.
—Pues más o menos, vamos puedes reírte, yo también lo haría ¡Soy una vaca lechera! ¿Cómo has permitido que me ponga así? Deberías haber llamado al nutricionista para comer cosas que no engordaran y ahora no estaría aquí atrapada—se sentó en el sillón de mala gana, dando la espalda a Álex—Todo es tu culpa Doc.
—Sí claro, como siempre todo es mi culpa—Lucía le lanzó una mirada no muy amigable—Vale, me retracto de lo dicho, lo cierto es que cuando llegaste aquí, estabas en muy malas condiciones y necesitabas alimentarte para poder estar fuerte para todos los procedimientos a los que te has sometido, además he de añadir que no es para tanto, estas genial así—de pronto se quedó pensando en lo que había dicho— Lo siento no debería haber dicho eso.
—Gracias por intentar subirme la moral, no lo sientas, no creas que porque me digas palabras bonitas me voy a casar contigo—Lucía lo miró y vio que se quedó blanco «vaya otro comentario inapropiado»—Era una broma Doc, por el amor de Dios no te lo tomes todo tan a pecho.
—Bueno…tengo que ir...a… pasar consulta en cuanto hayas solucionado el problema ven a mi despacho, está en la primera planta, pone mi nombre en la puerta, no creo que te pierdas—Dicho esto se fue de la habitación inmediatamente.
Lucía se volvió a su sillón, empezó a pensar que igual no era tan buena idea eso de irse a casa de él, aunque fuera temporalmente. Ese hombre la ponía muy nerviosa, siempre que estaba con él se le escapaba comentarios totalmente fuera de lugar y siempre tenía que estar pidiendo perdón por todo, cosa que le fastidiaba. Otra cosa que también le fastidiaba era que pensaba en él demasiado a menudo, no sabía por qué lo hacía, con él lo pasaba bien hablando de cosas del hospital o de sus propias ocurrencias, le gustaba mucho su compañía, le gustaba mucho…Álex.