CATARINA
—Cobarde— susurra, — Eso es lo que soy. — Esa es exactamente la palabra que Catarina asegura la describe ahora mismo mientras ve el rostro de Jimmy sonreír: Él, sostiene entre sus dedos la pequeña nota que Mía escribió y decoró la noche anterior, tiene grabado en su memoria cada palabra que hay en esa nota. — Suspira emocionado sin imaginar que solo es parte de un juego de mal gusto.
«Pienso en ti más de lo que me gustaría y digo "me gustaría" porque eso es una clara señal que he perdido la razón por un hombre a quién no me atrevo ni hablarle». repite en su cabeza las palabras que su amada le ha escrito, guarda con recelo el pequeño papelillo, pues al llegar a casa lo pondrá en una cajita de madera junto a los demás.
Los ojos de Jimmy irradian con intensidad, la dicha de tener a alguien sintiendo lo mismo que él, era algo que le daba sentido a sus días, a pesar que en casa nadie (excepto su gato) lo esperaba. Separarse de su esposa le dejó abollado y en soledad, durante veinte años fue la única compañía que tuvo, y al haber perdido todo cinco años atrás, no le quedaba nada hasta que las notas empezaron a llegar.
Catarina sabe que es imposible no sentirse miserable por lo que ya hizo, aun así, tampoco intenta remediar el daño que está hecho, el egoísmo no le hace recapacitar. «¿Cómo puedo ser tan ruin con una persona que nada me hizo? ¿Valdrá la pena después de todo?» se cuestiona. Su interior es cómo una multitud que la acusa y no le bastan sus dos manos para tapar la voz de su conciencia.
—Jimmy, ojalá nunca sepas la verdad —murmuró por lo bajo. Le era inevitable ignorar a su conciencia que le reprochaba ser tan miserable con los sentimientos de otra persona.
— ¡Ha sido un verdadero triunfo que una vez más hayamos salido bien libradas! —escuchó decir. La mano de Mía se posó sobre el hombro de su amiga, con una falsa e hilarante sonrisa la miró. Arrepentida en sus adentros de haber ingeniado todo este plan maquiavélico, observa los ojos de Catarina perdidos en la voz de sus pensamientos; presintió que esto pasaría y que solo era cuestión de tiempo para que Alejandro, comenzara a mostrar su verdadera cara —¿Qué pasa, Cata? ¿No deberías estar derrochando felicidad? —preguntó con voz dulce.
Al ver la cara de agobio de su amiga, Catarina quiso poder desechar los miedos que tienen vuelto loco a su corazón. El corazón que le dicta que ese no era su lugar, aunque ella ha cerrado sus oídos para no escucharlo. Se da cuenta como lo que cree llamar amor se le escapa de las manos y no hace nada para huir porque tiene un poco de esperanza. Tal vez no sea esperanza sino necedad a la que ha decidido llamar amor.
—Ximena y Vanesa hicieron que Alejandro hablara a solas con su exnovia. — Se desahoga.
—¡Esas traidoras! —farfulló —¡Sabía que no eran de fiar! nunca dejaron de ser amigas de esa zorr... —antes que pudiera concluir la frase la interrumpió.
—No sirve de nada que la insultes, lo único que haría que esto no valga la pena, sería que Alejandro me diera mi lugar y siento que no lo hace. —lanzó un suspiró abrumador. Las chicas se quedaron en silencio.
La verdad se encontraba justo frente a ella, ¿cómo es que prefería ignorarla? sencillamente porque no hay ninguna razón de peso ante un corazón que presagia que morirá de amor.
No se vale luchar por lo que nos hace daño.
—No quiero decirlo, pero debo hacerlo y yo te advertí que Hugo era el bueno y no el cucaracho de Alejandro. —soltó Mía para aligerar el momento.
—¿En serio? —su amiga la vio con incredulidad. —Hugo no es mi tipo y yo no soy el tipo de Hugo.
—¡Por favor! —soltó irónica —Hugo es el tipo de todas, pero bueno ¿recuerdas a ese chico llamado Pablo?, estoy segura que a tus padres les hubiese encantado, ese era el bueno para ellos —ambas rieron.
Su amiga no se equivocaba en nada, aquel chico tenía todas las características de ser el prospecto que sus padres buscarían para ella, "de una familia pudiente, con aspiraciones a la política". Y para Catarina eso representaba un verdadero problema ya que quería evitar a toda costa que en su futuro aún gobernara el poderío de sus padres.
—Te dije que no volvieras a mencionar su nombre.
—Lástima que echó a perder su oportunidad tratando de agradar a tus padres y a tu espalda, porque tú no querías nada serio, tú querías un amor a escondidas, de esos sucios y pecaminoso que le es encanta a las adolescentes.
—¡Oye! — Se quejó.
Su amiga siempre lograba que olvidase sus problemas, aunque fuese por un momento, porque tampoco olvidaba que tenia que solucionar el lio entre Jimmy el señor de seguridad y las notas que le mandaba su amor anónimo y debía apresurarse antes que fuese demasiado tarde.
RUBÉN
Rubén ve concentrado el pizarrón, aunque no tiene ni la menor idea de que rayos habla el profesor de matemática. Piensa que repasar la clase con los apuntes de su amigo Alex será suficiente para reponer la hora perdida, por ahora cree que tiene muchas cosas en la cabeza y le queda claro que por hoy no tiene espacio para los números.
Su madre se encarga de que no olvide ni por un solo segundo la situación económica de la familia, de restregarle que no hay probabilidad de salir adelante con el salario de su padre, que pronto no tendrán dinero ni para pagar los empleados, empleados que Georgina insiste en mantener solo para seguir mostrando una falsa careta de su vida. Rubén esta hastiado de ella y sabe que, si no estuviera su hermanita de por medio, hubiera huido de casa hace meses.
— Mañana pondré atención —se promete.
Es consiente que no es el mejor alumno y se dio cuenta un poco tarde que no es buena idea pasar las clases con un promedio de ochenta y ocho.