Un Misterio (para)normal

CAPÍTULO 4

— Nathan Norton

— Alex Anderson

— Logan Brown

Camila extiende tres fotos de chicos según pronuncia cada nombre. Después de las clases, me llamó para que quedásemos en nuestro rincón de siempre: la cafetería Cherry´s. Este lugar se convirtió en nuestro santuario desde el mismo momento en que empezamos a ser amigas. Aquí podías encontrar los dulces y el café más ricos del mundo. La dueña, Sherry, una señora bondadosa y siempre muy alegre, ya nos consideraba parte de su familia. Nos trataba como a sus hijas.

— ¿Estas bromeando? — pregunto asustada. Esos chicos no son normales— ¿Es que son modelos o algo así? —Camila al ver mi cara se ríe de mí.

— No, querida. Por desgracia, son chicos de lo más normal.

— Sí tú lo dices… ¿Qué has averiguado de ellos?

— Bien, te informo. Pero lo tienes todo aquí, por si se te olvida algo. —Me extiende por encima de la mesa una carpeta rosa, llena de pegatinas brillantes. La miro con cara de burla. 

— ¿Qué pasa? —pregunta ofendida al verme reír— Era la única carpeta que tenía a mano. Si no te gusta, devuélvemela.

— Mejor no, es perfecta.

— Eso me temía. Empiezo. El primero —dice señalando a Nathan Norton— se llama Nathan Norton, 23 años. Vive en una mansión de aquí de Dropwood, dentro de las zonas más ricas de la ciudad. No trabaja, pues al parecer es heredero de una pequeña fortuna. Seguro que conoces a su padre, es político.

— ¿Es el hijo de Matthew Norton? Guau, quién lo diría.

Observo la foto con detalle, sin duda es uno de los chicos que vi en Instagram y en mi sueño. Miles de dudas avivaban la curiosidad que crecía en mí. No sé qué tenía de especial, pues la imagen solo presentaba a un chico de cabellos morenos, y de constitución delgada. A mi parecer, una ráfaga del aire podría hacerle volar. Se mostraba serio e iba vestido de negro, como si su actitud y aspecto temiesen revelar algo que no debían.

— El segundo individuo es Alex Anderson, 22 años. No he encontrado mucho de él. También vive en la ciudad, y estudia en tu misma universidad la carrera de ingeniero informático. Se puede decir que es un nerd caliente, porque como ves es rubio, atractivo y muy sociable.

— Esos son los peores Camila, seguro que es el típico tío que necesita hacerse amigo de todos para encajar. Y también te aseguro que se acuesta con todo lo que se menea.

— Bueno…no me importaría pasar una noche con él.

— ¡Dios! A veces olvido como eres. — digo negando con la cabeza. Esa es la principal diferencia entre nosotras dos: ella es valiente, atrevida, y muy sociable; y yo, tímida, acobardada, y un bicho raro. En nuestra amistad se cumplía con creces el refrán “lo opuesto se atrae”. — ¿Quién es el último?

— Logan Brown, es mi chico favorito. Tiene 23 años, también vive en la ciudad, y es un libro abierto. Es artista, pero su preferencia es la fotografía, siempre lleva encima su cámara de fotos. Creo que nunca se la quita. Como puedes ver es el típico hombre ideal de cuento.

— Sí, es decir, que no existe. Esconderá algún defecto, alguien tan perfecto no puede ser real, Camila.

— Sí tú lo dices…

¿Cierto? Alguien como él o como los demás es imposible que existan. Toda adolescente y mujer se pasa su vida buscando a alguien como ellos. ¿Acaso es tan fácil? Le miro, y sus profundos ojos de color azul parecen atravesar mi alma. Observo detalladamente su rostro, una incipiente barba adorna su rostro; y el pelo le lleva largo y despeinado, aparentando ser el típico chico malo. Pero le queda bien. A mi parecer, en él todo queda demasiado bien. No sé qué tiene este chico pero hace que me sienta atrapada, hipnotizada por su mirada.

— ¿Quieres que siga?

Camila, que espera pacientemente al otro lado de la mesa, interrumpe mis pensamientos. Me alegro, pues temía la dirección que estos estaban tomando.

— Sí. ¿Qué más queda?

— Lo más importante. ¿Te acuerda que me dijiste que les viste en tus sueños, verdad? —asiento— pues es que al parecer he averiguado que los tres han sufrido una serie de accidentes extraños. No están muertos, pero están en coma en el hospital de la ciudad.

— ¿Estás diciendo que los tres han acabado en el hospital al mismo tiempo?

— Sí, el mismo día y con un par de horas de diferencia ¿No te parece extraño?

— ¿Has descubierto qué les pasó a cada uno?

— No, lo siento. No he podido llegar tan lejos.

— No te preocupes, amiga. Esto es más de lo que me había imaginado. Supongo que tendré que pasarme por el hospital a hacerles una visita.

— Es buena idea, pero ten cuidado.

— No te preocupes, ¿Soy invisible recuerdas?

— Para mí no.

Dando por zanjada la conversación, ambas salimos a la calle y nos despedimos con un abrazo. Mientras que ella se va a casa, yo sigo la dirección opuesta, rumbo al hospital.

¥

Las puertas automáticas se abren para mí una vez que pongo el pie en la entra del hospital. Nunca me he sentido cómoda en los hospitales. Desde la muerte de mi padre, siempre ha sido difícil para mí entrar en uno. Durante muchos años tuvo que luchar contra una enfermedad que le chupaba la vida poco a poco. Al final, cuando tenía ocho años, su corazón dejo de luchar, y se rindió a la oscuridad. Es desde entonces que empecé a ver espíritus.

Los hospitales suelen ser los principales focos de fantasmas, muchos de los pacientes en realidad están muertos, pero las familias se niegan a dejarles avanzar, por lo que se quedan estancados en estos lugares casi para siempre. Es triste despedirse de un ser querido, pero es lo que tenemos que hacer para que estos puedan seguir adelante.

Yo no pude despedirme de mi padre, tenía miedo de verle, y cuando se fue para siempre, me arrepentí por no haber pasado más tiempo con él. Desde esos días, ya era una cobarde.

Centrándome en la verdadera razón que me ha traído hasta aquí, dirijo mis pasos hacía la oficina de información. Para saber dónde están los chicos, primero tengo que preguntar.



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En el texto hay: misterio, fantasmas, amor

Editado: 02.03.2021

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